Todos somos Crimea

23/03/2014 - 12:00 am

Crimea es la hija rebelde que quiere salir de casa para llegar después de medianoche y anexarse al zar de respirar la libertad para ser y no ser.

Un referéndum, a solas define todo. Noventa y seis punto siete células votaron por incorporarse a otros lares de la vida. Yo soy Crimea,  tú eres Crimea, Él es Crimea, la identidad ucraniana se extingue en el potencial nómada al formar parte de la controvertida búsqueda de la independencia pese a la esencia maternal de la Unión Europea y Estados Unidos en cada hogar.

Se va, hay castigo y despojo de todos los privilegios como permisos para entrar a otro país. Le congelan los ahorros debajo del colchón para cuando pensara mudarse hacia el oasis.

No puede ir y no entiende. Crimea pertenece a su madre patria y no puede traicionarla pese a ser conquistada el siglo pasado por quien añora.

Todos somos Crimea y como dijo alguna vez Bukowsky el aislamiento será la recompensa, así Mamá Ucrania  amenaza con dejarlair a la intemperie, al riesgo de fracaso o del triunfo sin nada más que debilidades dominadas por quien no acepta como sus raíces.

El peor castigo para su madre será dejarla sin los brazos del gas, el petróleo y  el poder de dominar sobre un ente que sustituya tu existencia al proyectar tus intereses en “lo mejor para ella”.

Todos somos Crimea, vemos los destellos de alucinar nuestros pasos en otro horario que adelante o atrase los pasajes de la vida. Los regaños diplomáticos serán muchos, como condenarla al aislamiento de las otras ciudades corporales, como si la soledad fuera un castigo cuando en realidad, la mayoría de las veces es un alivio al tedio de la sociedad cada vez más inmadura en términos de independencia contemporánea.

El imperialismo parece que nunca pasará de moda, pero el matriarcado de una nación sobre otra buscará impedir su evolución por su constante temor a que crezca en el pantano de lo desconocido y no necesite a su mamá país para vivir y succionar de otros para la subsistencia.

La hija protesta por las calles por su autonomía. Grita con el fervor de libertad. Es libre por fin se muda de casa y ahora pertenece a sí misma: Rusia con una sonrisa odiada y celebrada por todo el mundo.

Todos somos Crimea, algún interés obliga a los soñadores a migrar hacia otro modus vivendi que se celebra con la ratificación de la independencia. Se rompen las rejas y se firma el decreto de anexo hacia donde realmente se quiere habitar. No hay maletas que empacar, solo seguir siendo la hija rebelde que se quiere escapar y no solo ver detrás de la ventana, sino caminar pese a correr el riesgo de tropezarse a la vuelta de la esquina sin vuelta atrás, solo la de la memoria que nunca olvida.

Todos somos o podemos ser Crimea…

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