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Óscar de la Borbolla

23/04/2018 - 12:00 am

¿Cómo desarrollar la imaginación?

Esto no pretende ser filosofía ni psicología. Ahora no me interesa definir ni comprender la imaginación; todo mi afán se reduce a usarla, a dar con algunas recetas que permitan su explotación. En mis talleres de creación literaria me dedico desde hace añales a compartir lo que he aprendido por pasarme las horas frente a páginas en blanco o pantallas de computadora que necesito llenar, pues no es lo mismo escribir cuando a uno se le ocurre una idea que tener que escribir se tenga o no una idea, es decir, no es igual escribir de vez en cuando que tener como oficio escribir y hacerlo consuetudinariamente.

Y entonces comprendí que una historia, un cuento que puede surgir por inspiración, también se puede producir racionalmente. Portada de Manual de creación literaria de Óscar De la Borbolla.

Esto no pretende ser filosofía ni psicología. Ahora no me interesa definir ni comprender la imaginación; todo mi afán se reduce a usarla, a dar con algunas recetas que permitan su explotación. En mis talleres de creación literaria me dedico desde hace añales a compartir lo que he aprendido por pasarme las horas frente a páginas en blanco o pantallas de computadora que necesito llenar, pues no es lo mismo escribir cuando a uno se le ocurre una idea que tener que escribir se tenga o no una idea, es decir, no es igual escribir de vez en cuando que tener como oficio escribir y hacerlo consuetudinariamente.

La inspiración está bien cuando llega y no tengo nada en contra de las musas, salvo el reclamo de que son veleidosas y tacañas y, por lo mismo, no resultan de fiar. Quien aspira a vivir de su creación no puede estar a expensas de algo tan inestable como la casualidad de la visita de unas deidades caprichosas como el dios mexicano Tlaloc que llueve cuando se le pega la gana, y por eso me he valido de unos mecanismos que poco a poco fui entendiendo y descubriendo hasta publicarlos en mi libro Manual de creación literaria (Editorial Escalante, 2017).

Todo comenzó cuando frente a un libro de pinturas extrañas tropecé con una obra que me encantó y al mismo tiempo me resultó inquietante: había un hombre que huía hacia el fondo del cuadro con un tiro al blanco pegado en la espalda. Había también cerca de 20 flechas que habían dado en el piso, en los árboles: en todas partes menos en él. La imagen me parecía tan enigmática que quise saber cómo la había titulado su autor; el título venía al pie de la foto pero en un idioma que yo desconocía, por lo que me quedé en las mismas. Seguí contemplándola hasta que me vinieron a la cabeza varios títulos probables: “El arquero ciego”, “Un hombre con suerte”, “Nada más espántenlo” y muchos otros. En ese momento, descubrí que cada título recomponía el sentido del cuadro y narrativamente contaba una historia distinta.

Me quedé un largo rato pensando hasta que comprendí un esquema abstracto, no sé si el de la imaginación o el de un surtidero de producción de historias. No era un tiro al blanco colocado en un campo de tiro sino en la espalda de una persona, o sea, en la imagen se reunían dos elementos que normalmente no aparecen juntos en el mundo, y frente a esa amalgama yo simplemente me había preguntado: ¿por qué? Una pregunta literalmente racional, pues busca encontrar la razón de esa reunión. En los tres títulos que he citado arriba había una historia diferente, según cada uno: en el primero, quien disparaba las flechas quería matar al personaje que huía y no le atinaba por ceguera; en el segundo también quería matarlo pero quien escapaba era una persona con mucha suerte, y en el tercero, no lo quería matar sino sólo asustarlo.

Y entonces comprendí que una historia, un cuento que puede surgir por inspiración, también se puede producir racionalmente. ¿Cómo? Reuniendo dos elementos que por lo general no se dan juntos y ante esa reunión preguntar: ¿por qué? Unos zapatos rojos de tacón normalmente están en una zapatería, pero no tirados sobre una duna en el desierto; un libro está normalmente en un librero, pero no afuera de la ventanilla de un avión que vuela entre las nubes; un pez anaranjado está normalmente en su pecera sobre una mesa, pero no dentro de una caja fuerte cuyo sistema de seguridad es infranqueable, y frente a estos y otros ejemplos me pregunté: ¿por qué? Y en todos los casos aparecía una historia o varias.

 

En mis talleres de narrativa he puesto a prueba mi método y he comprobado que mis talleristas han vencido el problema de la página en blanco, pues uno no siempre está inspirado, pero siempre es capaz de responder con alguna ocurrencia a la pregunta de por qué dos elementos que no están normalmente reunidos están juntos. Este es uno de mis métodos, tengo otros; pero como dijo Fermat, me queda muy estrecho el espacio de esta columna para describirlos. Tal vez en otra ocasión.

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@oscardelaborbol

Óscar de la Borbolla
Escritor y filósofo, es originario de la Ciudad de México, aunque, como dijo el poeta Fargue: ha soñado tanto, ha soñado tanto que ya no es de aquí. Entre sus libros destacan: Las vocales malditas, Filosofía para inconformes, La libertad de ser distinto, El futuro no será de nadie, La rebeldía de pensar, Instrucciones para destruir la realidad, La vida de un muerto, Asalto al infierno, Nada es para tanto y Todo está permitido. Ha sido profesor de Ontología en la FES Acatlán por décadas y, eventualmente, se le puede ver en programas culturales de televisión en los que arma divertidas polémicas. Su frase emblemática es: "Los locos no somos lo morboso, solo somos lo no ortodoxo... Los locos somos otro cosmos."

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