EN TERAPIA MILES DE MEXICANOS

23/05/2012 - 12:00 am


Algunos lo ignoran, otros lo sospechan y muy pocos lo saben: sí, voy a terapia, con el “loquero”. Lo afirmo con todo lo que sé que esto conlleva: admito ante mí misma y el mundo, que la vida y los conflictos me rebasaron, que tengo problemas emocionales, y que en muchas ocasiones he sido mi peor enemiga.

No quedaban muchas opciones después de lo que me había pasado. Mi empleo me obligaba a permanecer aislada frente a una computadora durante nueve horas y convivir con un jefe que ni a Dickens se le hubiera ocurrido. Frustrada, malcomiendo, malviviendo y maldurmiendo, no pasó mucho tiempo para que perdiera mi salud, mi relación amorosa, abandonara el trabajo, y me sumiera en una depresión; todo se derrumbó en un instante, con el suave batir de alas de mariposa que acarrea devastadoras consecuencias.

MÉXICO EN EL DIVÁN

De acuerdo con la jefa del Centro de Servicios Psicológicos Doctor Guillermo Dávila de la Facultad de Psicología de la UNAM, Andrómeda Valencia, anualmente un promedio de dos mil 300 personas solicitan ayuda psicológica a dicha institución. Cada mes, la institución recibe 200 pacientes nuevos.

Algunos sólo requieren orientación debido a un evento grave o inesperado (accidentes, asaltos), el resto lleva meses o años con un malestar emocional que afecta su desarrollo lo que les impide relacionarse o hacer su vida con normalidad; asimismo, hay pacientes que son canalizados por otras instituciones. Recientemente, se ha elevado el número de consultas por el temor a los desastres naturales y al fin del mundo.

Las principales causas por las que los mexicanos acuden a consulta psicológica son depresión y ansiedad, principalmente en la población de 20 a 35 años, seguidos por adolescentes de los 12 a los 16 y niños de los cuatro a los 10 años.

Los adultos jóvenes asisten debido a rupturas sentimentales, conflictos de pareja y logros no alcanzados: éxito profesional, formar una familia propia y falta de estabilidad económica, mientras que, adolescentes y niños acuden por problemas escolares, rebeldía y mal comportamiento. Curiosamente, las causas son las mismas en adultos y niños. La diferencia es que los primeros lo manifiestan en angustia y frustración y los segundos, con mal comportamiento. El mejor indicador de que es necesario ir a terapia es cuando algún aspecto de nuestra vida cotidiana comienza a  verse afectado: niveles altos de estrés, comer, beber o dormir poco o en exceso,  también si se abusa del alcohol o drogas.

POCOS PAGAN POR TERAPIA

En México las personas aún no están acostumbradas a pagar por su salud mental; resulta obvio pagar al dentista o por vacunas, pero no por nuestro bienestar emocional, pues no es tangible y tampoco es barato. El costo de una consulta psicológica va de los 500 a los mil 500 pesos. Afortunadamente, la Facultad de Psicología de la UNAM solicita cuotas de recuperación de entre 50 y 100 pesos, ofrece alternativas de terapias a distancia mediante el uso de videoconferencias, da talleres preventivos y ofrece servicios de atención psicológica vía telefónica en el “Call Center UNAM”, que es atendido por 21 psicólogos que brindan ayuda en situaciones críticas, problemas de adicción, familiares, de pareja, bullying y sexualidad.

La especialista asegura que antes de decidirse por alguna modalidad terapéutica, se debe tomar en cuenta lo siguiente: el psicólogo debe ser titulado, tiene que contar con una cédula profesional, de preferencia debe ser miembro de una asociación de psicólogos y debe explicarle al paciente las características del tratamiento, los objetivos y la duración; el terapeuta debe plantear un tiempo promedio para alcanzar metas, así el paciente puede sentir los cambios e identificar si el tratamiento esta siendo efectivo. Valencia también afirma que es necesario promover que la psicología también es de carácter preventivo; cualquiera puede solicitar atención de este tipo sin que existan problemas graves, aunque la mayoría de los mexicanos acude cuando su problema ya está en fase avanzada.

EL SINUOSO VIAJE

Dos de la tarde de un domingo cualquiera, llego un poco apresurada, la sesión está por empezar. Mi terapeuta me conduce a una habitación soleada, cómoda; después de saludarnos, comenzaremos con preguntas sencillas para, poco a poco, internarnos en ese vasto y oscuro bosque (que tú, yo y todos) tenemos en el interior: el inconsciente, ahí donde se reúnen recuerdos, emociones, visiones; alegría, felicidad, tristeza, confusión, excitación. Donde conviven muertos insepultos, costras que nunca se cayeron, al contrario se hicieron tan gruesas que estorban, un sinnúmero de heridas abiertas, fantasmas y asuntos que crees olvidados, superados pero que siguen ahí. No importa si ocurrieron hace un segundo, seis meses u 11 años.

FASCINACIÓN Y PREJUICIOS

Constantemente se habla de terapia y psicólogos, pese a la fascinación al respecto, los prejuicios aún detienen a muchos. La creencia de que es sólo para personas con problemas graves, “locos”, que crea dependencia, que es “moda”; el pudor de hablar sobre detalles íntimos con un desconocido y creer que es “ir a platicar” son los más comunes.

La psicoterapia es un conjunto de estrategias para que la gente mejore su vida de manera integral, ayuda a desarrollar habilidades para resolver conflictos de manera más efectiva y mejora la toma de decisiones. Los enfoques más utilizados y con mayor efectividad son el cognitivo-conductual (especialmente con personas que tienen un malestar emocional, combinado con uno físico o de conducta) y el psicoanalítico.

Las sesiones duran de 40 a 60 minutos y se realizan una vez por semana; se comienza con un saludo para después recordar lo que se vio la última cita y saber qué se va a trabajar. Se habla sobre las emociones y las estrategias que se pondrán en práctica para resolver los conflictos del paciente; después, se dan las conclusiones de la situación que se trabajó en la sesión y se dejan actividades de práctica para la semana.

Sobre los prejuicios mencionados, la jefa del Centro de Servicios Psicológicos Doctor Guillermo Dávila de la Facultad de Psicología de la UNAM, Andrómeda Valencia señala que más que estar “loco” o tener una enfermedad grave, la psicología va encaminada al bienestar y la salud mental, platicar con la familia, los amigos y la pareja es bueno, saludable pero es una visión de alguien muy cercano, “terapia no es sólo ir a platicar, es un proceso dinámico: se adquieren herramientas que sirven para resolver problemáticas y éstas se quedan contigo para resolver problemas en el futuro”, apunta.

Respecto a si crea dependencia, la especialista afirma que esta idea se basa en la creencia de que el psicólogo hará magia y dará todas las respuestas. Lo cierto es que el terapeuta no sólo escucha, sino que empodera a la persona,  brinda las estrategias  y la decisión final queda en manos del paciente; lo más importante es que éste se quede con las habilidades aprendidas y sepa cuándo emplearlas sin necesitar al psicólogo.

En cuanto a si está o no en boga, afirma que aunque pudieran darse casos en los que se acude debido a que un amigo lo hace o por curiosidad, no es en vano pues cualquiera que pase por un proceso terapéutico siempre aprende sobre sí mismo. Sin embargo, es vital que las personas reflexionen sobre por qué van a asistir y qué les gustaría mejorar o prevenir.

El viaje al interior de uno mismo es largo, en ocasiones siniestro y atropellado, otras relajado, incluso alegre, cada sesión es distinta, a veces es como estallar, vomitar, uno se siente mejor casi de inmediato; otras hay furia, ansiedad, tristeza y llanto: nadie se imagina lo que he confesado y gritado en esa pequeña sala.

El terapeuta te muestra y explica cosas de ti que desconoces y que jamás hubieras imaginado; cosas que haces sin notar y que entorpecen tu vida. Te ayuda a conocer tus emociones y por lo tanto a ti mismo, te enseña a deshacerte de patrones de conducta negativos y a dejar atrás recuerdos, experiencias y relaciones disfuncionales, te enseña que no puedes huir de ti, pero tampoco es necesario hacerlo.

Es un proceso intenso, duro, tienes que ir a situaciones y lugares que creíste olvidados, enterrados; ir a lo más profundo de tu ser, sumergirte en tu propia suciedad, en lo que tanto te esforzaste por olvidar o esconder, como dijo el actor Luis Tosar, convertirse en forense de uno mismo, “abrir tu propia tumba y ver qué coño encuentras ahí”.

TIC-TAC, TIC-TAC, LA SESIÓN SE ACABÓ

Tantas emociones reprimidas y marcas (burlas y acoso en la infancia y adolescencia, una estructura familiar complicada) me impidieron ver lo positivo que hay en la vida y en mí. Ahora veo todo desde una perspectiva diferente, luché contra mí misma años y años, hoy sé que jamás fue necesario y fue muy agotador. Busqué respuestas en todos lados: en revistas, libros; en la filosofía, en el Tarot, incluso en los botes de basura, cuando debí buscar primero en mí, es ahí donde están las respuestas y es donde sigo buscando.

La sesión ha finalizado y he pasado por todas las estaciones del ánimo; tendré una semana para reflexionar sobre todo lo hablado y sentido, además pondré en práctica las estrategias sugeridas. Una vez afuera me mezclaré y caminaré con el resto de manías, peculiaridades y contradicciones andantes en el manicomio más grande que existe, el mundo.

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