Superar la ruptura

26/07/2013 - 12:02 am

Uno está desolado. O más bien los dos están desolados. Después del choro de los amigos que si no es culpa de nadie; que la búsqueda de uno mismo; que es tu oportunidad para descubrir quién eres y qué deseas de la vida (vaya, qué línea tan profunda); que tus sueños, que los sueños del otro; que lo haces por ti, pero también por él o ella; que no te preocupes por los bienes materiales compartidos, que la historia dolerá pero que al final estarás bien.

Que lo que viene es lo “más padre del mundo”. Que ser soltera o soltero es “increíble”.

Lo que no te dicen es que puedes tardar dos años en comprender qué pasó entre tú y tu pareja. En mi experiencia todo este asunto se resume en una buena y en una mala noticia: la buena noticia es que aprenderás a sentir mucho, y la mala es que aprenderás a sentir mucho.

Vayamos al principio. Ya decidiste que algo no va bien en la relación. Lo sabes, pero insistes en ir por allí, preguntando a 200 personas. Este paso bien te lo podrías ahorrar, pero la necedad es parte de la condición humana.

Total que llega el día en que tu corazón grita “no seas pendejo”. Que ya se acabó y que para qué le haces tanto al cuento. Por más que uno cambie o que el otro ceda, eso ya no da para más. Excusa, la que se necesite. Los detonadores de una ruptura generalmente son: a) que ya te parece que el amigo de tu infancia es el amor de tu vida, b) que alguno de los dos rompió los límites de eso que llamamos fidelidad, b) que estás aburrido y no sabes cómo decirle a tu pareja, o sea, que ya se acabó el amor y d) que sí quieres a tu pareja, pero cada día te sorprendes pensando cómo sería estar con fulano o fulana.

Una vez confesado esto, no hay marcha atrás. Digo puedes hacerte guey y pensar que nunca lo dijiste nada. Pero ya hay un testigo y no se llama Dios.

Cuando alguno de estos factores se instala en el ánimo amoroso (o desamoroso) comienza a carcomerte como estafilococo dorado y no hay antibiótico que lo detenga.

Así que si ya estás en esas, prepara un plan de acción. Nadie le dice a uno cómo salir de una relación de dos, cinco u ocho años; el “para siempre” está en medio y no tenemos contemplado este pequeño detalle.

Alguien dijo que los cigarros se acaban y prendes otro, ¿por qué no habría de pasar lo mismo con una relación? Otra vez, aquí la profundidad se hace presente. Lo que no dijo es que un cigarro sabe igual que el anterior, mientras que la siguiente relación te puede saber a mentolado, a faros, a leña verde (por no hablar del cáncer al corazón que te da por fumar una pareja tras otra).

Después de hablar con el o la susodicha, es importante conocer los tres puntos básicos de lo que será tu vida de soltero inmediata. Ahí va mi recomendación o plan de emergencia una vez que, tras intentar exponer las razones de la ruptura, se dieron las gracias, o se mentaron la madre, mutuamente.

Si vivías sola, recupere lo más preciado del departamento de tu amante. Si vivías en pareja, haz una maleta con lo básico y asegúrate de contar con un terreno neutro de algún amigo donde puedas llegar. No te culpes si empacaste ropa de invierno y se te olvidaron los calzones en pleno mes de mayo. Siempre hay un Sanborns a la vuelta de la esquina.

Después de la plática final, ya para irte, toma un taxi. No intentes manejar ese día, es muy probable que choques. La soledad de un taxi te dará la privacidad necesaria y le pondrá el toque dramático infaltable a la salida del ex nido de amor.

Muy conveniente tener tres tipos de amigos para estas ocasiones:

El que te hospede. De preferencia que no hable mucho y que tenga comida en el refrigerador, medio obsesivo para que estés cómodo y te olvides de la cotidianeidad de comprar agua, lavar el baño, pagar el gas o la renta.

El que sabe perfectamente que lo tú necesitas es estar todo el día en pijama, viendo películas llorando a moco tendido. Y que al día siguiente te llevará a comprar zapatos para consolarse.

El que te saque de fiesta dos días al hilo. Si puede más, que aguante más. El cuerpo necesita deshacerse de todo.

Y por último, vamos con la ingesta de tu vicio de su preferencia.

No discriminemos. Si te gusta empinar el codo, llégale. Asegúrate de estar en casa de una amiga, con comida a la mano y gente que te cuide y escuche tus lloriqueos. Que te conteste que sí, que sí te van a querer. Que no te vas a quedar sola o solo cuidando a tus padres o con veinte gatos. La cruda no te la recomiendo pero viene en el paquete y la verdad, como todos sabemos, el alcohol es un depresivo natural. O sea que una gran ayuda no es, pero para el momento, aliviana tensiones.

Si te gusta la mota, tienes 40 gramos permitidos por la ley mexicana. Apenas lo necesario para iniciar un viaje astral que por supuesto, te regresará a tierra más jodido de lo que empezaste.

Si te gusta comer, esta es tu oportunidad. Qué embarazo ni qué nada. Enciérrate dos o tres días a ver películas como Durmiendo con el enemigo o Atracción Fatal y cosas por el estilo. Helado, galletas, lo que te reconforte el corazón.

Y sí, en efecto: no lo puedes creer; tus amigos no lo pueden creer; tu familia no lo puede creer. Pero más vale que empiecen por aceptarlo:  ya eres soltero. Se acabaron los domingos en pareja, los chistes en complicidad, la rutina cómoda y confortable. No habrá ese que te abrace.

Lo que si viene es un montón de posibilidades. Como dijo Johnny Walker: “Keep walking”.

@mariagpalacios

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