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Susan Crowley

29/07/2023 - 12:04 am

Barbie nos sale debiendo

Parece decirnos que no tenemos que ser Barbie y al contrario, podemos ser tan humanas como Margot Robbie, lo cual resulta muy poco alentador para la mayoría de las mujeres.

No solo es que sus características físicas causen conflicto: el pelo rubio platino, la delgada figura con pechos duros, la micro cintura y las larguísimas piernas exageradamente delgadas que terminan en unos piececitos mínimos siempre en forma de punta. Su cara perfecta, con ojos enormes y claros, la nariz respingada y la boca de corazón roja. Otra cosa que incomoda es el rosa con el que se identifica. Estridente, igual a la falsa noción de felicidad a la que fueron sometidas tantas generaciones desde los años sesenta. Se volvió un ejemplo extraño ya que, sin esfuerzo alguno, la veíamos como astronauta, enfermera o científica. La realidad es que los fabricantes de Barbie contribuyeron al ansia de consumo, a la frivolidad y a la estupidez de muchas niñas que, si bien dejaron de mecer bebés en sus brazos, apostaron por un espejismo lejano a la realidad. El problema es que esas niñas crecieron. En México forzaron sus cuerpos y hábitos, su forma de moverse y comportarse para cumplir con el canon Barbie. Buscaron un novio como Ken, o lo que más se le pareciera: guapo, atlético, encantador, sin fijarse mucho en cómo sería por dentro y con él formaron una familia con Barbisitas y Kensitos que vinieron a mejorar la raza.

Desde su inicio esta bomba mercantil, que en varios ensayos se compara con la atómica, se infiltró en los hogares mexicanos desplazando a los bebés, a las negritas de trapo, a los muchos juegos que la clase media disfrutaba en la mesa y en la calle. Barbie encerró a las niñas mexicanas en un mundo de temáticas pretensiosas; vivir, pensar y actuar como muñecas.

Para que la Barbie sea la mejor debe jugar tenis, montar a caballo, bucear, portar vestidos de noche, electrizantes trajes de baño. Recuerdo su casa de plástico con todos los detalles, incluso, un jacuzzi que echaba burbujas con un motor de pilas. Siguiendo este patrón, los hogares mexicanos abrieron sus puertas a las importaciones. Las casas se decoraron a la americana. Menajes para la cocina, licuadoras, hornos, tostadoras que eran como de juguete, artificiosos y en tonos chillones. Y es que los accesorios de Barbie o de quien se quiere parecer a Barbie son tan importantes como ella. Esa chica perfecta vale en función de todo lo que posee. Me viene en contraste una imagen desconsoladora: la Barbie vieja, pasada de moda, desnuda, a la que seguro le falta una pierna o el brazo, arrumbada entre los despojos.

Esta fantasía americana incrustada en nuestro país contribuyó a modificar hábitos y aspiraciones. La idea de ser como los vecinos del norte llevó a las mujeres de pelo oscuro a teñirse de rubias, a comportarse como trophy wives, la novia y la esposa ideal. Pero en México, la clase media vivía con otras costumbres, hasta en las familias con poco presupuesto, la nana y el servicio doméstico, eran un elemento fundamental. Basta ver Roma de Cuarón, en la que Cleo es la protagonista. A diferencia de las amas de casa estadounidenses, las mexicanas no eran asiduas a la cocina; las Cleos terminaban recibiendo los costosos artículos, el molcajete era sustituido por la licuadora y no tardaban mucho en darles el primer golpe que los dejaba inservibles. Tal cual, como la casita de la Barbie, tanto lujo estaba condenado a terminar en la basura.

Barbie es un agente del consumo norteamericano que funcionó en el inconsciente colectivo de formas inimaginables. Las características físicas de las mujeres de nuestro país son distintas a las de las norteamericanas. El ideal Barbie, causó otro problema. Más allá de los tacones altos, las fajas y los pelos pintados, las dietas extremas hasta dañar la salud causando enfermedades como la anorexia y la bulimia.

En parte, lo desechable y la moda, le deben mucho a Barbie que volvió la ropa, los bolsos, los zapatos un estatus. El último grito de la moda condenada a pasar rápidamente. Fue la fórmula exitosa del consumismo que funciona como incentivador del ansia. Atrás quedó la idea de que unos zapatos o una bolsa debían durar toda la vida.

En nuestra sociedad Barbie también marcó ciertas desigualdades. Si tus papás no tenían el poder económico para comprar una, te hacía sentir menos delante de los demás. Solo las ricas podían mantener el despilfarro Mattel. Como en el caso de tantas otras familias, la situación económica en casa no era la mejor. Una amiga cercana pertenecía a una familia próspera; tenía todas las Barbies en versión último modelo. Para navidad la pedí a Santa Close. Mi papá tuvo que conseguir prestado para cumplir mi deseo. Pero el modelo no era el más reciente, porque ese se había agotado o seguramente era más caro. Aún recuerdo su cara al ver mi frustración, dejé de creer en Santa, obvio. Las ideas de izquierda de mi madre compensaron esa falta, pero debo reconocer que muchas veces me sentí como Mafalda sin televisión.

Y hablando de la película, Margot Robbie es Barbie.  Es cierto que, a pesar de su arrasadora belleza, es una buena actriz que hasta ahora ha roto el cliché de güera tonta. Su actuación en I Tonya, es buenísima. Además, es una empresaria exitosa; ella produce sus películas y ha impuesto una forma de hacer cine con una mirada femenina. Greta Gerwig, la directora, es brillante. Como actriz la vimos en White noise, y es la directora de Lady Bird y Mujercitas, excelentes películas. Tiene una mirada sensible y contemporánea que aporta a la visión de lo femenino. Ha tomado el complicado cliché de Barbie y ha estirado la liga finamente, con ironía y con muy buenos momentos. No todos.

No pretendo hacer una reseña detallada de la película, existe mucho material que la analiza. Sin embargo, me parece que la expectativa feminista se quedó como una pretensión y no logra llegar a lo que pudiera. Sin restarle méritos a la autocrítica a la que Mattel se deja someter, termina por traicionar cualquier intento de desacralización de una sociedad que convence a la mujer de que mientras sea bella y sin celulitis, vale. Parece decirnos que no tenemos que ser Barbie y al contrario, podemos ser tan humanas como Margot Robbie, lo cual resulta muy poco alentador para la mayoría de las mujeres. El giro que da al tema de la debilidad masculina con Ken como víctima, más allá de provocar risa por sus coreografías más graciosas que creativas, no aporta lo necesario a la discusión de género. La gran falla de la película es que la fea eterna, América Ferrera, conocida por su protagónico en Ugly Betty, la versión gringa de Betty la fea, tenga que ser la que logre la reflexión profunda, aunque retacada de clichés y de todo lo que pudiera considerarse políticamente correcto. Una especie de la suerte de la fea, la bonita la desea.

El estreno de la película fue antecedido de una campaña de promoción sin precedente, francamente era innecesario, pero las empresas como Mattel han logrado ganar por todos lados siempre, desmesuradamente y de manera cínica. La poca mea culpa, los absuelve de todas sus faltas. La piratería arrasó cosa que a mí me da gusto; en nuestro país genera dinero directo a la gente necesitada y facilita la adquisición de productos que tarde o temprano terminarán en la basura para tristeza del planeta. Y volvemos al rosa estridente. El día del estreno las niñas y mujeres del mundo se vistieron de rosa, adquirieron todos los productos de promoción. Dejaron atrás su vida de afuera para volverse parte del mundo lleno de felicidad de Barbie. Conforme la película avanzaba, las niñas pasaban de la emoción por las imágenes fascinantes a no entender muy bien de que va la cosa.

Susan Crowley
Nació en México el 5 de marzo de 1965 y estudió Historia del Arte con especialidad en Arte Ruso, Medieval y Contemporáneo. Ha coordinado y curado exposiciones de arte y es investigadora independiente. Ha asesorado y catalogado colecciones privadas de arte contemporáneo y emergente y es conferencista y profesora de grupos privados y universitarios. Ha publicado diversos ensayos y de crítica en diversas publicaciones especializadas. Conductora del programa Gabinete en TV UNAM de 2014 a 2016.

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