Diversos columnistas y periodistas coinciden en que, de continuar su guerra comercial contra China, Estados Unidos podría ser el principal afectado, pues el país asiático tiene la opción de aplicar diversas medidas que significarían un duro golpe a la economía estadounidense, como es el cortar la exportación de metales conocidos como tierras raras, utilizados en todo, desde vidrio y cerámica hasta convertidores catalíticos.
Ciudad de México, 21 de abril (SinEmbargo).– Lingling Wei, el corresponsal jefe en China de The Wall Street Journal, cuenta que durante décadas, independientemente de los altibajos de las relaciones entre Pekín y Washington, el comercio y la inversión fueron el nexo que mantuvo unidas a ambas potencias. Pero eso ha cambiado.
“Hoy, con las relaciones económicas entre ambos países descarrilándose, China y Estados Unidos se encaminan hacia lo que podría ser una Guerra Fría que se extiende más allá del comercio: hacia una profundización del conflicto o incluso hacia una tensión militar, ya que ambos buscan formar sus propios bloques. El escenario actual era impensable. Durante la primera Presidencia de Donald Trump, Washington y Pekín se mostraron reacios a desbaratar por completo sus profundos enredos. Su primera guerra comercial se prolongó durante dos años e implicó frecuentes negociaciones y el temor a una escalada por ambas partes”.
Y esta vez, agrega Lingling Wei, “ambos países han impuesto embargos comerciales en menos de tres meses y están llevando la guerra económica a un nuevo nivel. Lo que está en juego es la seguridad global general, así como la estabilidad económica durante muchos años”.
Rick Waters, exdiplomático estadounidense de alto rango que ahora dirige el centro de China en la organización Carnegie Endowment for Global Peace, le dice a la periodista: “Estados Unidos y China se encuentran en un estado de desacoplamiento económico y no parece haber ninguna medida que impida que la escalada de las tensiones comerciales se extienda a otras áreas. Cada vez es más difícil argumentar que no estamos en una nueva Guerra Fría”.
Estamos en guerra
“Para el líder chino, Xi Jinping, es un momento de gran implicación, para el que él y su círculo más cercano se han estado preparando desde el primer mandato de Trump. Tras la conmoción inicial por la magnitud de los recientes aranceles de Trump, Pekín se encuentra ahora en plena ofensiva, prometiendo ‘luchar hasta el final’”, dice la periodista de The Wall Street Journal, un diario económico.
Nicholas Kristof, periodista de The New York Times, sostiene que China cuenta con muchas herramientas para esta guerra comercial con Estados Unidos. Una de ellas es detener las exportaciones de tierras raras: Estados Unidos simplemente no tiene con qué sustituirlas.
Pero China puede hacer más. “Podría suspender su limitada cooperación en materia de narcóticos y hacer la vista gorda ante las codiciosas empresas privadas que desean exportar fentanilo a Estados Unidos o precursores químicos de fentanilo a México. Por otro lado, podría restringir los envíos a Estados Unidos de medicamentos cardiovasculares o contra el cáncer, de los que dependen los estadounidenses”.
China también podría deshacerse de los bonos del Tesoro estadounidense durante unos días, sembrando el pánico en el mercado de bonos y debilitando el dólar, afirma Kristof. “Dudo que China haga esto por mucho tiempo, porque también perdería, pero podría ser satisfactorio para el Politburó recordarle a Trump con quién se está metiendo”.
Mientras tanto, “el Ejército Popular de Liberación podría cortar múltiples cables submarinos de Internet que conectan con Taiwán. Podría realizar más ejercicios militares frente a Taiwán, Filipinas o las islas Senkaku/Diaoyu. Ya se ha infiltrado en la infraestructura estadounidense como parte de su campaña de ciberespionaje Volt Typhoon y podría intentar apagar las luces en una pequeña ciudad estadounidense o causar estragos por un día en el sistema bancario”, escribe el periodista de The New York Times.
“Una guerra comercial bien podría ser devastadora tanto para China como para Estados Unidos”, concluye. “Pero los analistas económicos creen que una recesión es mucho más probable en Estados Unidos que en China. Y Xi podría ahora tener un chivo expiatorio para su bajo rendimiento económico, llamando a sus ciudadanos a resistir lo que él presentará como un capítulo más en una historia de dos siglos de intimidación occidental. En resumen, Xi podría estar mejor posicionado que Trump para capear una recesión”, dice.
La corresponsal jefe de The Wall Street Journal en China agrega: Estados Unidos y China se han acusado mutuamente de ciberataques cada vez más descarados. “Una opción que tiene Pekín, según las fuentes, es aprovechar los datos, registros de llamadas y otra información recopilada durante años de intrusiones en redes informáticas de puertos, servicios de agua, aeropuertos y otros objetivos estadounidenses”.
El diario económico y financiero basado en Nueva York informó a principios de este mes que, en una reunión secreta celebrada en Ginebra en diciembre con el Gobierno saliente de Joe Biden, funcionarios chinos vincularon una serie de ciberataques a infraestructura estadounidense con el apoyo de Washington a Taiwán, la isla autónoma que Pekín se ha comprometido a someter a su control. “Pekín también podría intensificar la coerción estratégica contra socios de Estados Unidos, especialmente en el Indopacífico, en un momento en que el compromiso del Gobierno de Trump con la seguridad en la región parece estar en duda”.
Los metales raros
“La guerra comercial más intensa es con China, y es precisamente en ese aspecto donde me temo que Trump ha cometido un grave error de cálculo. Parece estar esperando a que el Presidente Xi Jinping se rinda y exija ayuda, pero eso es improbable; en cambio, podría ser Estados Unidos el que esté más desesperado por poner fin al conflicto comercial”, escribe Nicholas Kristof, uno de los columnistas más destacados de The New York Times.
China, dice, enfrenta serios desafíos económicos internos, como el subempleo generalizado y un ciclo deflacionario sin fin a la vista. La guerra comercial podría costarle millones de empleos, lo que plantea riesgos de inestabilidad política. “Sin embargo, también es cierto que China se ha preparado para esta guerra comercial. Supongo que algunas fábricas chinas ya están imprimiendo etiquetas de ‘Hecho en Vietnam’ y preparándose para enviar mercancías a través de terceros países. Y China luchará con armas que van mucho más allá de los aranceles”, agrega el periodista.
China compra productos agrícolas y aviones a Estados Unidos, “y casi con toda seguridad puede obtener lo que necesita en otros lugares. Pero, ¿de dónde obtendrá Estados Unidos los minerales de tierras raras, esenciales para la industria estadounidense y la base militar-industrial?”, se pregunta Kristof, y a continuación argumenta:
• Actualmente dependemos de China para el 72 por ciento de los 17 metales conocidos como tierras raras, utilizados en todo, desde vidrio y cerámica hasta convertidores catalíticos. Y en la subcategoría de tierras raras pesadas, China es el único productor mundial de seis.
• China ya ha anunciado que limitará la exportación de estos seis minerales de tierras raras pesadas, así como de imanes de tierras raras, de los cuales controla el 90 por ciento del suministro mundial. De hecho, dice Nicholas Kristof, China es la OPEP de las tierras raras, esenciales para la industria estadounidense y la producción militar. “Sin ellas, tendríamos dificultades para producir drones, automóviles, aviones, turbinas eólicas y más. Un solo avión de combate F-35 contiene unos 400 kilos de tierras raras, y un submarino puede utilizar más de cuatro toneladas”.
En 2010, cuando China y Japón se vieron envueltos en una disputa marítima tras la colisión de un barco en aguas en disputa, Pekín detuvo las exportaciones de tierras raras a Japón. “El resultado fue una frenética lucha en Japón por encontrar suficientes tierras raras para mantener abiertas las fábricas, y Japón se apresuró a adoptar una postura conciliadora y abogó por la reanudación del comercio”, explica el autor en The New York Times.
“Quizás Trump piensa que encontrará fuentes alternativas de tierras raras. Deberíamos. Pero como las tierras raras son contaminantes para su extracción y procesamiento, puede llevar casi tres décadas obtener permiso para abrir y operar una mina de tierras raras en Estados Unidos, por lo que encontrar sustitutos no será fácil. Las tierras raras no son tan raras en la naturaleza, a pesar de su nombre, y ofrecen una ventana a la vulnerabilidad de la base militar-industrial de Occidente y nuestra dependencia de China. Hasta 1995, se producían principalmente en Estados Unidos. Pero entonces China comenzó a refinarlas a bajo costo, y Estados Unidos no pudo competir (ni lo intentó seriamente)”, dice Nicholas Kristof.