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Greenpeace

13/08/2018 - 12:00 am

Democratizar ciudades para respirar

En agosto se conmemora el Día Interamericano de la Calidad del Aire. Hace 16 años, Cancún fue la sede de una reunión en la que organizaciones de la sociedad civil de diferentes países, así como organismos internacionales como el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) y la Organización Mundial de la Salud (OMS), decidieron conmemorar este día para proponer soluciones participativas a los problemas relacionados con la calidad del aire.

Necesitamos cientos de kilómetros de áreas verdes. Foto: Cuartoscuro.

Por Carlos Samayoa

En agosto se conmemora el Día Interamericano de la Calidad del Aire. Hace 16 años, Cancún fue la sede de una reunión en la que organizaciones de la sociedad civil de diferentes países, así como organismos internacionales como el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) y la Organización Mundial de la Salud (OMS), decidieron conmemorar este día para proponer soluciones participativas a los problemas relacionados con la calidad del aire.

Desde 2002 ya se tenían datos sobre las cientos de miles de muertes prematuras en América Latina atribuibles a la contaminación del aire. También se identificó que las infecciones respiratorias agudas son una de las causas principales de muerte de personas menores de cinco años de edad, y que cientos de millones de personas respiramos un aire que no cumple con las guías de calidad del aire de la OMS. Se visibilizó desde entonces la necesidad de que las y los líderes de los gobiernos de la región de las Américas y el Caribe se comprometieran a reducir las tasas de mortalidad derivadas de la contaminación del aire.

Sin embargo, hoy la situación persiste y hasta es más grave; un ejemplo es México. Si tomamos en cuenta que la contaminación del aire tiene una relación directa con la salud y el cambio climático, y éste a su vez es uno de los retos más grandes que enfrentará la humanidad durante este siglo, resulta urgente generar medidas ambiciosas y con visión de largo plazo para lograr un aire saludable.

Solucionar este problema requiere democratizar nuestras ciudades. Latinoamérica se convirtió en la región con la urbanización más acelerada en el mundo durante las últimas siete décadas. Pasó de 40 por ciento de población urbana en 1950 a 80 por ciento en 2010. Este crecimiento se dio en un esquema de acentuada desigualdad e injusticia en cuanto al acceso al espacio público, el cual se convirtió en motivo de conflicto entre quienes poseen un automóvil y quienes no. La percepción de seguridad, comodidad y status social al tener un carro aumentó la demanda vehicular. La tasa de motorización creció en tal nivel, que actualmente en México 70 por ciento de los contaminantes del aire provienen de automóviles.

La movilidad se convirtió en un factor elemental para la calidad de vida. Hoy en estos términos hay una gran desigualdad, ya que menos del 30 por ciento de la población se traslada en un auto; sin embargo, esa minoría ocupa la mayoría del espacio público y genera la mayor parte de la contaminación del aire. La democratización de las ciudades implica crear las mismas oportunidades de acceso al espacio para cualquier persona, sin importar su clase social o poder adquisitivo. Es por eso que más allá de que las personas en condición de pobreza tengan carros, el reto es que las personas ricas usen el transporte público. Esto representa una oportunidad de aminorar notoriamente la contaminación del aire.

El primer paso para erradicar la desigualdad es ser conscientes de que existe. Nos hemos acostumbrado tanto a ella, que muchas veces está frente a nuestros ojos y no la notamos. Es por eso que brindar un carril exclusivo para el transporte público o construir carriles confinados para ciclistas, también es democratizar la ciudad. Más que un adorno o capricho, es la forma en que se garantiza el derecho a una movilidad segura para quienes escogen la bicicleta como medio de transporte. Establecer espacios delimitados para cada forma de movilidad es un símbolo de democracia que demuestra que la persona que se mueve en el transporte público, o quien lo hace en una bicicleta de dos mil pesos, es tan importante como alguien que conduce un auto de medio millón de pesos.

Tenemos que pensar en las ciudades que queremos habitar en las próximas décadas. Necesitamos ciudades que den mayor prioridad a los seres humanos que a los carros. Necesitamos optimizar el espacio público. Necesitamos cientos de kilómetros de áreas verdes con espacios que permitan caminar de manera segura. Necesitamos un transporte público agradable, de bajo costo, no contaminante. Para lograrlo, los gobiernos tienen que cambiar las prioridades y formas en que invierten los recursos públicos. ¿Queremos volver a respirar aire limpio? Subamos al transporte público como un acto revolucionario para transformar nuestras ciudades.

*Carlos Samayoa es campañista de Revolución Urbana en Greenpeace México

Facebook: Greenpeace México
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