“Te detiene, te afecta, te daña”. Son efectos del acoso y el tener que llamar “profesor” al agresor sexual en la UNAM

20/06/2018 - 8:00 pm

“Quisiera ser sol para darte todo el día”. Es la declaración de un profesor a su alumna. Como esa declaración, hay varias: se escuchan en los salones, se comentan en los pasillos, se denuncian y se ignoran en las direcciones. Más de la mitad de los casos de violencia de género no han sido resueltos y de una muestra de 250 estudiantes, el 60.7 por ciento admite que no se sentiría seguro denunciando dentro de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).

Por Andrea Contreras Salazar 

Ciudad de México, 20 de junio (SinEmbargo).- Fernando, un chico de tez morena y vestir holgado que hoy estudia sociología, cuenta que en CCH -Colegio de Ciencias y Humanidades-, tenía un profesor que hacía a las alumnas sentarse en sus piernas “como las secretarias”. Sin excepción, todos y todas las alumnas pidieron el cambio, pero no había ningún otro docente disponible para reemplazarlo; para los documentos oficiales, es lo mismo que si no hubiera sucedido. En el registro oficial, cerca del 40por ciento de los casos no se resuelven, pero el registro no incluye los casos que “no tenían suficiente” para ser procesados.

Luisa Ortiz, especialista en violencia de género, suscribe los términos de hostigamiento y acoso sexual a la misma, pues aunque las víctimas pueden ser tanto hombres como mujeres, las cifras hablan por si solas: el 96 por ciento de las agredidas en la UNAM son mujeres y el 93 por ciento de los agresores son hombres, de acuerdo con cifras liberadas en transparencia de la misma universidad.

Luisa define la violencia de género como: “aquella violencia física, psicológica, económica, sexual que se da en contra de las mujeres por el hecho de ser mujeres.” y le es importante recalcar que la violencia no proviene únicamente del contacto, pues aunque los cuerpos no sean tocados, hay acciones que afectan la vida física de las víctimas.

La violencia de género es un tema polémico dentro de la UNAM: así lo demuestran los tres paros ocurridos en los últimos meses dentro de las facultades de Filosofía y Letras y Ciencias Políticas y Sociales y la Escuela Nacional de Trabajo Social en 2018. Las líderes de estas movilizaciones, recalcaban el mal funcionamiento de la justicia y la gran impunidad de la que disfrutan los agresores.

De acuerdo con “Gato”, consejera estudiantil de la Facultad de Filosofía y Letras que prefiere no brindar su nombre, existen tres grandes problemas para denunciar: de inicio, al presentar una queja las estudiantes son cuestionadas: “¿estás segura de que te sucedió? ¿no fue únicamente tu percepción?”. Además “se dan muchas largas” los procesos son largos y por lo general no proceden y, por último, a las estudiantes se las amenaza por redes sociales y por teléfono.

Dentro de la violencia de género, existen dos categorías que se confunden bastante: el hostigamiento y el acoso. De acuerdo con el glosario de términos de la Universidad de Lleida, el acoso se refiere a aquellos comportamientos físicos, verbales y no verbales no deseados de índole sexual que atentan contra la dignidad de una persona; el hostigamiento, por otra parte, es una forma de acoso en la cuál existe una relación de poder entre el victimario y la víctima: jefe y subordinada o profesor y alumna.

Hasta hace menos de dos años, la UNAM no se encontraba inscrita en ningún proyecto relacionado con igualdad de género. Foto: Andrea Contreras Salazar.
Del total de casos de violencia de género, dos de cada cinco permanecen en la impunidad. Foto: Andrea Contreras Salazar.

LO QUE REVELAN LOS NÚMEROS 

El acoso representa, según datos de la misma universidad publicados en el Informe sobre la implementación del protocolo para la atención de casos de violencia de género en la UNAM, con datos de 2017, el 12 por ciento de la violencia de género y el hostigamiento el 11.5 por ciento-. El porcentaje más grande lo ocupa el abuso sexual con el 20.9 por ciento. Aun así, dentro de las relaciones entre víctima y victimario, la más común es la de profesores de sexo masculino y alumnas de sexo femenino, con un 63 por ciento del total de relaciones.

Traducido en números, esto quiere decir que al año, se dan aproximadamente 97 casos de hostigamiento y 79 de acoso. Aún si las cifras resultan preocupantes, el 89.1 por ciento de una muestra de estudiantes en CU, confesó que a su percepción, existe una gran falta de denuncia entre la comunidad estudiantil.

Gato me explica algunas de las razones por las cuales a las víctimas no les gusta el proceso de denuncia: por principio, no les permiten acompañamiento más que cuando van a presentar el acta, pero en los siguientes meses, únicamente pueden ser apoyadas por abogados de la UNAM. Además, agresor y agredida deben tener un pacto de silencio; si la víctima dice algo antes del proceso de resolución, el hostigador puede denunciarla por difamación.

Por último, Gato señala que, en ocasiones, sólo se puede resolver el conflicto mediante la confrontación entre agresor y agredida, sin embargo el protocolo de violencia de género señala que este procedimiento es alternativo y únicamente se llevará a cabo en caso de que ambas partes estén de acuerdo. De cualquier forma, para Luisa Ortiz es una forma de la universidad de lavarse las manos.

En algunas ocasiones comienza como algo no físico. Foto: Andrea Contreras Salazar.
El hostigamiento sexual se da cuando alguien realiza conductas molestas a segundos desde una posición de poder. Foto: Andrea Contreras Salazar.

La investigación “Intrusas en la Universidad” revela otra cara de la moneda: los hombres que no denuncian. De acuerdo con sus datos, el 71.9 por ciento de los hombres no denunció la violencia existida. Sigue siendo un porcentaje bajo, pero comienza a visibilizar la violencia contra los hombres. Cuando hablo con Juan, estudiante de ingeniería, y le pregunto si cree que existe falta de denuncia por parte de los hombres por ser considerados débiles, el me contesta que no, que los hombres, si viene de una mujer, ni siquiera lo perciben como acoso.

Fuera de la puesta en duda de la veracidad de la frase anterior, lo cierto es que en un 64 por ciento de los casos, los hombres son hostigados por otros hombres, no por mujeres. Un estudio realizado sobre percepciones de acoso y hostigamiento sexual contra las mujeres, reveló que los hombres suelen justificar en mayor medida la violencia de los perpetradores. En algunos casos, la violencia hacia ellos mismos.

De 250 estudiantes, 23.1 por ciento afirman haber sido víctimas de hostigamiento y en el 93.8 por ciento de los casos, no hubo resolución alguna. Por otra parte, dentro de la misma muestra, el 66.8 por ciento de los encuestados dicen conocer a algún o algunos compañeros víctimas de hostigamiento. De 166, únicamente se resolvieron quince casos.

Dentro de ese mínimo porcentaje de agresiones resueltas, de acuerdo con un documento liberado por transparencia de la universidad, únicamente en un 27.5 por ciento de los casos existió una suspensión. Es decir: de los 87 casos presentados de hostigamiento sexual entre 2016 y 2017, 35 procedieron con una “resolución legal” y sólo en uno de cada cuatro existió un castigo severo contra el docente.

EL PROTOCOLO DE LA UNAM 

En 2013 se realizó uno de los primeros acercamientos al hostigamiento sexual en la UNAM: Intrusas en la Universidad es un estudio que recoge varios estudios de género, entre ellos uno sobre el hostigamiento y el acoso. Uno de los datos más impactantes presentado por el mismo estudio, es el porcentaje de alumnas hostigadas o acosadas: 49.3 por ciento. Apenas a unas cuantas décimas de ser la mitad de la población.

El protocolo se presenta hasta el 29 de agosto de 2017, como parte de la política institucional de la Universidad Nacional Autónoma de México instaurada en el acuerdo rectoral. Graue Wiechers, quien da luz al proyecto, comenta lo siguiente:

[el protocolo es] “uno de los esfuerzos institucionales por visibilizar, sistematizar y atender de manera focal la violencia de género como un fenómeno estructural y global que atañe a la comunidad, que además de colocarse como el primero en su clase, fija un modelo de actuación para otras instituciones educativas de América Latina.”

Su objetivo es, de acuerdo a lo expuesto en el sitio web de igualdad de género en la UNAM “articular la estructura y el procedimiento que tiene la UNAM para la atención de los casos de violencia de género a través de las instancias dependientes de la Oficina de la Abogada General; sumar algunas fases y actuaciones que garanticen una mejor atención; y, dar certeza a la comunidad universitaria sobre cómo funcionan tales mecanismos en estos casos.”

De manera simple, el protocolo cuenta con tres etapas: en la primera se brinda ayuda a la víctima y se la orienta con personas como Gato; en la segunda, se interpone una queja y se determina el mejor mecanismo de actuación. En la tercera, se siguen los acuerdos del procedimiento alternativo o el formal para la resolución del caso.

Si bien el protocolo ha aumentado las denuncias exponencialmente, los estudiantes lo califican como un “laberinto burocrático” de acuerdo con una nota publicada en el portal periodístico “Aristegui Noticias” el 19 de marzo de 2018, una vez finalizados los paros de Filosofía y Letras y Ciencias Políticas y Sociales; estas mismas facultades resolvieron hacer una revisión del protocolo con el objetivo de finalizar por completo con la violencia de género.

LLAMAR “PROFESOR” A TU AGRESOR 

Para Luisa Ortiz, los efectos del hostigamiento sexual son enormes, aún si no se interponen tocamientos o violencia a lo que ella denomina “el cuerpo analógico”.

“Te detiene, te afecta, te daña. Los efectos físicos son gigantescos: pérdida de sueño, estrés crónico, pérdida de cabello, aumento de peso, problemas psicosomáticos, psicosociales hasta llegar a depresión y esas cosas son físicas, te están pasando. Eso es lo que estamos tratando de argumentar: los efectos psicosomáticos son tan fuertes como los efectos físicos. Nos están violentando.”

Encontrar víctimas de hostigamiento no es complicado. Lo difícil es conseguir que hablen, porque al hacerlo exponen todo su futuro académico.

Dora casi no ve a los ojos cuando habla de su hostigador. Baja la mirada. Según confiesa, el que fuera su profesor es tan violento que no dudó que podría haberla matado. Afortunadamente, esto no sucedió, pero al día de hoy ella ya no es estudiante de la UNAM, aún cuando contaba con el apoyo del Conacyt.

Cuando denunció, el profesor José Joel Carrillo Rivero comenzó por removerle la beca y excluirla de los círculos; más tarde, empezó a tacharle todas sus tareas y a insultarla en clase. Su caso terminó con su expulsión. Dora no pedía medidas contra su tutor, únicamente quería que se lo cambiaran para poder finalizar su posgrado de manera tranquila.

A Mafer, estudiante rubia de ojos pequeños quien hoy estudia medicina, Pedro Rubí, su profesor de Lectura y Redacción la hostigó durante su estadía en CCH. En clases, le lanzaba piropos de connotación sexual abiertamente y en alguna ocasión, la obligó a quedarse en el salón hasta conseguir su número telefónico y su dirección. No fue la única: a algunas alumnas las tomaba de la cintura y a otras les agarraba las manos.

Cuando ella y otras compañeras quisieron denunciar, las responsables de psicopedagogía les pidieron que “se acostumbraran, porque malos profesores iban a tener en toda su trayectoria académica”. Tras varios reclamos, logró cambiar al docente, pero su historial continúa impoluto, a pesar de que, según lo dicho por una de las mujeres que la atendió, el profesor llevaba haciendo lo mismo desde hace varios años.

A Yeli, quien fue estudiante de licenciatura en la facultad de economía, su profesor la saludaba afectuosamente todas las mañanas con un abrazo que terminaba en agarrarle las nalgas. Así lo expone Lau Almaraz en un artículo publicado en noviembre de 2017 dentro del portal de Cultura Colectiva.

Pedro Sergio Urquijo Torres, director del centro de Investigaciones en Geografía Ambiental, de acuerdo con Sol Arellano a través del portal “Reporte índigo”la hostigó sexualmente y después jugó como juez en el juicio de otra compañera. En sus palabras: “Existe un conflicto de intereses porque como directivos están siendo juez y parte puesto que ellos mismos reproducen la violencia de género al revisar nuestros casos”.

Las más complicadas son quienes no quieren denunciar: no se las puede culpar y nadie lo hace, pero ellas se sienten culpables. Bajan la mirada y se sonrojan; tratan de explicarme que “en realidad no es tan grave”. Quieren detener el problema, pero son incapaces de detener su futuro profesional en el proceso. Algunas buscan alguna manera de colaborar: quizá si se omiten nombres y facultades: Si no hay forma posible de que alguien sepa su participación.

Este fue, por ejemplo, el caso de María, estudiante de la Facultad de Ciencias Políticas y sociales, quien al no querer exponer el caso, terminó peleada con el resto de las jóvenes de su grupo, quienes la culpan por no haber tenido el valor suficiente de poner su nombre en una hoja de papel.

La violencia de género es un tema polémico dentro de la UNAM. Foto: Andrea Contreras Salazar.
Dentro de la violencia de género, existen dos categorías que se confunden bastante: el hostigamiento y el acoso. Foto: Andrea Contreras Salazar.
Hasta hace menos de dos años, la UNAM no se encontraba inscrita en ningún proyecto relacionado con igualdad de género. Foto: Andrea Contreras Salazar.
Frente al acoso, el movimiento feminista se fortalece en la UNAM. Foto: Andrea Contreras Salazar.

ESTUDIANTES SIN RESPALDO

La confianza en la institución es casi inexistente: Intrusas en la Universidad señala que en la comunidad estudiantil, es menos del 1 por ciento el que busca apoyo u orientación en la UNAM. Aunque el protocolo representaría un paso adelante, para Ana Gabriela Buquet Corleto, hay tres factores fundamentales para eliminar la violencia de género más allá de un sistema legal eficiente:

“Para promover condiciones de mayor equidad entre mujeres y hombres en el ámbito de la educación superior se requiere sostener y fortalecer, de manera simultánea, las tres vertientes de la transversalización de la perspectiva de género. Por supuesto, la institucionalización —y fortalecimiento— de los estudios de género que permita producir un conocimiento crítico y de vanguardia ante diversas problemáticas sociales. También la transversalización de la perspectiva de género en los currículos universitarios que permita formar a las y los jóvenes de las nuevas generaciones con un perfil más completo e integrado al incluir en sus conocimientos y futura práctica profesional las herramientas de la perspectiva de género.”

Luisa, a pesar de saber a lo que se enfrentan las estudiantes, no pierde la esperanza y habla con cierta energía cuando dice que lo primera cosa de la cuál deben estar conscientes las estudiantes es de que no están solas: “Como manada siempre somos mucho más fuertes y como manada siempre somos mucho más potentes. Ahora, no todas están dispuestas a denunciar, no todas pueden denunciar, porque es una decisión personal y además es algo como muy íntimo, pero definitivamente en los números siempre estamos mejor.”

Además de eso, ella sugiere informarse muy bien: sobre dónde está la ley de tu lado, sobre con quien puedes acudir y sobre las debilidades de tu agresor. Su último consejo es hablarlo: para ella, el quedarse callada es dar herramientas en nuestra contra y la desobediencia civil es nuestra perfecta hermana: exponer públicamente a los agresores, llamar a que no se inscriba nadie a sus clases.

Con tan poca confianza en la Universidad, es conveniente saber que en cada delegación existe una oficina de género, además del ministerio público y la procuraduría de la ciudad. Aunque, claro, recalca Luisa: “si tú no confías, si tu no quieres, hay ONG’s aliadas, somos muchas. Somos mujeres voluntarias que estamos para apoyarte, documentarte y darte soluciones que te funcionen mejor a ti. Yo te diría: hay de todo, pero hay que informarse y hay que preguntar.”

Pero es difícil informarse cuando los datos de transparencia UNAM son de tan difícil acceso y se tiene una confianza tan baja en las autoridades.

En los casos más graves, las víctimas pueden llegar a tener depresiones agudas. Foto: Andrea Contreras Salazar.

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