Trump, la Avaricia y la Resistencia

29/11/2016 - 12:00 am
La democracia de los neoliberales es, en el fondo, el gobierno de los intereses económicos. Foto: Especial
La democracia de los neoliberales es, en el fondo, el gobierno de los intereses económicos. Foto: Especial

Tras la caída de la Unión Soviética parte importante del liberalismo se transfiguró para convertirse en neoliberalismo. El noeliberalismo, ante la caída del comunismo soviético y su amenaza, se movió a la extrema derecha atacando al Estado del Bienestar, señalándolo como un régimen socialista. En este sentido, para los neoliberales y para Trump, Obama es un socialista por los programas de bienestar social y las regulaciones que ha implementado.  Además, para Trump y sus alianzas con los promotores de la ideología de la supremacía blanca, Obama tiene un gran defecto: es negro.

Más allá de los conceptos políticos y económicos con los que podemos definir una ideología y otra, lo que se ha impuesto con el neoliberalismo es el imperio de la Avaricia. Milton Friedman, padre del neoliberalismo, lo explicaba de manera clara: el progreso de la humanidad se ha dado gracias a la Avaricia, la Avaricia es el motor del desarrollo. Friedman y el neoliberalismo son la antítesis de la filosofía perene, de aquellos principios que son comunes a todas a las antiguas tradiciones que veían en la Avaricia una conducta contra los hombres, contra la sabiduría, contra toda ética. Para ellos la Avaricia es el motor del desarrollo, del progreso. Y la Avaricia puede ser tan destructora o más que un Déspota.

Para el neoliberlismo de Friedman no deberían pagarse impuestos, estos deberían ser mínimos, los impuestos extraen el dinero que los individuos y las empresas invertirán en generar riqueza, los impuestos van en contra del desarrollo. Escuchar a Friedman es escuchar la barbarie, la ideología que se introdujo, a través de la escuela de Chicago, en grupos de individuos que se incrustaron en los gobiernos de diversos países para expandirla.

Está el caso bien registrado de Chile y la influencia de Friedman y los Chicago boys en la política económica de Pinochet. El propio candidato Jorge Alessandri que compitió frente a Allende en las elecciones de 1970, calificó de aberrantes, irracionales y desmedidas las propuestas económicas que los Chicago boys le presentaron y que después retomaría Pinochet. Medidas que solo pudieron implementarse bajo un régimen dictatorial, con control de la prensa y una fuerte represión.

Para el neoliberalismo nada debe detener las inversiones ni las ganancias, las regulaciones son un obstáculo para el crecimiento económico, el mercado se regula a sí mismo. Mientras el régimen comunista existió, el Estado del Bienestar ofrecía, en las naciones capitalistas desarrolladas, un modelo económico regulado por el Estado que buscaba proteger el interés y beneficio público a través de un mercado con ciertas regulaciones, en una convivencia entre la libre empresa y el bienestar público. El modelo del Estado del Bienestar ofrecía expectativas para las clases trabajadoras: acceso a la educación superior, protección en salud, acceso a la vivienda. Algunos de estos estados se convirtieron en inoperantes por la corrupción y tener el control de muy diversas ramas de la producción y los servicios. Otros sobrevivieron con fuertes controles democráticos y muestran una gran eficiencia en cuanto al bienestar de las personas.

En la periferia, en las llamadas naciones en vías de desarrollo, al tiempo que se planteaba el Estado del Bienestar en algunos países, en otros, las dictaduras de derechas recibían el apoyo y el respaldo de los Estados Unidos ante la amenaza de los movimientos socialistas y, en otros, se luchaba por instaurar regímenes socialistas, en varios casos, con el apoyo de la Unión Soviética. Eran los tiempos de la Guerra Fría. Con la caída de la Unión Soviética todo cambió, parte importante de los liberales se convirtieron en neoliberales, la amenaza no era ya el comunismo si no las políticas sociales y las regulaciones, ellas amenazaban el imperio de la Avaricia defendido y promulgado por Friedman y la nueva ideología que respondía y daba carta de naturalidad al nuevo régimen de las corporaciones globales.

La democracia de los neoliberales es, en el fondo, el gobierno de los intereses económicos, de las grandes corporaciones, es la negación del contrato social, es el imperio de la Avaricia y la negación de todos los principios humanitarios de la sociedad, no es ninguna democracia, es su negación, una negación que ha avanzado peligrosamente. Los neoliberales pretenden acabar con los principios de libertad, fraternidad, igualdad, que han servido para frenar, con poco éxito, su avance. Para los neoliberales, estos principios, son una forma del socialismo. Con Reagan y Thatcher se dio carta de naturalidad al poder de las grandes corporaciones, se debilitaron las leyes antimonopolio, se atacaron gran parte de las regulaciones, se destruyeron un gran número de políticas establecidas para proteger los intereses de la colectividad.

Bajo este modelo, las grandes corporaciones manufactureras se instalaron en las naciones de la periferia para explotar la mano de obra en condiciones calificadas por el propio congreso estadounidense como de esclavitud moderna, para extraer los recursos naturales degradando el ambiente en regiones enteras marcadas por la pobreza, sumiéndolas aún más en la miseria.

El Imperio de la Avaricia estableció la sociedad y maquinaria del hiperconsumo, único modelo que permite el crecimiento continuo de los ingresos de las grandes corporaciones ya que aumenta el consumo (las ventas) gracias a la obsolesencia programada de los productos y los propios servicios. Hay que consumir y desechar para volver a consumir siempre a una velocidad más acelerada sin importar el efecto sobre la naturaleza y las personas. Las externalidades de esta forma de producción y consumo se han pasado a un planeta finito y cada vez más degradado y a las sociedades locales y regionales cada vez más segregadas. La expresión más extrema a escala planetaria es el cambio climático por el consumo indiscriminado de combustibles fósiles y los obstáculos de los intereses establecidos para evitar los compromisos globales y el desarrollo de las energías renovables, por un lado, y por otro, el deterioro de la salud por la epidemia de sobrepeso, obesidad y diabetes generada por la imposición de los alimentos ultraprocesados y los obstáculos establecidos por las grandes corporaciones de alimentos y bebidas para su regulación.

El Imperio Neoliberal de la Avaricia ha impactado en el propio sueño americano, degradándolo. La expectativa dentro del Imperio de que los hijos lleguen a la educación superior, el acceso a la seguridad social y la posibilidad de adquirir una vivienda se han vuelto cada vez menos una garantía para toda la sociedad que ve aumentar la desigualdad social y la falta de oportunidades. Estados Unidos ha ido perdiendo lugar en las evaluaciones internacionales de educación, salud y bienestar general. Curiosamente, las naciones del norte de Europa que mantienen políticas regulatorias y fiscales fuertes, se encuentran muy por encima de los Estados Unidos en estos rankings internacionales, gracias a cargas impositivas altas que garantizan acceso a estos servicios a la población general. Hablando con un migrante kurdo que trabaja como taxista en Uppsala, Suecia, una de las naciones de mayor nivel de vida y más caras, me comenta que con 2 mil dólares viven bien él, su esposa y sus dos hijos. Sus hijos van a la mejor escuela, como todos los suecos, que es la más cercana a su casa, porque la educación es pública. También tienen el mejor servicio de salud porque es público. Y en unos años ha logrado hacerse de su casa con las facilidades ofrecidas para adquirirla.

En los Estados Unidos la lógica de la Avaricia del neoliberalismos desplazó la manufactura de su territorio hacia las naciones con salarios más bajos, permitiendo aumentar las ganancias de las empresas. En la industria de la ropa, del calzado, de la electrónica, entre muchas otras empresas estadounidenses de marcas reconocidas globalmente, las condiciones laborales, ya sea en China, México, Bangladesh, El Salvador o Libano, entran dentro de los que se ha clasificado por el propio Congreso estadounidense como “esclavitud moderna”. El poderío de parte importante de las grandes corporaciones, de las grandes marcas, se cimienta en condiciones de “esclavitud moderna”, el resultado del capitalismo salvaje y la Avaricia.

Trump no va a retornar esas plantas industriales a Estados Unidos con la cual grandes corporaciones estadounidenses han desarrollado su poderío, nadie aceptaría esos salarios en territorio estadounidense. Si volviera esa industria a su país y pagara mejores salarios, dejaría de ser competitiva en el mercado global. Trump construyó un discurso dirigido a atraer los votos de los menos educados, de los inconformes blancos afectados en su sueño americano, diciendo lo que su equipo identificó que ese sector quería escuchar. Antes de tomar el poder y a tan sólo un par de semanas de haber ganado las elecciones, en una entrevista en el New York Times, se retracta de parte de las promesas que había realizado en su campaña para atraer votos y ganar las elecciones. Además de preocuparnos por el carácter despótico de Trump, un ignorante de la política, debe preocupar igual o aún más, el gabinete que está anunciando con personajes que han promovido la ideología de la supremacía blanca, que niegan la ciencia y el cambio climático, que son cabilderos de la industrias que han generado graves daños a la salud de la población y que se han dedicado a combatir las regulaciones, de asesores que buscan retirar fondos a la investigación de interés público, una banda de déspotas, todos coaligados en torno a la Avaricia, que pueden dar al traste, en solamente cuatro años, con una parte importante de la tradición política y científica de ese país. El efecto, sin duda, se podrá extender al ámbito internacional, por las decisiones de un grupo de déspotas que no reconocen la necesidad de órganos internacionales que velen por la humanidad, por su entorno y por sus derechos.

Sanders señalaba claramente cuáles eran las causas de la degradación del sueño americano pero desde otra perspectiva, no la de la Avaricia, la de los valores humanitarios de la Libertad, la Igualdad y la Fraternidad. Y nuevamente, más allá de los conceptos políticos están las personas, las personalidades. Trump representa la Avaricia, Sanders representa parte de los valores perenes de la humanidad. Si Trump puede verse como la expresión de la Avaricia, Sanders representa una expresión más cercana a la Empatía, con una muy larga trayectoria política defendiendo los derechos de la población afroamericana, del movimiento ambientalista, de las mujeres, de los indios norteamericanos, de los trabajadores agrícolas.

Trump cuenta ya con la alianza de un grupo importante de las grandes corporaciones estadounidenses que ven en él el apoyo para acabar con varias de las regulaciones que limitan sus ganancias.  Por ejemplo, mientras Coca Cola nos ha convertido a los mexicanos en los mayores consumidores per capita, apoyándose con campañas con nombres propios, diminutivos y apellidos hispanos, contribuyendo seriamente a la epidemia de obesidad y diabetes que vivimos, una de las más graves a escala global, uno de sus principales cabilderos, encargado de bloquear todo tipo de regulación para proteger la salud de la población, es llevado por Trump al gobierno estadounidense para coordinar la política en alimentos. La alianza de Coca Cola con Trump, un personaje que ha atacado a los mexicanos y al país donde esta empresa tiene sus mayores ventas per capita, no representa ningún problema, como no lo representó para esta empresa realizar al mismo tiempo grandes campañas publicitarias apoyando los llamados valores americanos durante la Segunda Guerra Mundial mientras hacía también campañas publicitarias en Alemania, de la mano del régimen Nazi. Veremos que otras corporaciones, como las automotrices, que se ven afectadas por las promesas de Trump de retornar las plantas a territorio estadounidense o establecerles altos aranceles, llegaran a un acuerdo con él para no ver afectados sus intereses.

En los Estados Unidos la lógica de la Avaricia del neoliberalismos desplazó la manufactura de su territorio hacia las naciones con salarios más bajos. Foto: Especial
En los Estados Unidos la lógica de la Avaricia del neoliberalismos desplazó la manufactura de su territorio hacia las naciones con salarios más bajos. Foto: Especial

La Resistencia

Estados Unidos es un país con una sociedad civil y una comunidad periodística y científica muy activa y con una larga tradición libertaria. Me refiero al pensamiento y la acción libertaria del siglo XIX, embebida de un sentimiento antiautoritario, no a la también llamada ideología libertaria del Tea Party. Con el triunfo de Trump se han levantado una serie de protestas entre los jóvenes estudiantes, entre los académicos, entre las organizaciones no gubernamentales, sin precedentes en los Estados Unidos durante los últimos decenios del siglo pasado y los primeros años de este milenio. Varios líderes políticos y de opinión han declarado que se dedicaran a hacerle la guerra a Trump por abanderar una ideología que va en sentido contrario a la propia Constitución de los Estados Unidos.

Ciudades tan importantes como Nueva York y Los Ángeles, entre otras, se declaran contra sus políticas y se manifiestan bajo lo que podemos denominar un tipo de desobediencia civil al declararse santuarios para inmigrante, entre otras medidas. El gobernador del Estado de California ha declarado que continuará con sus políticas para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero, para desarrollar las energías renovables, sus programas de alimentación y de apoyo a los pequeños agricultores, entre otras medidas. Asociaciones civiles por el derecho al aborto, de protección del medio ambiente, de defensa de los derechos humanos, de científicos comprometidos con la sociedad, de defensa de las minorías étnicas, una gran parte de ellas con cientos de miles de miembros, están elaborando sus estrategias para enfrentar al gobierno de Trump a escala federal y dirigiendo sus acciones a la defensa y promoción de políticas a escala de estados y ciudades.

No sólo la comunidad científica estadounidense está preocupada, lo está también la comunidad científica internacional. Los Estados Unidos son el centro de la investigación en muy diversas ramas que están enfocadas, muchas de ellas, a proteger la salud, desarrollar curas a enfermedades, conservar la biodiversidad, el clima, el desarrollo de tecnologías sustentables. Esta investigación de interés público tiene dos características básicas: se da con una muy intensa colaboración de expertos internacionales y con la participación de fondos públicos. Las opiniones de Trump sobre temas de medio ambiente, de cambio climático y de salud, e incluso sus referencias a que los institutos de salud están perdiendo el tiempo y desechando recursos, han mostrado su intención de retirar los fondos públicos de lo que para él no es importante, es decir, lo que no genera ganancias privadas, no aporta a la Avaricia. Cientos de científicos, entre ellos varios Premio Nobel, se han pronunciado contra su postura frente al cambio climático y cientos de científicos sociales de muy diversas instituciones académicas han denunciado que las posturas de Trump durante la campaña van contra los principios democráticos de los Estados Unidos y representan una amenaza no sólo para la democracia de ese país, también para el resto del mundo.

Hay una amplia comunidad estadounidense de organizaciones no guberrnamentales, de organizaciones de base, de comunidades científicas, de líderes de opinión, de estudiantes, de comunidades intelectuales, de periodistas, de profesionistas, que han visto en Trump una amenaza a lo que han logrado construir durante decenios, una amenaza a la propia democracia estadounidense. Sin duda resistirán y veremos un fuerte enfrentamiento.

Esto ocurrirá del otro lado de la frontera, de este lado, donde se presentarán los mayores estragos de la política de Trump parece prevalecer el estado de shock, con un gobierno en quiebra financiera y políticamente perdido por la corrupción y la ineficacia de los poderes legislativos, ejecutivo y de los propios partidos políticos. El silencio reina en México como el que se registra antes de un huracán, y los políticos parecen estar más dispuestos a salir corriendo que a reforzar las puertas y ventanas, a establecer las condiciones para enfrentar ese huracán y sobrevivirlo en condiciones dignas.

Sabemos que ellos son incapaces, hay que reaccionar desde la sociedad civil.

Alejandro Calvillo
Sociólogo con estudios en filosofía (Universidad de Barcelona) y en medio ambiente y desarrollo sustentable (El Colegio de México). Director de El Poder del Consumidor. Formó parte del grupo fundador de Greenpeace México donde laboró en total 12 años, cinco como director ejecutivo, trabajando temas de contaminación atmosférica y cambio climático. Es miembro de la Comisión de Obesidad de la revista The Lancet. Forma parte del consejo editorial de World Obesity organo de la World Publich Health Nutrition Association. Reconocido por la organización internacional Ashoka como emprendedor social. Ha sido invitado a colaborar con la Organización Panamericana de la Salud dentro del grupo de expertos para la regulación de la publicidad de alimentos y bebidas dirigida a la infancia. Ha participado como ponente en conferencias organizadas por los ministerios de salud de Puerto Rico, El Salvador, Ecuador, Chile, así como por el Congreso de Perú. el foro Internacional EAT, la Obesity Society, entre otros.
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