Avión dulce avión

01/12/2013 - 12:00 am

                Nunca por más que viaje, por más que conozca

la partida de un lugar, la llegada a un lugar, conocido o desconocido

pierdo, al partir, al llegar y en la línea móvil que los une,

la sensación de escalofrío, el miedo a lo nuevo, la nausea—

esa nausea que el sentimiento que sabe que el cuerpo tiene alma

Treinta días de viaje, tres días de viaje, tres horas de viaje—

Siempre algo opresivo se infiltra en lo más hondo de mi corazón.

Fernando Pessoa

Hogar de paso con alas. Gusano volátil en el diván improvisado de los pensamientos más profundos en las alturas. Al volar debo confesar que una impenetrable tristeza me aborda, pero al mismo tiempo se convierte en una alegría que sofoca al dejar aventuras y pendientes en el abandono, como si se estuviera frente a la demolición de un edificio.

De lado derecho en el asiento 20 a, la ventana deja ver que el cielo tiene acné, las espinillas son las estrellas que acompañan el rostro del firmamento, dispuesto a enfrentarnos en el reflejo que se ilustra con nuestra cara y la frente arrugada por apretar los ojos para alcanzar a ver el espectáculo epidérmico en las alturas.

Asientos más adelante, una brigada de reminiscencias adolescentes se manifiesta antes de despegar. Un pasajero se coloca los audífonos como estampida y sube el volumen para ahogar sus oídos con Summer 1978 de Yann Tiersen en lo que la nave acelera su paso para despegar, mientras los dedos del músico ceden en las teclas del piano y agregarle drama a deambular sobre el túnel de las nubes, que nos dice que algo pasa con el simple suspiro de un avión andando.

La azafata cual maestra de escuela regaña al rebelde y le pide que acomode su asiento y se abstenga de escuchar música. Queda estrictamente prohibido agregar soundtrack a uno de los momentos más emocionantes de la existencia, ser como el globo que un niño suelta sin querer.

Contención del impulso. No más. El consuelo, un refrigerio equivalente al tamaño de un punto. Dieciocho gramos de Ruffles y un jugo de manzana, que en un sorbo se acaba. ¿Labor de supervivencia? Partir las papas con las espadas de los dedos y prolongar su duración un poco más de lo debido.

El absurdo por lo efímero y lo subrepticio de los pensamientos compiten en el gusano volátil. Absurdas pantallas planas anuncian autos últimos modelo con planes de financiamiento que ahorcan las carteras, hoteles que no son de paso, sino paraísos para la burguesía, que exhiben a un hombre embestido en un traje sastre, cargando un tiburón en recepción con la promesa de amputárselo con la simple estancia.

Nada, puede más el romanticismo longevo de la pareja de cronopios que se atreven a golpearse con los labios y reír como si fueran a morir, al mismo tiempo que las turbulencias unen sus almas en medio de la nada, más que la cortina celestial por la que se arrastra el gusano volátil y vigila sus movimientos limitados por el cinturón de seguridad.

Un ronquido musical acompaña el momento. La muerte nocturna visita a algunos pasajeros que sucumben la somnolencia en las alturas y prefieren ser ciegos que se pierden las fases lunares, gente que deja interrumpir el flujo nasobucal y produce una melodía desagradable, como si la orquesta tuviera la nariz del sonido tapada y provocara disturbios al resto de los viajantes.

La vista y el oído en las alturas se pueden ver afectados por un tornado de los sentidos. Pero los estirados peinados de las azafatas, la nobleza del gel en los capitanes y sus uniformes planchados, agitan los latidos de los ojos, nos devuelve la vida con su presencia a pesar de regaños o recordatorios absurdos o gentilezas de servicio.

Estamos por aterrizar a la tierra de todos y de nadie. Son las nueve de la noche con treinta y cinco minutos. El capitán cual oráculo anuncia la temperatura como si fueran horóscopos y da recomendaciones existenciales para quienes venimos escuchando Summer 1978 de nuevo, en lo que el destino de regreso se revela frente a nuestros ojos y la realidad vuelve con ese algo opresivo que Pessoa presume sentir, que se infiltra en el comando de los latidos.

@taciturnafeliz

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