Más que sólo ser extensiones de terrenos áridos, los desiertos en el mundo guardan secretos: El paso de siglos de historia en sus caminos, culturas, vida y una conexión profunda.
Yermo, de Everardo González, regresa del Festival de Cine de Morelia para reflexionar sobre estos paisajes y siento un bálsamo en el trabajo de directos que ha retratado la realidad más cruda de México.
Ciudad de México, 02 de noviembre (SinEmbargo).– Un viaje por diez de los desiertos del mundo es reflejado en el documental Yermo, del director mexicano Everardo González. Una cinta que más que ser el recuento de una gran experiencia, reflexiona sobre las conexiones que hay entre estos territorios y las personas que los habitan.
El filme, que recorrió los caminos de Michoacán recientemente gracias al Festival Internacional de Cine de Morelia (FICM), representó un reto para su director. Un trabajo que fue concebido bajo la marcha, no fue planeado, pero que obtuvo un excelente resultado.
Everardo fue invitado en 2014 por el fotógrafo Alfredo de Stéfano a un viaje por los desiertos para que filmara el making-of de un proyecto que él realizaría, el cineasta tomó la invitación con incredulidad: “Es muy difícil que alguien te ofrezca viajar por diez desiertos del mundo y encima de ofrezca un sueldo”, comenta González entre risas en entrevista para SinEmbargo.
Relata que sólo iba como acompañante del trabajo de Stéfano, pero 3 o 4 años después se dio cuenta que hacía ya una película que no era la que le habían pedido. “Con mucho miedo y vergüenza le dije que estaba haciendo otra cosa, primero se sacó de onda pero yo creo que se vio muy generoso porque él ya había invertido mucho dinero en la película que buscaba y entró como coproductor”.
El cineasta sabía que tenía ya algo en su manos, pero el segundo reto era darle forma.
“Fuimos encontrando la forma de una película hecha de retazos de lo que estaba filmado solo pasa ser sólo el escenario, se convirtió en el protagónico de la película”, explica.
Junto a Paloma López Carrillo empezaron a ver los caminos por donde podía ir la cinta. Lo primero fue mandar a traducir las 43 horas de filmación para tener una idea clara.
“Nos dimos cuenta que de lo que hablaban era de nosotros como los extraños, como los lejanos, como los no adaptados a la circunstancia que íbamos a vivir. Los raros, los folklóricos. Me di cuenta que tenía mucho humor que se burlaran de mí, de mi calvicie, de mi aprecia, de muchas cosas. Era como el buleado y me pareció que ese era el camino hacer una película donde yo era el objeto de burla de los demás”.
Sin embargo, la cinta iba más allá. Yermo son grandes paisajes de los desiertos de Mongolia, Chile, Perú, Marruecos, India, Estados Unidos, Namibia, Islandia y México, pero también se acerca a su gente, personas que al estar aisladas de resto del mundo en estos territorios áridos se sujetan más de sus raíces.
“Me rebasaba la idea de saber que estaba pisando las tierras que una vez fueron océanos y que fueron las rutas de los grades saurios y que hoy eran ocupadas por los seres humanos que también son el orígenes de la civilizaciones, que también son los orígenes de la agricultura, de la ganadería, del pensamiento mágico, de las religiones. Me di cuenta que pese a las grandes diferencias que tienen los habitantes de los desiertos o las culturas desérticas, comparten las mismas necesidades, enfrentan más o menos las mismas adversidades: las falta de agua, las distancias, el aislamiento, dependen mucho del entorno familiar, del refugio, del fuego, y dependen mucho de las bestias, la relación con las bestias es algo que así siempre me ha gustado, desde que soy niño, no son vistas como mascotas sino como colaboradores de trabajo, de supervivencia”.
La cinta que tuvo su estreno nacional en el festival Ambulante, se acerca a todas estas comunidades. Observa desde el lente de Everardo el modo de vida de personas que aunque pueden estar separadas a miles de kilómetros de otros desiertos, comparten muchas cosas en común.
Sus hogares, sus vestimentas, sus gestos son captados por una cámara que nos recuerda que el mundo es más extenso de lo que pensamos. Nos da un golpe en la cabeza para descentralizarnos de nosotros mismos para mirar a otros lados.
“Me dio la oportunidad a hacerme un cuestionamiento a nuestra posición como documentalistas, como narradores dela realidad que a veces creemos entender lo que filmamos pero en esencia no entendemos mucho. Los vamos inventando, o lo vamos interpretando. Así fue como se encontró, se encontró casi 5 meses después de que empezamos la edición, fue un procedimiento complicado y gran parte es el mérito de Paola López Carrillo”.
Yermo, es el trabajo más reciente del cineasta y también el que más contrasta con su filmografía. La libertad del diablo (2017), Un abrazo de tres minutos (2018), Los ladrones viejos. Las leyendas del artegio (2007), entre otros, son cintas que han tocado temas duros como la violencia, el crimen organizado y la migración, temas totalmente distintos a este documental.
“Es una pausa, yo lo sigo viendo así. Las películas tienen mucho significado para quienes las que las hacemos. Cada una tiene significados distintos, y uno se involucra emocionalmente con ellas en dimensiones distintas. Para mí Yermo es un regalo por las últimas tres películas que había hecho, que decir tres películas en mi caso es hablar de casi 12 años de trabajo. Para mí es un caramelo, una pausa, un remanso, un bálsamo después de ver la atrocidad del hombre y del del mundo, ser capaz de ver la belleza que también lo contiene. Lo único que comparten las cintas es que en todas los hombres se enfrentan a la adversidad y sobreviven, eso es quizá lo único que comparten, pero para mí es esto es un momento de disfrute, de limpieza y de hacer una pausa. Estoy muy contento de tener una película en estas circunstancias”.
