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Tomás Calvillo Unna

03/01/2024 - 12:04 am

La tensión del despertar

“Qué dicen las palabras que vienen llegando, y esperan su turno”.

“Aparición”. Pintura: Tomás Calvillo Unna.

 

I

Qué dice el arco,

y la puerta y la bóveda

y la cascada,

en la curvatura del fluir

y su consistencia.

Y el bosque arropado en su soledad

y el desierto expuesto sin vergüenza,

y las casas en sus ventanas y puertas,

y las parejas que se enredan

y ya no se ven,

y las familias que deambulan buscándose.

Qué dicen las olas

y sus aliadas las nubes;

y las piedras pesadas

sin dejar de ser gentiles.

Qué dicen los vientos

y las inigualables lluvias.

Qué dicen las estrellas más próximas

y las que aún no aparecen.

Qué dicen las palabras

que vienen llegando,

y esperan

su turno.

Sí, qué hay detrás de este despliegue,

¿Acaso el paisaje es el manantial del silencio?

qué nos dice, que decimos:

cuando hemos dejado de escuchar.

Este asombro nunca se ha ido,

no desaparece

a pesar de su olvido.

Es la primera letra

del alfabeto

de la intuición,

en sus inicios señala la ruta.

Y ahí está incólume,

inadvertido,

y a veces de reojo,

alcanzamos a entender

que el segundo que habita

es una esférica narración,

la ofrenda;

en la conciencia que inunda

su presencia inevitable

y la asume.

II

Una de las tareas

más relevantes

y menos apreciada,

es entender la bondad.

Para estos tiempos

es la brújula,

no se aprende,

solo se ejerce

y se perfecciona.

No tiene iglesia alguna,

ni doctrina;

mejor incluso

no pronunciarla;

es una práctica

desde los orígenes

impoluta.

Así, como se recuerda

en el despertar del pensamiento

el lugar del asombro;

en la vida cotidiana,

apreciamos de la bondad

su callada

y fina enseñanza

en la trascendencia

de lo inmediato,

que explica

sin ser ciencia

la sociología de lo humano;

el singular que precede

y da sentido

al plural que preside.

Esa libertad

que no deja de ser

un aprendizaje

y una apuesta …

Compartir la gratitud continua

saber hacerlo

en la invisibilidad permanente

que alojamos y habitamos,

ese desplazamiento

que fricciona y permite la evidencia

de la realidad misma

ante su continua fugacidad.

Su consistencia silenciosa

ante la grandilocuencia

de la apropiación,

que se disfraza de poder,

ocultando

el dolor de la nada,

esa pulverización

que educa el tiempo

en su sorda rutina.

La iluminación desapercibida

de la bondad.

III

Cómo agradecer

al sol y al viento

este atardecer;

no pertenecen

a compañía alguna,

no cobran

por su maravilloso espectáculo,

no hacen

propaganda de su presencia,

no buscan

ningún puesto de representación.

Solo expresan

sus esencias luminosas,

magníficas, rotundas.

Cómo agradecerles

a las montañas y los árboles

esta exhibición de verdes,

cuyas tonalidades despliegan

la dimensión del espacio.

Que dignidad

de las ramas y las hojas,

inmóviles, por momentos,

nos introducen en la danza del atardecer.

Están aquí en silencio,

sin altavoces, propaganda o gritos,

sin carteles,

solo están en su lugar de siempre.

Y las aves, espléndidas,

en espirales desplegando sus alas;

si supieran que son espectáculo…

Dichosas en sus vuelos,

que escriben sin buscarlo:

libertad, libertad.

Es el corazón de la tierra

que se pronuncia;

y no tiene precio

y su exhibición, espontánea y diversa

por doquier se muestra,

solo hay que estar atentos.

IV

La heroica respiración de cada día,

su permanente aprendizaje.

Solo con mirar los cielos,

apuntalamos dentro de nosotros

la admirable proporción del infinito.

Y nuestro lugar de viajeros

y también peregrinos

en la oscuridad de los primeros tiempos

de los cuales no hemos partido.

Estamos en la meta de la existencia,

de su llegada y salida.

 

 

PD. La pesada ancla de la IA, solo dejará una borrosa huella en el puerto de la eternidad.

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