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Javier Solórzano

06/05/2013 - 12:00 am

Obamitis

Quizá Barack Obama, en su discurso del pasado viernes en el Museo de Antropología, hizo sin darse cuenta lo que en innumerables ocasiones los presidentes y políticos mexicanos ansiaban: escuchar en voz de un Presidente de Estados Unidos elogios y reconocimientos a nuestro país. Obama lo hizo aprovechando que es un extraordinario orador, a lo […]

Quizá Barack Obama, en su discurso del pasado viernes en el Museo de Antropología, hizo sin darse cuenta lo que en innumerables ocasiones los presidentes y políticos mexicanos ansiaban: escuchar en voz de un Presidente de Estados Unidos elogios y reconocimientos a nuestro país. Obama lo hizo aprovechando que es un extraordinario orador, a lo que se suma que se construyó una gran pieza oratoria; fue realmente un buen discurso.

Dio un repaso inteligente y sensible a diferentes asuntos del país y para ello igual citó a Octavio Paz, a Amado Nervo, a ingenieros que trabajan en la NASA y hasta una estudiante del Instituto Politécnico Nacional. Fue un discurso intenso y emotivo y muy hecho para una audiencia de jóvenes, los cuales estaban en el museo entre “escogidos” y el azar lo que les permitió ver de la manera más cercana posible al Presidente Obama. El equipo del mandatario le hizo bien la tarea y el resto lo hicieron él junto con su magnetismo, elocuencia e inteligencia.

Obama se movió en lo políticamente correcto y es probable que haya hablado del país como los mexicanos difícilmente lo hacemos. De manera breve se refirió a los grandes temas de la relación bilateral: armas, narcotráfico, violencia, frontera, migración, legalización de las drogas, estereotipos de la relación, “dreamers”… En suma, diríamos, no se le fue casi nada.

La mirada de Obama es interesante y atendible porque pone en la mesa no sólo palabras sino algo que podríamos definir como disposición. Sobre la referencia a los estereotipos de un lado y del otro dijo algo que deja en claro el sentido que pareciera querer darle al momento actual. Aseguró que su presencia en México quiere que sea factor para terminar con los falsos estereotipos que se han construido de un lado y del otro de la frontera. Obama entendió la importancia del espacio y la difusión que de su presencia el viernes; había un despliegue extraordinario de medios de comunicación y redes sociales.

No le entró a algunos asuntos por aquello de no meterse en los temas delicados del vecino. Si bien ofreció un gran discurso es también cierto que el país con todo y que tiene mucho que ver con lo que dijo también es otras cosas. Existe efectivamente un control y un gran desarrollo en la macroeconomía, pero en la economía del diario de millones de mexicanos el país no ha tenido cambios sustanciales; los 52 millones de pobres son nuestra más lamentable carta de presentación.

Fue grata la presencia de Obama, pero casi por principio conviene no creer todo lo que nos dicen y recordar que Estados Unidos a lo largo de su historia ha tenido intereses más que amigos. Lo que sí es un hecho es que las economías de los dos países están inevitablemente unidas. No se puede mover una sin la otra, particularmente la nuestra. México y Estados Unidos intercambian diariamente mil 400 millones de dólares, de los cuales mil se mueven en la frontera.

Lo que viene ahora es hacer un seguimiento del grupo de alto nivel; ver cómo termina en el Congreso de EE.UU. la manoseada reforma migratoria; estar al tanto del funcionamiento de Gobernación como ventanilla de todas las agencias estadounidenses acreditadas en nuestro país; y reconocer que fue una buena vista la del Presidente Barack Obama porque además pareciera que por más de 20 horas nos dio algo que bien podríamos definir como “obamitis” y suponemos que por algo habrá sido.

Javier Solórzano
Es periodista. Conductor de radio y televisión.

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