Arqueología de papeles

09/02/2014 - 12:00 am

Tengo la maldita manía de guardar todo cuando de papeles se trata, incluso lo que carece de sentido y pertenece a la dimensión desconocida del pasado. Tiendo a realizar una excavación a las palabras al remitirme a los yacimientos del olvido y dobleces involuntarios que delinean arrugas en la hoja a punto de borrarse el registro. Arqueología de papeles.

Tirar escritos me lleva a la tristeza, como si abandonara el cadáver de unas ideas que en su momento fueron brillantes e incluso trajeron consigo el nacimiento de una metamorfosis.

Ciudades de papeles se cuelan en mi habitación entre los libros como separadores, poemas en el escritorio, recados en la pared, envolturas de dulces y tickets de compra en los bolsillos del pantalón como compañías eternas, que cargan el tumulto de secretos de una vida solicitaría, obligada por las prisas de los deberes que demandan tanto en poco tiempo.

Debo admitir que a veces converso con las hojas a través de mis lecturas. La risa triunfa sobre lo que alguna vez el pulso me llevó a escribir. Electrochocks se incrustan, cuando los ojos no despegan la vista del blanco descubierto, como testigo de los registros caligráficos de acuerdo a la experiencia.

No hay espacio para almacenar la pirámide de documentos. La escritura representa a las palabras y éstas crean realidades. Es imposible deshacerse de todo y hacer confeti para festejar la ausencia de registros. La ciudad de papeles crece y rebasa la capacidad de almacenamiento como pretexto de una soledad alimentada de letras y vagos recuerdos que nos sobreviven al patrimonio de la existencia.

La arqueología de manuscritos reconstruye la esencia de una persona y promueve la herencia que involuntariamente piensa dejar en el mundo: ese cúmulo de textos de todo tipo que esperan ser explorados aunque sea por uno mismo.

En realidad, las hojas son el pretexto para que sobreviva con la puntualidad del síndrome de acumulación compulsiva, donde recolectar me da un sentido de pertenencia hacia algún sentido que trato de descubrir a fuerza de no poder caminar por tanto escrito a mi paso.

Más de dos tercios de mi hábitat se encuentran tapizados por legajos que alguna vez fueron actos, que siendo inútiles o no, prescindirían de ser tirados al depósito del nunca más para incrementar el banco de memorias y canalizar el trasfondo de un deseo a punto de extinguirse con las exigencias de la realidad y el presente.

Me declaro arqueóloga de papeles, al intentar descifrar cada trozo y lo que esconde una historia tan antigua como ayer.

@taciturnafeliz

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