Author image

Ramiro Padilla Atondo

10/08/2015 - 12:01 am

Los mecanismos de la culpa

Las sociedades en general tienen atribuciones que podríamos decir las particularizan. Un alma nacional que determina ciertas conductas. De lo particular a lo general entonces se entiende que un alemán será predecible en cuanto a algunas actitudes al igual que un francés y un mexicano. Por tanto, entenderíamos que la cultura religiosa (que no religión) […]

Las sociedades en general tienen atribuciones que podríamos decir las particularizan. Un alma nacional que determina ciertas conductas.

De lo particular a lo general entonces se entiende que un alemán será predecible en cuanto a algunas actitudes al igual que un francés y un mexicano. Por tanto, entenderíamos que la cultura religiosa (que no religión) permea esos comportamientos. Su sincretismo con la cultura del país lo hace indisociable del estado nación en el que actúa.

La teoría que me ocupa en este caso viene a ser la de la culpa individual y la culpa colectiva.

Al hablar  de cultura religiosa en un estado laico se entiende que aunque la religión haya perdido el rol principal en las decisiones de gobierno, sus formas implícitas en la cultura determinan muchas de sus ideas y comportamientos.

Como tema socorrido se puede hablar de la cultura protestante de los países desarrollados, cuya religiosidad no está reñida con el progreso individual, considerado aceptable bajo los parámetros de Dios. Progresar es bien visto.

La culpa se convierte en un asunto individual en cuanto a la relación que el protestante tiene con Dios. En México la culpa se ve como un asunto colectivo, lo único realmente descentralizado que hay. La cultura de la culpa colectiva permite que el corrupto en general no tenga cargo de conciencia.

Lo dijo el presidente en alguna ocasión, la corrupción es un asunto cultural. No estaba alejado del tema, lo entendía y lo aceptaba, no como un ente encargado de combatirla sino como un simple testimonio implícito de las formas políticas de México. Sin ella, el presidente jamás hubiese llegado a esa posición.

Al aceptar que la corrupción es el sistema entonces la culpa se difumina, todos lo hacen, lo hago yo. Es un comportamiento aceptable. No hay un principio ético rector porque las formas religiosas en México han dejado de tener peso.

Hay partidos políticos que pugnarían por un regreso al conservadurismo de otras épocas en el marco de un mundo totalmente diferente (a excepción del cercano oriente donde se ve una vuelta a las teocracias).

En las sociedades protestantes, de cultura hipócrita, el doble estándar determina los límites aceptables de ciertos comportamientos. Se puede tener la industria pornográfica más grande del mundo, pero un desnudo parcial en televisión genera un castigo mayor.

En una cultura de perdedores asociados como la nuestra, la mentira se convierte en el instrumento para que la culpa nunca llegue a buen puerto. Un criminal que destaza gente no tiene culpabilidad porque lo ve como un trabajo.

La tragedia de la nación o la génesis de esta falta de conciencia que venimos arrastrando desde la colonia. El acuerdo implícito que las leyes  se hicieron para observarse y no cumplirse.

Por ello, la mentira en las culturas de culpa individual tiende a castigarse de manera enérgica. El individuo ha roto el pacto con la sociedad, la sociedad lo castiga. En nuestro país ser mentiroso es una gracia, una habilidad que permite ascender en la escalera de la corrupción.

La religión se convirtió en un instrumento de control sobre los apetitos sexuales de los cuales derivan muchas otras construcciones sociales. El efecto de culpa sobre las pulsaciones sexuales demostró ser eficaz. El cuerpo no ya como un ente biológico sino como instrumento de Dios para fines reproductivos.

Los dictados desde los púlpitos a obedecer los mandatos del señor en todo tipo de asuntos mientras los feligreses dicen que sí pero en privado hacen lo contrario.

Hay una corrupción galopante y con muy buena salud porque la culpa individual es extremadamente difícil de comprobar. Los mexicanos nos dirigimos a entes abstractos como los verdaderos culpables, y generalizamos cuando de repartir las culpas se trata.

No salimos de las consabidas fórmulas de fue el gobierno, o el sistema, como si este estuviera formado por extraterrestres.

Y de manera lógica cuando el sistema es disfuncional, al ciudadano de a pie no le queda otra opción que maldecir a lo abstracto, porque sabe que lo concreto no recibirá castigo alguno.

Individualizar la culpa podría ser el inicio de un mayor control de la sociedad sobre sus políticos corruptos. Apuntarlo con el dedo hasta que este se hinche, y obligar a los aparatos de justicia que señalen a los culpables con nombre y apellido. Entendemos que no existe una ética que guíe los pasos de los funcionarios, porque esta misma ética fue cauterizada al inicio de sus carreras.

Es un asunto muy cuesta arriba pero es necesario ponerlo en perspectiva. Como siempre, una simple opinión no agota un tema, solo invita a debatirlo.

Lecturas recomendadas:

El laberinto de la soledad, Octavio Paz.

Anatomía del Mexicano, Roger Bartra.

País de mentiras, Sara Sefchovich.

Mexicanidad y Esquizofrenia, Agustín Basave.

Ramiro Padilla Atondo
Ramiro Padilla Atondo. Ensenadense. Autor de los libros de cuentos A tres pasos de la línea, traducido al inglés; Esperando la muerte y la novela Días de Agosto. En ensayo ha publicado La verdad fraccionada y Poder, sociedad e imagen. Colabora para para los suplementos culturales Palabra del Vigía, Identidad del Mexicano y las revistas Espiral y Volante, también para los portales Grado cero de Guerrero, Camaleón político, Sdp noticias, El cuervo de orange y el portal 4vientos.

Los contenidos, expresiones u opiniones vertidos en este espacio son responsabilidad única de los autores, por lo que SinEmbargo.mx no se hace responsable de los mismos.

en Sinembargo al Aire

Opinión

Opinión en video

más leídas

más leídas