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Antonio Calera

12/02/2022 - 12:04 am

Carlos Martínez Rentería y “Generación”

No conoceremos a muchos escritores, periodistas o editores que pregunten a la realidad tanto como Rentería y su revista, a actores de la realidad cultural que se hayan abierto tanto a la otredad: el índice onomástico y temático de la revista lo comprueban.

Ahí queda un legado, trabajado durante décadas, del periodista, escritor, editor, gestor cultural. Ojalá y no se pierda en el desdén tanto de instituciones como de seguidores, porque hemos perdido de vista, tantas otras historias. Foto: Antonio Calera

“No hay sino dos conductas con la vida: se sueña o se realiza”.

René Char.

a Emiliano Escoto

Habrá que escribir un nuevo libro sobre la trayectoria de Carlos Martínez Rentería porque luego resulta que, al no poner nadie los puntos sobre las íes, el parámetro de las cosas decrece, se cae, se enloda, y no sabemos mirar lo que hemos hecho como sociedad gracias al pensamiento de unos pocos, sobre todo los excéntricos, los atómicos, relegados por el orden establecido en el terreno de las ideas. Escribir un libro o hacer un documental, una serie de análisis sociológicos, antropológicos, humanísticos serios, sobre la trayectoria de Carlos Martínez Rentería porque resulta obligado por su esfuerzo en vislumbrar una nueva manera de concebir la cultura. A lo que hizo hay que pasarle una factura y entonces, antes un recibí: porque hay que acusar de recibido lo hecho por él y sus colegas: cómo lo hizo, por qué, con quién, para quiénes y para qué. ¿Cuál fue el objetivo, les pregunto a sus lectores, de Carlos Martínez Rentería, al emprender, la construcción de su empeño tan longevo? Hay muchas respuestas, pero habría que decir que todas descansan sobre una realidad. Muy poca agente se pone esa tarea sobre los hombros por el mero placer individual de buscar reflexionar sobre la cultura, la manera en que uno se mueve en ella. Eso es de gente de verdadera vocación social, de gente que piensa, sueña, pero también realiza. Y por eso se deberá atender su memoria. Porque fue siempre cercenada por los aparatos ideológicos del estado.

Ahí queda un legado, trabajado durante décadas, del periodista, escritor, editor, gestor cultural. Ojalá y no se pierda en el desdén tanto de instituciones como de seguidores, porque hemos perdido de vista, tantas otras historias. Habrá que dejar de olvidar, darle su justo peso al que vio, ver de nuevo lo que hizo, con nuevos ojos. Echar un vistazo a la vida de Rentería, aunque para algunos pudiera parecer un tanto prematuro, es algo importante y necesario porque significa también otear sobre una manera de decir las cosas hacia las instituciones, el pensamiento orgánico, un decir constante y crítico a ellas, hacia la polis, un ejercicio de pensamiento crítico para un cambio de todo eso que es conservador o gazmoño, doble cara, lo que significa la disminución de nuestras libertades de ser como queramos. De manera que el índice de temas tratados en su revista Generación, bien funcionarían como temas de este libro venidero que lo analice, pero también una agenda para hacer un llamado a penetrar esos temas en la lista de propósitos para las culturas regionales, la capitalina, la nacional.

Sería mejor, eso sí, un libro no de amigos sino de cómplices. Porque se trata menos de un libro de afirmación vulgar que de un libro serio, que intenta reflejar lo serio de una carrera que se puede medir, que suma cuerpo, que suma trayectoria real, sustancial. Es decir, no es sólo el intento acusar el recibí de lo que hizo con su vida un amigo querido, sino la vida de un escritor, de un editor, de alguien que tejió lecturas, almanaques, sondeos, estudios, reflexiones, dudas, preguntas, análisis, en fin, conciertos de preguntas diversas para el escenario mexicano. Y las entregó a manera de obras muy disímbolas, discursos y plataformas diversas y no sólo en su revista. Y por mucho tiempo.

Y ese estudio, ese libro, ese documental, serie de homenajes, son necesarios para darnos cuenta que a lo largo del tiempo hay mucha gente que ve pasar el mundo delante de sus narices, y que no sintió la necesidad de hacerse preguntas sobre su naturaleza, es decir, gente que no sintió suyas las preguntas que Rentería sí: que no quiso pescar como Rentería sí, junto con otros. Que sólo dictamina su no, da su taxativo no a todo lo que otros hacen o se encaraman a lo que otros piensan y mienten como suyo. Por ejemplo, esta pregunta, que tiene que ver con los momentos actuales, en que se pretende vivir sin cultura, se dice que es posible incluso cada vez cortarla más, cortarla de nuevo, como siempre, de nuevo como si fuera posible, el presupuesto para cultura, los honorarios para los que trabajan la cultura y la educación, los espacios y necesidades de un pueblo para verse. ¿Y qué vamos a hacer al respecto poetas, pintores, curadores, arquitectos, bailarines, cronistas, fotógrafos, museógrafos, arqueólogos, músicos, narradores, cineastas, filósofos, escenógrafos, editores, promotores, periodistas, coreógrafos, escultores, críticos de arte, en fin (ya saben a qué gremio me refiero), ciudadanos en general, de la República Mexicana, con tal? Estas eran preguntas que se hacía Carlos Martínez Rentería todos los días. Esto era lo que importaba a Carlos Rentería. Esto más que nada, que pudiéramos resumir en estos versos de una copla del maestro Óscar Chávez: “Se vende mi país cada momento / su hambre, su dolor, su sentimiento, / se vende mi país con todo y gente, / se vende la palabra independiente. / Yo no lo vendo, no, Porque lo quiero…”.

Y vaya que eso le dolía a Rentería como a pocos, y son cada vez menos los que sienten esto como algo importante. “Los que gobiernan este país lo hacen cada vez más mal, les vale madre la gente, la pobreza, les vale madre todo. Deberíamos hacer una revolución contra los que matan, roban, hacen pedazos todo. Son ellos los que matan a artistas, los sueños de los que pensamos en otro mundo”, me decía la última vez que me senté en la cantina con él.

En torno a la revista, da la impresión de que cierto sector de la inteligencia mexicana, al referirse a Carlos Martínez Rentería y su proyecto “Generación”, lo hizo con cierto desgano o mala gana. Reflexiono. Quiero pensar que, si algunos próceres del pomposo pensamiento crítico, libérrimo y excelso se hubieron visto en la circunstancia de soltar alguna certificación, vindicar de alguna manera el estilo de las cosas que conglomeran Rentería y su revista, lo han hecho de dientes para afuera. De otra manera: desde su trono, para rejuvenecer unas noches (cosa de la que luego incluso pudieron haberse arrepentido), bañarse de pueblo, vamos “apoyar a la causa” pero siempre desde el acuerdo tácito de que tal gesto debió asumirse como una dádiva, el fervor humanitario de ungir de sabiduría a los buenos salvajes.

Lo bueno es que las cosas fueron por otro camino. Esta nave de los locos vapor la cuarta década y se constituye (siga no su camino en las manos de Emiliano Escoto o no), como uno de los proyectos más longevos de la vida cultural de México. Y eso a nadie se lo regalan: se arranca al calendario con trabajo, con cierto orden y, pese a quien le pese, con una honesta pasión comunicativa, creativa. Que este espacio de supuestos escritores cutres no haya cesado en hacerse preguntas es algo de aplaudirse y admirarse. Preguntas todas: sobre la médula de lo que es, no es o debiera ser contracultural, sobre nuestro gusto por el alcohol y las drogas, la diversidad sexual, y también (muy importante), sobre nuestros derechos y obligaciones ciudadanas, la reformulación de nuestra identidad cultural, el ensanchamiento o la deconstrucción de nuestra prostituida o conservadora, como se quiera ver, conciencia de lo libertario.

No conoceremos a muchos escritores, periodistas o editores que pregunten a la realidad tanto como Rentería y su revista, a actores de la realidad cultural que se hayan abierto tanto a la otredad: el índice onomástico y temático de la revista lo comprueban. Tampoco un equipo que sea tan querido por sus lectores como el de “Generación”, y a su cabeza también ya las ideas de Emiliano Escoto. Muy por arriba de esos que lo vilipendian por debajo del agua, creo que el ejercicio reflexivo del equipo de “Generación” debe ser concebido en el futuro como algo notable. Y estudiado con orden y esmero. Y además se lo merece poque también fue siempre noble: admitió equivocarse, derrapar, no tenerlas todas consigo. Por eso generó empatía y muchos como yo apreciaron siempre formar parte de sus seguidores.

En cada página de “Generación” se supo, a través de cada colaborador preguntándose qué hacer, qué vendrá, cómo habremos de participar en la vida cultural, cómo es que iba la cultura del país. Fuimos en ello colaboradores y lectores de la mano. En diálogo. Y por ello quizá es que estuvo esta revista más armada de empatía y cariño que varios cenáculos de pipa y guante, aquellos que no hicieron nunca defensas de nada en la vida abierta, nada por reconfigurar nuestra escultura social. Siempre tuvimos de

“Generación”, ante el momento histórico que vivimos: la recuperación valiente y decidida (no sólo contra el conservadurismo, sino también, por ejemplo, contra las autoridades y los políticos corruptos, ladrones y asesinos de todo lo que tocan) de todo aquello que nos fue arrebatado y es nuestro, siempre luchando por el derecho a la diferencia, el derecho al disentimiento, el derecho al gozo absoluto de la libertad individual y por ello social. Vaya un abrazo a todos los colaboradores de Rentería por ese mérito, y en él se sienta, por supuesto, el cariño de todos a semejante impulso creador, talante de lucha que caracterizó a Carlos Martínez durante su vida. Descanse en furia.

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