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Óscar de la Borbolla

15/01/2024 - 12:03 am

Breve historia de la verdad 1

“Verdad” en filosofía es otra cosa.

“Con el nacimiento de la filosofía se inauguró una peculiarísima forma de la verdad”. Foto: Especial.

Obviamente no recuerdo la primera vez en mi vida que escuché la palabra “verdad”. Supongo que fue de niño y que me la dijo mi madre. Esto lo puedo deducir con cierta confiabilidad, pues era una mujer a quien le gustaba que le dijera la verdad; cuando decía: “¿Qué estás haciendo?”, o “¿Cómo te fue?” Ella esperaba que fuera sincero, que le dijera toda la verdad. Si reconstruyo esta escena es porque, me imagino, es harto común, o si se prefiere, representativa de lo que nos a todos ocurrió con la “verdad”. No escuchamos esa palabra en un sentido filosófico sino coloquial, cotidiano, o sea, como el antónimo de “mentira”. “Verdad” y “mentira” son dos términos que hoy tienen plena vigencia, quiero decir que son universalmente entendidos: nadie pregunta: ¿qué significa “verdad”?, cuando le piden que diga la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad. En esos contextos es claro que se nos está solicitando que seamos honestos, sinceros, incluso auténticos; que nuestro decir represente del modo más fiel lo que creemos o nos consta: lo que vimos o hicimos.

“Verdad” en filosofía es otra cosa: no se refiere a nuestro parecer. La diferencia quedó marcada desde la presocrática: cuando Heráclito dijo: “No es que lo diga yo, lo dice la razón” el mundo de la “verdad” cambió para siempre… aunque, como veremos: hoy ya no es así.

Con el nacimiento de la filosofía se inauguró una peculiarísima forma de la verdad: no ya como aquel decir respaldado por la subjetividad de quien sostenía el dicho, por su honorabilidad o prestigio, por su sinceridad, sino que apareció un decir que estaba no solo respaldado por los hechos, sino que implicaba un método, un camino que cualquiera podía seguir para llegar al mismo tipo de afirmación y, además, que esa afirmación no sólo fuera válida en un instante, sino que, por atenerse a la naturaleza de las cosas, fuese un dicho de lo que la cosa es siempre, pues no es igual decir: en este momento son las 10 con 11 minutos y 4 segundos, que decir que el agua es H2O. No “verdades” validadas momentáneamente, ni “verdades particulares, sino verdades generalísimas y universales: objetivas, es decir, afirmaciones que tuvieran relación con la naturaleza misma de los objetos y no con su fugaz aparición.

Pero, ¿qué significa la fórmula “naturaleza misma”? Pues nada menos que lo que buscaba la filosofía y buscaba su hija, la ciencia: la estructura racional de lo real, lo que las cosas tienen de permanente: sus leyes, las leyes de la naturaleza. La verdad a la que aspiraba el filósofo o el científico era lograr decir lo que lo real es. En este sentido es que hay que entender la definición tomista de la verdad: “la adecuación del intelecto con la cosa”, o la búsqueda de todos los grandes filósofos que propusieron metodologías y criticaron la razón humana para mostrarnos cómo debe funcionar para hacerlo “adecuadamente”. Y, por supuesto, la aspiración máxima era conseguir que la forma de ir eslabonando los enunciados del discurso filosófico, la lógica, se correspondiera con las relaciones reales con las que se sostiene el mundo: la racionalidad de lo real: la ontología. Así debe entenderse la afirmación de Parménides: “ser y pensar son la misma cosa”.

Nuestro mundo cambió con el surgimiento de la filosofía: pasamos de un mundo donde lo más valioso, la verdad, era honestidad a otro en el que la verdad fue el conocimiento de la naturaleza misma, esto permitió los grandes descubrimientos civilizatorios, los grandes progresos que nos convirtieron en la especie animal más exitosa… ¿qué pasa con la “verdad” ahora? (Continuará).

Twitter @oscardelaborbol

Óscar de la Borbolla
Escritor y filósofo, es originario de la Ciudad de México, aunque, como dijo el poeta Fargue: ha soñado tanto, ha soñado tanto que ya no es de aquí. Entre sus libros destacan: Las vocales malditas, Filosofía para inconformes, La libertad de ser distinto, El futuro no será de nadie, La rebeldía de pensar, Instrucciones para destruir la realidad, La vida de un muerto, Asalto al infierno, Nada es para tanto y Todo está permitido. Ha sido profesor de Ontología en la FES Acatlán por décadas y, eventualmente, se le puede ver en programas culturales de televisión en los que arma divertidas polémicas. Su frase emblemática es: "Los locos no somos lo morboso, solo somos lo no ortodoxo... Los locos somos otro cosmos."

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