ENTREVISTA: “El triunfo del best-seller daña la industria de la literatura”, dice Enrique Vila-Matas

16/05/2013 - 1:30 am
Foto: EFE
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Ciudad de México, 16 may (Sin Embargo).- Tras la presentación de su novela El aire de Dylan; la editorial Seix Barral reeditó a finales del año pasado la novela más premiada del escritor catalán Enrique Vila-Matas: El mal de Montano.

En junio reeditará París no se acaba nunca, acompañado de un prólogo inédito del propio autor, titulado “Tan feliz que ni me enteraba”.

En una conferencia citaba que, tras una primera fase dedicada al sinsentido del mundo y una segunda metaliteraria, con su última novela, Aire de Dylan, inicia una etapa dedicada a la búsqueda de la autenticidad.

–      Solo estoy seguro de las dos primeras fases. La tercera es lo que deseo hacer. De todas formas, siempre he sido auténtico. Para mí, ficción y realidad se mezclan con la misma naturalidad que yo paso del catalán al castellano de manera inconsciente cuando estoy en Barcelona. Todo procede de algo real. El texto más representativo que he escrito sobre esto es el último cuento de Exploradores del Abismo, basado en el momento en que la artista Sophie Calle me pidió que escribiera su vida durante un año y ella la representaría. Me pareció que era el inicio de una novela que tendría lugar en las Azores. Al final ella no se trasladó a la isla y coincidió con un momento en que yo estuve enfermo con lo cual el plan no se llevó a cabo. Tras un momento de bloqueo, acabé convirtiendo un relato que partía de la realidad, en ficción.

–      Creo que cuando alude a la cita de Kafka “también quisiera yo que me pusieran a prueba en mi guarida de ratón” ya se adivina su postura frente a la eterna disyuntiva entre la preponderancia de la historia o del estilo…

–      Las dos cosas van juntas pero el estilo es el propio autor, viene dado por cómo es uno. Me gusta citar a John Banville cuando afirmaba “el estilo avanza dando triunfales zancadas, la trama camina detrás arrastrando los pies”. La trama puede desarrollarse con cualquier pretexto: yo puedo estar en una ciudad varios días sin que me ocurra nada pero, como lo anoto todo, al final del día me daré cuenta de que han pasado muchas cosas. Hay escritores que saben convertir lo que no ocurre en algo que ha ocurrido.

–      Decía Berkley que el sabor de una manzana está en el contacto con el paladar. En el caso de los diarios de escritores, de los que se ocupa en El mal de Montano, ¿pueden ser literatura esos escritos personales?, ¿necesita la obra de una audiencia para ser arte?

–      El arte está en el momento de la creación. Ese momento extraordinario en que el autor escribe sobre lo que le apasiona es insustituible. Da igual cuántas personas lo van a leer, aunque a la hora de escribir es interesante pensar en la comunicación con el lector a menos que se trate de un diario personal y entonces el diálogo lo establezcas contigo mismo.

–      ¿Por qué la fascinación por los oblomovs, por los personajes que se mantienen al margen de la acción, que atraviesan una crisis de identidad o que fantasean con su desaparición?

–      En el origen de mi obra ya está mi atracción por las “máquinas solteras”. Aunque yo estoy casado, me gusta el funcionamiento en la literatura de los personajes con marcada personalidad, que se distancian de los demás, que son solitarios y vagan “like a rolling a stone”. Si una película comienza con la escena de un tipo melancólico y enigmático en una carretera perdida en la niebla que llega a un bar, de entrada, es una escenografía que me interesa.

–      Si tuviese la oportunidad de, como alguno de los protagonistas de sus novelas, recrear una identidad paralela, ¿habría dirigido una película?

–      No, habría sido tenista porque cuando era joven me gustaba hasta que fui atrapado por la idea de la bohemia, el arte y la literatura.

–      Sus personajes a menudo se hallan en una búsqueda sin rumbo y eso los lleva a visitar distintas geografías.¿Escribe en distintas localizaciones siguiendo la trama de la historia?

–      Escribo en Barcelona pero, por ejemplo, escribí Doctor Pasavento sabiendo que visitaría el sanatorio de Herisau (Suiza) en el que estuvo internado (Robert) Walser. La subida mientras nevaba fue muy emocionante para mí. Una vez en el despacho, pedí al director ser ingresado porque no sabía cómo continuar la novela una vez allí. Escuché un “niet” y al final fue mejor porque de todas formas no hablaba alemán y habría tenido que recurrir a la imaginación igualmente.

–      ¿Echa de menos que el tema de trasfondo de El mal de Montano no haya dado lugar en España a un debate entorno a si la situación actual de la literatura puede llevar al escritor a un callejón sin salida?

–      La literatura se ha convertido en algo marginal que ha perdido su significación en el mundo. Hay una imagen que ilustra esto perfectamente: en el quiosco del aeropuerto buscaba el libro de conversaciones de Paul Auster con Coetze −el premio Nobel y mejor escritor contemporáneo vivo− . A pesar de ser dos autores tan famosos y comerciales, me costó muchísimo encontrarlo. Cuando finalmente lo hice, estaba en el suelo. El triunfo del best-seller superficial es impresionante y se ha producido en muy pocos años. Pienso que va en contra de la industria de la literatura.

–      ¿Quiénes son los responsables de esta situación?

–      Eso que lo ha invadido todo: el dinero. Los directivos de las editoriales solo miran los resultados económicos inmediatos. Parece que tiene lógica pero, a largo plazo, se dañan a sí mismos al destruir la cantera de escritores jóvenes que, igual que en un equipo de futbol, tiene que contar con jugadores que suben desde abajo.

–      ¿Fueron muy distintos sus inicios en los ‘80?

–      Cuando empecé a publicar con Anagrama, los libros de esta editorial tenían una presencia suficiente. No era muy mediática, pero eso no era tan relevante para la literatura entonces. Las editoriales independientes que han surgido en los últimos años raramente tienen la valentía de publicar a nuevos autores nacionales. Siempre hay autores interesantes pero hay que crear las condiciones propicias para que crezcan.

–      ¿Qué perspectivas de futuro deja la situación actual?

–      Hay quienes defienden la postura de que es elemental que un escritor sea consciente del fin de la literatura para, a partir de una reflexión profunda, encontrar un nuevo sentido a la existencia a través de la literatura.

–      Un autor que pone en boca de uno de sus personajes “entre la vida y los libros, me quedo con éstos” y es una continua fuente de recomendaciones, ¿qué criterios tiene para elegir sus lecturas?

–      El gusto personal. He viajado a Bruselas con tres libros porque, dependiendo de las circunstancias de cada momento, uno me interesa más que otro. Después, un libro te conduce a otro. Es una de las cosas que está en mis libros: las referencias, muchos lectores han descubierto libros gracias a ellas y me interesa esa faceta de la literatura como memoria cultural. Igual que un político debe mantener la memoria del pasado (que no lo hacen) para no repetir los mismos errores. Al fin y al cabo, para leer cuentan dos cosas: que te guste y que te lo creas, sabiendo que es una ficción.

 

Entrevista de Luisa Bernal, para culturamas.es

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