Que vivan los novios

19/07/2013 - 12:01 am

Parecía que todos, absolutamente todos, tenían la misma sonrisa diabólica de la novia. No puede ser. No puede ser que acabe de describir a Andrea como la novia de Chucky. El mero parecido de la sonrisa plastificada de su amiga contra la del supuesto hijo de Elba Esther la hizo escupir un poco del champán barato que estaba tomando, “por la eterna felicidad de los novios”.

Eterna mis huevos, pensó. Eterno será, pero el infierno al que se acaba de registrar esta idiota. Odiaba al tipo. Odiar, de odiar con todas las fuerzas. Era un típico macho mexicano, nutrido obviamente por una mamá machista. Y su amiga, por qué no decirlo, estaba encantada de ser la próxima habitante de un coto en condominio de una casa que pagarían en 20 o 30 años, con unos muebles costosos y cuatro hijos en escuelas privadas.

Se arrepintió. Adoraba a Andrea y decidió acallar de su mente el montón de estupideces que intuía serían una cotidianeidad a partir de ahora. Un último pensamiento llegó. Un chiquillo mugroso, tirando yogurt, y Andrea tan cansada, tan chamagosa como el mismo niño, tirada ante el televisor, con una receta de cocteles prescritos por el médico. Sintió escalofríos.

Mejor bebemos, que para eso son las bodas. Empinó la copa cuando el mesero ya le había traído otro par. Adoraba eso de las bodas, alcohol sin límites, drogas en el baño, hombres guapos. La música era un defecto por lo general. Demasiado baile de animales, demasiada cursilería, demasiada música de los setentas. Gente haciendo el ridículo de sus vidas. Y el vals. No lo soportaba.

Ahí están. Ahí va el papá de Andrea. Convicto en rehabilitación. Muy rehabilitado se ve el señor, pensó lascivamente. Bastante bien. No era su tipo estar con señores mayores que ella, pero a este si se lo daba. Basta, se calló a si misma. Estás insoportable.

– “¿Qué tomas?”, la pregunta la sacó de sus inapropiados pensamientos. Un hombre de unos 40 años se le había acercado con otro par de copas.

– “Claramente ya sabes que tomo”, le respondió, un tanto despectiva. Se le hacía ridículo el estilo Mauricio Garcés.

– “No está de más preguntar”. El tipo se quedó a su lado observando el baile.

– “¿Sabías que la boda promedio en Estados Unidos, nuestro “país ejemplo”, tuvo un costo aproximado en 2012 de 28,400 dólares, que serían unos 355,000 pesos?”, habló al aire, sabiendo que tenía audiencia.

Siendo periodista, manejaba datos con precisión. Y siempre se la habían dado las matemáticas. Recién había conducido una investigación para la revista en la que trabajaba.

– “Una industria de 57 billones de dólares al año, creciendo un 20 por ciento anual. Es un desastre para un día tan odioso como este. “Es tu día”. Es todo menos que su día. Velos. Tienen que saludar a doscientas personas mínimo, en eso ¿qué? ¿Se van dos horas? Dos de las seis horas contratadas de música porque no les alcanzó para más. La comida insufrible. Los dos tienen papás divorciados, así que optaron por una mesa sola y se ven más tristes que dos perros de la calle…”.

– “¿Eres amiga de la novia? ¿O solo estás agria?”.

– “Sí, es mi mejor amiga. Pero odio las bodas. Y odio que me digan agria”.

– “Se nota”.

Le sonrió al tipo. Después de todo no estaba mal alguien ajeno con quién despotricar. Tampoco se veía muy interesado. Seguro existía una esposa. Y quizá dos niños.

– “¿Te interesa salir de aquí un rato?”.

– “No puedo. Tengo que estar para las fotos oficiales. Ya sabes, todos mis amigos están aquí. De mi generación, menor a los 30, dijo con sorna. Pero déjame las copas y si puedes, mándame otro par. Eres un encanto. Espero que tu boda haya sido también “ideal””, lo cortó.

Apuró la cuarta copa. En efecto, llegaron dos más. Las vació en un vaso grande, le agregó un chorro de whiskey directo de la barra y le hizo una seña a Javier.

Ese se paró y se acercó a su lado.

– “Vamos ya ¿no? No soporto esto y necesito algo para continuar con las fotos y que no tenga esta sonrisa de amargada. Andrea lo va a notar”.

– “Va que va, muñeca, como tú digas. Tú mandas”.

Salieron del lugar. Afuera estaba más fresco de lo normal. Mierda que no traje mi abrigo. Me muero de frío. Caminaron tres cuadras y llegaron a donde los trailers se estacionaban. Javier, su mejor amigo desde la primaria, sacó dos primos. Le dio uno y en un gesto exageradamente cursi se lo prendió.

– “Señorita, ¿aceptaría fumar conmigo mariguana toda la vida? En las buenas y en las malas, en la salud y en la enfermedad, en la pobreza y la riqueza”.

La hizo reír. Sería lo más cercano a una propuesta de algo que la comprometiera toda la vida. Porque en esos momentos, no estaba ni comprometida con los siguientes cinco minutos.

– “¡Ay puta, las fotos! Apúrate Javier”.

– “Tranquila, así llegas más relajada. Wey, ¿no podías hacer un esfuerzo por Andrea? Es tu mejor amiga”.

– “Sí, ¿no ves que estoy aquí? Mi vestido costó cinco mil pesos. Mi quincena”.

Fumaron hasta terminar el primo. Una sensación de bienestar inundó y curó su amargura. De pronto el YMCA no parecía tan estúpido. Y quizá el Dj podría poner algo de música decente, si se lo pedía coquetamente.

– “Vámonos Javier. Las fotos. Se lo prometí a Andrea. No me encargó nada más que eso”.

Caminaron de regreso, tiraron las colillas y entraron al salón de la antigua casa en el centro.

– “¿Los ves?”.

– “No… a ver aguanta, sí, están arriba… corre, sube esas escaleras y alcánzalos”.

Corrió. Llegó al segundo piso de la casa y le gritó a su amiga. Apenas habían disparado el primer flash.

– “¡Andrea! Te ves hermosa. ¿Dónde me pongo?”.

– “¿Qué tienes en los ojos? Fue toda la respuesta”.

– “Nada, estoy feliz”.

– “Bueno, ponte ahí. Pero no sé, ¿no tienes gotas? No quiero que arruines la foto. Tu vestido muy bien. Procura ponerte de lado, para que salgas mejor. ¿Todavía no bajas de peso? Me habías prometido que para mi boda”.

Se sintió mierda. Se separó del grupo un segundo, sacó de su bolsa unas gotas y se las echó en los ojos. Se incorporó a la foto y se puso de lado. El mejor ángulo. Para no desperdiciar diez de los 40 mil pesos de los gastos destinados a fotografía. No vaya a ser que me recorten de la foto pensó.

Flash. Flash. Flash

Que vivan los novios.

 

@mariagpalacios

en Sinembargo al Aire

Opinión

Opinión en video

más leídas

más leídas