Contra el hambre, más neoliberalismo

22/04/2013 - 12:00 am

Todo esto de la Cruzada contra el Hambre, propaganda y discursos oficiales, me recuerdan muchísimo aquel comic de Mafalda donde la elitista Susanita está en los preparativos para una cena de gala de benefactores y cuando su curiosa amiga le pregunta qué está haciendo responde sin rubor que está comprando caviar, pavo horneado y costosos vinos para la cena en la que se van a recaudar fondos para comprar “sémola, arroz y esas cosas que comen los pobres”.

A eso suena. Aunque la Cruzada contra el Hambre se anuncia como una política pública con propósitos de justicia social, lo que se deja ver es una campaña con perfil asistencialista. Se trastoca el discurso cuando en un programa de gobierno financiado con recursos públicos se hace un exhorto a la ciudadanía a hacer donativos para apoyar  a los más pobres, por ejemplo, con el Concierto contra el Hambre, donde se canjea el boleto de entrada por la “donación” de dos kilos de ayuda alimentaria; o con el llamado a hacer clic en los anuncios de la campaña de Twitter y Facebook para que Nestlé “done” más litros de leche. ¿En qué quedamos, es programa de gobierno para cumplir con su obligación constitución de garantizar el derecho a la alimentación de todos los mexicanos o es el Teletón reeditado o más bien la asociación civil Un Kilo de Ayuda financiada con recursos públicos?

Es la “teletonización” de la lucha contra la pobreza, le ha llamado el colectivo de izquierda Democracia Deliberada en un artículo publicado recientemente en El País.  Coincido con esa crítica, aunque la fundamento de otro modo:

A ver, si según la Secretaria de Desarrollo Social, Rosario Robles, no habrá un peso del dinero público para las empresas trasnacionales invitadas a la Cruzada, si a los jóvenes se les invita a un concierto pagando la entrada con dos kilos de ayuda para llenar un tráiler de Sedesol con alimentos para los pobres, si Nestlé donará un ejército de promotoras de la nutrición y horas  en capacitación para las comunidades incluidas en el programa, si Pepsico-Quaker donará galletas fortificadas y elaboradas con las más alta tecnología, si por clics en Facebook y Twitter estas empresas van a aumentar la donación de leche y otro productos, ¿en qué se va a usar el recurso público?  Bueno, ya se usó un poco en traer a México al ex presidente brasileño Luiz Inacio Lula Da Silva. Como toda campaña publicitaria que se respete, debe contar con una figura pública de peso que la avale. Como en los infomerciales, pues.

El destino de los recursos públicos. Cuando salen a la luz las prácticas delincuenciales sobre uso de los programas sociales para la compra y coacción del voto como lo que denunció la dirigencia del Partido Acción Nacional la semana pasada sobre Veracruz, nada que no supiéramos, aunque ahora evidenciado, es indispensable hacer la pregunta: ¿A dónde se va a ir el cuantioso presupuesto, aún no precisado, de este programa de gobierno? Se sabe que es cuantioso porque el Presidente Enrique Peña Nieto está echando toda la carne a ese asador.

Tras la denuncia sobre los preparativos para una operación política para ganar las elecciones de medio año en Veracruz con el manejo de los programas que son responsabilidad de Sedesol, se aplicó la operación de control de daños totalmente calculado: deslinde de la Secretaria Robles, cese de algunos funcionarios  menores, el inefable anuncio de que se investigará hasta las últimas consecuencias. En palabras de un presentador de noticias en la radio se explica así: “Delegados estatales  de Sedesol  se saltaron a la federación y tuvo que entrar Rosario Robles a poner orden”.  Si México se hubiera inaugurado ayer, esta versión sería creíble, pero como no es así, lo que en realidad sucede es que los tejemanejes para el uso electoral de programa sociales están acordados así desde la federación. Lo hacía el PAN en los sexenios anteriores, lo hacen todos.

Más allá del trastocado discurso oficial, el eje de la cruzada es el asistencialismo:  gran gasto en publicidad, empresas trasnacionales –que acaparan la producción agropecuaria nacional– ganan publicidad gratuita en espacios oficiales, llamado a la “solidaridad” del ciudadano con sus “hermanos en pobreza”, y lo más lamentable, que ocurre también con el Teletón y la discapacidad: el gobierno ningunea a las estructuras sociales ya existentes que han trabajado desde hace décadas en la organización comunitaria buscando soluciones para el problema de la pobreza extrema y el hambre. Son auténticas organizaciones de la sociedad civil (no sólo fundaciones como brazo filantrópico de empresas) que luchan todo el tiempo por acceder a fondos públicos para sustentar su trabajo y éste queda trunco por falta de apoyos gubernamentales.

Experiencia ninguneada por el gobierno federal. Promotoras de nutrición capacitadas por Nestlé recorrerán los municipios donde hay hambre, en un país cuya rica gastronomía autóctona es reconocida por la UNESCO como patrimonio inmaterial de la humanidad. Con este enfoque, se determina que el problema de la desnutrición y el hambre es porque las familias que viven en pobreza alimentaria  no saben qué comer, ignoran en qué consiste la sana alimentación y por eso sólo engañan al estómago con tortillas, cuando hay, frijoles con mucha agua y  una botella de refresco de dos litros. ¿Por qué refresco? Porque con eso una madre con cinco hijos en las brumosas montañas del Sureste logra que se sientan llenos por más tiempo y no estén pidiendo de comer lo que no hay.

Seamos serios: ¿Una madre indígena mexicana no sabe qué darle de comer a sus hijos?, o es que no tiene dinero para comprar carne, pollo, puerco o cualquier otra fuente de proteínas. Tampoco tiene a la mano verduras y hortalizas para el autoconsumo. Las queman las heladas y ya no hay hombres cultivando el campo porque se han ido a paliar su hambre a otro lado, lejos de campo yermo.

Siendo serios, no es creíble que Quaker sepa más de los aportes nutrimentales del amaranto (alimento autóctono) con el que se hacen las nutritivas “alegrías” que los especialistas de la Universidad de Chapingo o que los dulceros de Milpa Alta y Xochimilco. El anuncio está hecho, la empresa desarrollará una galleta con una fórmula científica de patente.

Sin embargo, la causa del hambre en los municipios de más alta marginación en México no es la ignorancia en nutrición. De las verdaderas causas no se habla. La Cruzada contra el Hambre podría llamarse también “Salinismo II. El regreso”. En 1988, Carlos Salinas se anunció como el “modernizador” y lo fue, instauró el neoliberalismo y al mismo tiempo el programa social más famoso de América Latina en los noventas, “Solidaridad”. La enfermedad y el remedio. Ahora Peña Nieto se presenta como el que viene a “transformar” a México. En este sexenio se prepara una segunda ola modernizadora, o como solía decir en aquellos años el analista Tomás Mojarro, El Valedor, cuando hablaba de la “mother-nización” o empobrecimiento sin madre. Los economistas lo saben: el modelo económico neoliberal trae aparejados perjuicios para las mayorías que deben ser paliados con programas sociales de contención, no de solución. Políticas públicas contra la pobreza destinadas al fracaso. Hace 25 años, el paliativo se llamó “Solidaridad”, que luego fue el Progresa, de ahí se derivó el Procampo y estamos estrenando 2013 con una Cruzada Nacional cuyos spots nos repiten día y noche “En México hay hambre”.

La propia Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) reconoce que el principal problema económico en México es la desigualdad en la distribución del ingreso. Desigualdad que empieza desde el diseño de las políticas públicas como se ha hecho hasta ahora. La danza de los millones se va gastos en publicidad en radio, televisión, espectaculares y ahora también en los nuevos medios, Twitter y Facebook y en el pago de mega estructuras partidistas de compra del voto, del exitoso negocio, ese sí, de lucrar con el hambre de la gente.

La danza de los millones. Sostiene la Secretaria Rosario Robles que las empresas trasnacionales invitadas a la campaña no se beneficiarán con un solo peso de los recursos públicos. Sin embargo, históricamente  ha ocurrido. De programas como Procampo –la transferencia en efectivo que reciben los beneficiarios, oficialmente para apoyar su trabajo en el campo– también se han enriquecido los grandes consorcios. Conocí de buena fuente que un orgulloso comercializador de cerveza en Chiapas –donde arrancó la Cruzada– presumía su logro de haber sido del mejor vendedor del sureste de este producto y no dudaba en revelar su secreto a sus amigos: “Sólo tengo que estar pendiente de que todos los refrigeradores de las tiendas en los pueblos y rancherías estén llenos en los días en que llegan a entregar el Procampo porque lo primera que va a ser el hombre al recibir su paga es ir a comprar cervezas”.  Mientras, el campo está estéril, no hay siembra.

Apenas comienzan a sonar las trompetas medievales de esta gran Cruzada y ya hubo bajas de emisarios de medio pelo en Veracruz. No son pocas las críticas y no son viscerales, sino fundamentadas. Combatir el hambre con asistencialismo es un despropósito, contradice el objetivo de una política pública que, por definición, debería ir encaminada al cumplimiento de derechos constitucionales. Pero no hay tontos ni improvisados en el gobierno federal de EPN, la Cruzada es un paliativo para la nueva ola neoliberal que viene, que ya está aquí.

Libertad Hernández / dis-capacidad.com
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