Por Luis Chumacero González Durán
Ciudad de México, 22 de julio (SinEmbargo).– El arte suele decirse invaluable. Los franceses han conducido por años una política de “excepción cultural francesa” en donde tratan al arte como un bien especial que no puede ser considerado “una mercancía como cualquier otra”.
Así, por ejemplo, financian con fondos públicos la creación de obras cinematográficas aún cuando éstas implican pérdidas financieras –porque son arte–; pero el arte también puede ser vendido para lucrar como cualquier otra cosa, y por mucho dinero.
Hace dos días, la revista francesa Le Monde Diplomatique publicó un artículo sobre frescos de Diego Rivera que están en la ciudad de Detroit y se encuentran en riesgo de ser subastados. Los frescos son propiedad de la ciudad –que ya se ha declarado en bancarrota– a través del museo Detroit Institute of Arts. Detroit tiene una deuda que The Economist y otros medios estiman entre 18 y 20 mil millones de dólares.
Diego Rivera, el renombrado artista mexicano, llevó una vida prolífica que se refleja en su obra. Entre 1932 y 1933 estuvo en Detroit, Michigan, en los Estados Unidos. Fue invitado por la Fundación Ford a realizar trabajos que decorarían el patio de lo que más tarde se convirtió en el Detroit Institute of Arts.
La pintura de Rivera en Detroit tomó entonces la forma de frescos entre los que destaca El hombre máquina, que retrata la construcción del motor de un Ford modelo 32. La pieza es un reflejo de muchas cosas: la capacidad de creación del hombre, el fortalecimiento de una industria que cambiaría al mundo, el anonimato y enajenación de la producción en serie y el auge de la misma Detroit que creció en torno a la producción de automóviles.
“La crisis [de Detroit] lleva años sucediendo”, escribió The Economist en una nota de julio del año pasado. “Hace cincuenta años la ciudad era rica. GM, Ford y Chrysler hacían casi todos los autos vendidos en los Estados Unidos. Detroit era el hogar de 1.8 millones de personas. Hoy sólo quedan 700 mil. Muchas son pobres y están pobremente educadas, con un 82 por ciento que no tiene más que un diploma de bachillerato”.
En tal estado de deuda y de falta de recursos para salir de ella, la venta de frescos de Rivera no parece en lo absoluto descabellada.
Titulares de prensa del año pasado advertían que la riquísima obra pictórica del Detroit Institute of Arts estaba siendo valuada para efectuar una posible venta. El Huffington Post hablaba sobre la valuación que el Alcalde de Detroit pidió a la casa de subastas Christie’s de Nueva York y la autoridad que la ciudad tendría eventualmente para usar la venta de patrimonio artístico para saldar sus deudas.
La BBC escribía que “podría tratarse de la venta de arte más cara jamás hecha. Tan cara, en realidad, que nadie sabe siquiera cuánto podría recaudar”. Mencionaba una cifra de más de 2 mil millones de dólares.
Finalmente no se realizó ninguna venta en 2013, pero el debate ha seguido durante este año. Hace dos semanas The Economist volvió a tocar el tema para decir que importantes magnates de la industria automotriz de Detroit estaban recaudando fondos para evitar que el museo recurriera a la venta de su obra, fundamental para la riqueza cultural de la ciudad.
Otro esfuerzo para proteger la colección del Detroit Institute of Arts ha sido buscar que sea nombrada Patrimonio de la Humanidad. Le Monde Diplomatique habla en su artículo de hace dos días sobre una petición dirigida a la directora general de la Unesco y al embajador delegado permanente de México en la Unesco.
La petición circula en el ámbito internacional y ya ha sido firmada por J.M.G. Le Clézio, Premio Nobel francés de literatura; Jean Meyer, historiador mexicano del Colegio de México; Hila Trujillo Soto, directora de los museos Diego Rivera y Frida Khalo en la Ciudad de México y Elena Poniatowska, reciente laureada mexicana del Premio Cervantes, entre otros.
