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Redacción/SinEmbargo

23/04/2019 - 6:34 am

La batalla urgente / La magia de las mañaneras / Realidad y ficción

Lo ocurrido en Minatitlán da cuenta de los problemas de seguridad que por los que atraviesa México, los cuales requieren hoy más que nunca acciones urgentes del gobierno federal y estatal. La cuarta transformación que tanto ha prometido AMLO debe comenzar a ofrecer no sólo acciones, sino también estrategias y resultados

La batalla urgente
Lo ocurrido en Minatitlán da cuenta de los problemas de seguridad que por los que atraviesa México, los cuales requieren hoy más que nunca acciones urgentes del gobierno federal y estatal. La cuarta transformación que tanto ha prometido AMLO debe comenzar a ofrecer no sólo acciones, sino también estrategias y resultados, por lo que e en el Excélsior, la periodista Yuriria Sierra, escribe que: “sin silencios. Sin omisiones. Sin descalificaciones. Sin confrontaciones. Sin dar la espalda. Sin burlas. Sin pasados sobre terribles presentes. Por el contrario, con presentes y futuros prósperos construidos a partir de un espantoso, pero aprendido pasado. ¿De qué otra manera éste —y cualquier país— va a sobreponerse de realidades que duelen y que cuentan, día a día, a tantos muertos? […] ¿Qué hará Andrés Manuel López Obrador en la espera de las primeras señales de esa Cuarta Transformación que prometió? […] Lo escribió ayer Sergio Sarmiento en Reforma: ‘Fue muy fácil en el pasado hablar de los muertos de Calderón o de Peña Nieto. No eran los muertos por ajustes de cuentas o los inocentes asesinados por criminales, ni siquiera los que caían en acciones de la Policía Federal o del Ejército. En el perverso juego de la política, los muertos se convertían en propaganda (…) El mejor camino es tener a un país unido. Debemos trascender las diferencias, descalificaciones e insultos. Al final los muertos no son de López Obrador, de Peña Nieto o de Calderón. Son de todos los mexicanos…’. Es sensato creer que nada va a mejorar por arte de magia tras la toma de protesta, tras una elección. Más que sensato, correcto. Pero acontecimientos como los que vimos en Minatitlán o en Comalcalco exigen un cambio de narrativa que nos ponga a todos de un mismo lado, más aún cuando hasta niños de meses de edad son vulnerables a lo que México vive desde hace años. Tal vez nos equivocamos en las críticas. Tal vez la Guardia Nacional con mando militar (en retiro) sea la respuesta, y se convierta en la estrategia que mejore las condiciones de seguridad. Ojalá. Nos dijo que seis meses de plazo; sin embargo, el Presidente debería abonar a esa reconciliación tan necesaria tras una campaña llena de descalificaciones y que se han vuelto cotidiano tras el inicio de sexenio. Lejos, muy lejos de cualquier adjetivo o reproche con el que López Obrador busque justificar lo que ocurre hoy en el país, debe recordar que él es quien está al frente. ¿Seguirá alimentando el discurso entre fifís y pueblo bueno? Un país dividido, en donde las redes sociales sólo conocen a quienes apoyan al Presidente y a quienes no, no aporta nada. México es hoy, más allá de un país con tremendos problemas institucionales qué resolver, un territorio que cuenta cada vez más muertos. Y si en Presidencia no lo asumen, estaremos comenzando mal nuestra batalla más urgente”.

En torno a este tema, también en el Excélsior, su columna de trascendidos, Frentes Políticos, asegura que: “Los ex presidentes de México Vicente Fox y Felipe Calderón aprovecharon la masacre de Minatitlán para arremeter contra el Presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador, generando reproche en las redes sociales. Paradójicamente, la violencia que padece Veracruz se disparó durante el gobierno de los panistas. La senadora veracruzana Gloria Sánchez condenó tanto la matanza como la polarización que buscan generar en el país los ex presidentes: ‘Es deseable que las fuerzas políticas no intenten lucrar con esta tragedia’. Sí, ya hay demasiada podredumbre en el ambiente como para contaminarnos más. Bájenle al veneno. Todos”

En tanto en Milenio, su columna de trascendidos Trascendió, asegura que: “otra de las consecuencias de la masacre del viernes pasado en Minatitlán, Veracruz, fue la posposición de la comparecencia en el Senado del secretario de Seguridad y Protección Ciudadana. En un tuit, Martí Batres, Presidente de la Mesa Directiva, anunció que ‘ante la situación de la seguridad pública en el país y la necesidad de atenderla de manera urgente y directa’, la reunión prevista para hoy con Alfonso Durazo será reprogramada para pasado mañana. Hay prioridades”.

En El Universal, su columna de trascendidos Bajo Reserva, asegura que: “ante los hechos de violencia ocurridos en Minatitlán, Veracruz, donde fueron asesinadas 14 personas, entre ellas un menor de un año, la comparecencia en el Senado del secretario de Seguridad Pública, Alfonso Durazo, programada para hoy podría posponerse. Nos dicen que la intención es evitar que la oposición se desvíe del tema principal y el motivo para su asistencia, que es exponer la Estrategia Nacional de Seguridad Pública y las leyes secundarias de la Guardia Nacional. Sin embargo, nos dicen que un hecho de esta magnitud será difícil de olvidar para los legisladores y ante la urgencia de que el tema de la Guardia Nacional avance, don Alfonso no podrá posponer por mucho tiempo su asistencia al Senado.”

Realidad y ficción
Muchos han asegurado que López Obrador parece no darse cuenta que ya no es candidato, sino Presidente, por lo que su actitud frente a los problemas que aquejan al país debe cambiar. En pocas palabras, expresan que no es lo mismo ser candidato y prometer, que ser gobierno y cumplir, por lo que en el Excélsior, su director, el periodista Pascal Beltrán del Río, escribe que: “avezados y puntillosos analistas de la realidad nacional, Héctor Aguilar Camín y Jesús Silva-Herzog Márquez coincidieron ayer […] que el Presidente López Obrador está perdiendo contacto con los hechos. ‘Lo que sucede en el discurso del Presidente es cada vez menos parecido a lo que sucede en la vida del país’, apuntó el primero. ‘El país empieza a salir del libreto del Presidente. Su discurso (…) hoy se escucha como retórica escapista’, aseveró el segundo. Difiero de ese enfoque. La realidad nunca ha dado sustento a las posiciones políticas de López Obrador por lo que me parece difícil que esté súbitamente apartándose de los hechos. Ha construido una realidad alterna sobre la que montó tres intentos por llegar a la Presidencia de la República. En sus tres campañas, dijo básicamente lo mismo […]. Sucede que ahora muchos se dan cuenta de lo que algunos advertían, si bien entonces era un asunto opinable. Es ahora, desde el gobierno, cuando AMLO ha tenido la oportunidad de poner a prueba sus tesis, y los resultados comienzan a estar a la vista. López Obrador ganó las elecciones presidenciales en su tercer intento por razones muy concretas: 1) Durante dos décadas hizo política por fuera del club de la partidocracia, lo que lo hizo aparecer, a los ojos de una ciudadanía harta de los tejemanejes del PRI, PAN, PRD y la chiquillada partidista, como la única alternativa para hacer frente a la corrupción, la impunidad, la violencia criminal y la pobreza; 2) se mantuvo fiel a su discurso, lo que llevó a millones de ciudadanos a la conclusión de que si lo aplicado hasta entonces no había funcionado, tal vez lo que proponía el líder de Morena podría ser la solución, y, que, en todo caso, ya era su turno de ocupar el Ejecutivo, y 3) supo construir una comunicación de frases efectistas –que también comienza a desgastarse por el uso– que revolucionó la escena electoral y se convirtió en un factor diferenciador más […]. Y no es que el hoy Presidente se haya equivocado en señalar a la corrupción, el abuso de poder y la delincuencia como problemas del país. Sin duda lo hizo y ¡vaya que esos son grandes problemas!, pero dicha observación también la pudo hacer Perogrullo. Donde ha errado, conscientemente o no, es en las soluciones para enfrentar esas lacras. Hoy insiste en que tiene la razón. Algunas de sus propuestas ya han chocado con la realidad y rápidamente han quedado expuestas. Por ejemplo, decir que al primer día de su llegada al gobierno se acabaría la violencia […]. Otras demorarán en mostrar su ineficacia, como bajar el precio de los combustibles con la construcción de una refinería”.

En Milenio, el periodista, novelista e historiador Héctor Aguilar Camín, escribe que: “al día siguiente de firmar un memorándum que ordenaba incumplir una ley vigente, el Presidente López Obrador hizo una reflexión más desafortunada aún que su ordenanza. Dijo que la ley era ‘para las mujeres y los hombres, no los hombres y las mujeres para la ley’, y que si había que escoger entre la ley y la justicia, debía optarse por la justicia. Escaló así al discurso presidencial una justificación favorita de la costumbre mexicana de la ilegalidad: la creencia de que la justicia está por encima de la ley, y de que las leyes no deben obedecerse si son injustas, es decir, que las leyes no son necesariamente una expresión de la justicia. Desde los años ochenta del siglo pasado, las encuestas han registrado con altos números esta creencia colectiva, quizá la creencia más poderosa de la cultura de la ilegalidad característica de México. Me refiero a la idea de que la justicia existe en un lugar aparte de las leyes, y de que puede tener una expresión objetiva por fuera de la ley, incluso en contradicción con ella. En el nebuloso universo de esta idea general de la justicia, las leyes pueden ser legales pero injustas: impecables en la forma, ilegítimas en el fondo. El problema es que no hay otro referente objetivo de lo que una sociedad juzga justo que las leyes que esa misma sociedad se ha dado. Las leyes son la partitura objetiva de la justicia al alcance de una sociedad, no hay una partitura aparte salvo en el reino de la religión, la filosofía moral, o la teología. Para efectos de la convivencia de una sociedad, no hay otro referente objetivo de lo justo, que la ley. Presentar lo legal y lo justo como reinos separados, es introducir la subjetividad en el ámbito de la legalidad y del estado de derecho. Pocas cosas puede decir un Presidente mexicano que coincida más con las malas costumbres y las pobres creencias de su sociedad, y que atente más contra su propia posibilidad de gobernar. México necesita de sus gobernantes una pedagogía y una conducta objetivas de respeto a la ley, no un discurso que legitime el impresentable laberinto subjetivo de la ilegalidad mexicana”.

La magia de las mañaneras
Las Conferencias matutinas de AMLO se han convertido en uno de los sellos de su administración, y aunque muchos aseguran que estas no son de gran utilidad y sólo sirven al Presidente para improvisar y manejar la agenda de los medios de comunicación, lo cierto es que a ellas podría deber en gran medida su popularidad. Por ello en el Reforma, el analista y periodista Sergio Sarmiento, escribe que: “¿cuánto tiempo durará la magia de las mañaneras? Casi cada día desde que asumió la Presidencia, Andrés Manuel López Obrador ha dado una conferencia de prensa de entre una y dos horas en las que establece la agenda política, responde a acusaciones, debate con algunos periodistas, escucha halagos y peticiones, da clases de historia y pontifica. En un país en que las conferencias presidenciales eran una excepción, la mañanera cotidiana se ha convertido en un éxito de público. Los medios privados la cubren y los oficiales, como el canal 11 o el 14, la transmiten completa. Si en los tiempos del viejo PRI los informes de gobierno daban lugar al día del Presidente, las mañaneras hacen que todos los días sean del Presidente. Improvisar cotidianamente frente a las cámaras tiene enormes riesgos. Los errores se magnifican, los aciertos se reiteran. Casi puede uno adivinar cuándo el mandatario ofrecerá su cotidiana condena a los neoliberales/conservadores, a la prensa fifí y al Reforma. López Obrador es tan previsible en sus diatribas como Donald Trump en sus tweets, pero la táctica le funciona. Todas las encuestas lo muestran en niveles sin precedentes de popularidad […]. López Obrador comparte mucho de la filosofía de comunicación de Trump, quien afirmaba: ‘Creo que hemos hecho más que quizá cualquier otro Presidente en los primeros 100 días’. Este pasado 3 de enero AMLO declaró: ‘En 100 días vamos a terminar de desatar toda la acción transformadora’. Y a los 100 días afirmó: ‘Ya empezamos a escribir el prólogo de la transformación nacional’. El Presidente no acepta errores. ‘Nosotros no somos iguales’, afirma de manera constante. ‘Nosotros somos honestos’. De ahí su optimismo permanente: ‘Vamos bien, vamos muy bien’. Las cifras dicen otra cosa. La tasa de crecimiento se está desacelerando, se están creando menos empleos formales, el número de homicidios dolosos está aumentando. Es muy pronto, por supuesto, para cambiar a un país tan complejo como México; pero López Obrador siempre ha tenido otro cristal para ver el país […]. Si la popularidad es el cimiento de la política, López Obrador va por buen camino. Sus mañaneras lo han acercado al pueblo. La gran pregunta es si esta popularidad se mantendrá en el sexenio o si las mañaneras terminarán por desgastarla”.

Reforma Educativa
Por su parte en el diario Reforma, su columna de trascendidos Templo Mayor, asegura que: “¿y la reforma educativa, apá? Vista la agenda legislativa de San Lázaro para esta semana, al menos en este periodo de sesiones (que concluye el día 30) no podrán echar abajo la herencia de Enrique Peña Nieto. Así que habrá que modificar el plan de estudios para enseñar a los estudiantes de Física por qué un memorándum pesa más que la Constitución”.

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