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Martín Moreno-Durán

23/08/2017 - 12:00 am

Meade: candidato del PRI…¿y también del PAN?

  Cuando el secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong, salió apresurado de la XXII Asamblea del PRI, muchos lo recuerdan con un gesto de amargura. Adusto, seco, respondió algunas cosas triviales a reporteros. Minutos antes se habían eliminado los candados que permitían a Meade y hasta a alguien tan mediano como Aurelio Nuño, poder ser candidatos presidenciales. Osorio Chong sabía perfectamente el significado de esa decisión y de dónde venía.

Meade, virtual candidato presidencial del PRI. Foto: Isaac Esquivel, Cuartoscuro.

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La fotografía ni fue casual ni, mucho menos, hecha pública al azar:

A principios de los noventas, los entonces estudiantes Luis Videgaray y José Antonio Meade, compañeros en la licenciatura en Economía del ITAM, cargaban juntos una mesa en lo que parece ser un día de campo. Se apoyaban. Sonriente, Meade. Relajado, Videgaray. La imagen fue divulgada, vía redes sociales, por el hoy Secretario de Relaciones Exteriores, el último día de marzo pasado.

¿Por qué no fue casual esa foto?

Al divulgarla, se hizo con un mensaje de efecto político: José Antonio Meade va de la mano de Luis Videgaray – el personaje que maneja a Enrique Peña Nieto y que toma las decisiones importantes en el gobierno peñista-, son amigos, y hoy, se encamina a ser el candidato presidencial del PRI en 2018.

“Señores, aquí está su candidato y se llama José Antonio Meade”, fue la simbología de esa fotografía, sabedor Videgaray de sus nulas posibilidades de ser candidato por el fuerte rechazo que tiene entre la población.

Ese día, con esa foto, fue el destape virtual de Meade como candidato presidencial priista. (Se formalizaría cinco meses después cuando, dóciles, los priistas obedecieron la orden de Los Pinos de eliminar candados y permitir que candidatos externos – como Meade-, pudieran aspirar a su candidatura presidencial).

Meade, virtual candidato presidencial del PRI.

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Cuando el Secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong, salió apresurado de la XXII Asamblea del PRI, muchos lo recuerdan con un gesto de amargura. Adusto, seco, respondió algunas cosas triviales a reporteros. Minutos antes se habían eliminado los candados que permitían a Meade y hasta a alguien tan mediano como Aurelio Nuño, poder ser candidatos presidenciales. Osorio Chong sabía perfectamente el significado de esa decisión y de dónde venía.

Sabía que era allanarle el camino a Meade.

Y sabía también que la decisión se había tomado en Los Pinos.

Puntero todavía en las encuestas, Osorio Chong no puede reclamar alguna injusticia en su contra o rebelarse ante la decisión de Peña Nieto de abrirle el camino a Mede, bajo la influencia directa del todopoderoso “Vice-Garay”. Imposible. ¿Porqué?

Primero, porque Osorio sabe perfectamente que si es puntero en las encuestas y se refleja como el priista mejor posicionado se debe, sencillamente, a que es Secretario de Gobernación. Y nada más. El cargo lo pone, en automático, en el aparador, y le da los puntos necesarios para asomar la cabeza. Ni es el líder priista que México necesita ni mucho menos es un político brillante. Es parte de esa nomenclatura política aborrecida y rechazada por la mayoría de los mexicanos.

Segundo, porque conoce las reglas del sistema y del grupo en el poder: en el momento en el que protestara al ver amenazadas sus posibilidades rumbo al 2018, en ese mismo instante sería despedido de Gobernación por Peña Nieto y se quedaría desnudo y sin protección. ¿O algún gobernador o político priista metería las manos por Osorio y le acompañaría en una aventura quijotesca para obtener la ansiada candidatura presidencial? Por supuesto que no. Ninguno. Es más cómodo y seguro irse con la cargada a favor de Meade.

Cargada priista que inició justo al terminar la reciente Asamblea del PRI: José Antonio Meade cobijado por los priistas, entre tumultos para tomarse una selfie con el Secretario de Hacienda, ungido ya como el más viable candidato presidencial del PRI.

¡La cargada se ve, se siente…y Meade está presente!

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El gran error de Enrique Peña Nieto al inicio de su sexenio, fue haber quitado a José Antonio Meade de Hacienda y enviado allí a su amigo íntimo, asesor personal y confidente sentimental, Luis Videgaray, quien operó una Reforma Hacendaria repudiada por los empresarios, dañina para los comerciantes y engorrosa para los ciudadanos de a pie. Una miscelánea fiscal fallida.

Meade cerró el gobierno de Felipe Calderón con un reconocimiento innegable: había sabido sortear, con un alto grado de eficacia, la brutal crisis financiera que estalló en 2008 producto de la crisis inmobiliaria en Estados Unidos. El efecto jazz. Una bomba que hizo pedazos a economías como España y Grecia, países que, casi diez años después, aún resienten los efectos devastadores.

A pesar de esa crisis, el gobierno de Calderón entregó 2012 con un crecimiento del 3.9%, nada mal dentro de un entorno financiero arrasado por la crisis que llegó de EU. Nos pudo haber ido peor.

Pero entonces llegó el populismo financiero de Peña Nieto – Videgaray (manejo político de las finanzas públicas), y la economía se desplomó: del 3.9% heredado, la economía mexicana registraba un raquítico 1.1% de crecimiento en 2013. Videgaray no pudo mantener el crecimiento de la economía. Fue un yerro enorme de Peña.

Meade había sido nombrado – de manera sorpresiva porque tenía de diplomático lo que el columnista tiene de americanista – Secretario de Relaciones Exteriores. Pasó de noche. Las circunstancias políticas lo regresaron, con el tiempo, a Hacienda.

Sin embargo, José Antonio Meade nunca perdió contacto con el PAN, donde es muy bien visto y reconocido.

Para ser claros: muchos panistas, empezando por su presidente, Ricardo Anaya, verían con simpatía que alguien con el perfil de Meade se convirtiera en su candidato presidencial. No dudarían en apoyarlo.

Además, así lo han calculado y así lo quieren en Los Pinos, donde Anaya es cercano.

El problema, es:

¿Qué hacer con Margarita Zavala, la puntera indiscutible en las encuestas respecto al PAN en 2018? ¿Cómo hacer a un lado a Margarita sin fracturar al partido, para darle paso a una virtual candidatura presidencial de Meade?

Esa es la pregunta.

Y que a nadie extrañe una posible candidatura común PRI-PAN con José Antonio Meade como candidato común, enmarcada e impulsada por esa obsesión que es lo único que moverá a Peña, Videgaray y su equipo, durante los próximos diez meses: frenar el ascenso de Andrés Manuel López Obrador en su camino a la presidencia de México.

Meade, candidato del PRI y del PAN, es una posibilidad. Allí está.

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Peña Nieto, Videgaray, Osorio Chong, Salinas (operando a su manera: desde las sombras) y compañía, saben que el desprestigio del gobierno peñista, el aborrecimiento de la mayoría ciudadana al PRI y la nula aprobación de Peña por parte de los ciudadanos, le cierra el camino al priismo rumbo al 2018. Allí están las encuestas más confiables: ni Osorio, ni Meade, ni Videgaray, ni Narro, ni ninguno, le podría ganar la elección presidencial a AMLO. Ninguno. Necesitan, a fuerza, un candidato externo para competir. Un priista les aseguraría la derrota.

Entonces, ¿por qué allanarle el camino a Meade, si tampoco ha crecido en las encuestas?

Sencillo: porque de la baraja que tienen en Los Pinos, Meade es el menos desprestigiado al no ser priista. Vaya paradoja. Saben que Meade es el único sin escándalos ni pasivos graves que lo pudieran frenar ante AMLO y que, bien arropado, podría llegar a Los Pinos. Meade es bien visto en el entorno financiero internacional y eso opera en su favor.

Sin embargo, más allá del perfil externo de José Antonio Meade, a lo que verdaderamente le apuesta el PRI para mantener la Presidencia en 2018, es volver a la fórmula ya probada en 2012 y este año en el Edomex: ganar la elección a billetazos, comprando votos, coptando a políticos de oposición, agrediendo a adversarios, robándose las urnas, obligando a firmar actas amañadas, violando las leyes electorales ante la ceguera del INE y la complicidad del TEPJF. A la usanza priista, pues.

Más allá de quién sea su candidato, el PRI le jugará, para 2018, a su añeja y exitosa fórmula: robarse la elección presidencial. Como en 1988, con Salinas de Gortari. Esa es la apuesta mayor de Peña y su equipo: el fraude electoral.

Pero ese seguirá siendo tema de esta columna en próxima entrega.

TW: @_martinmoreno

FB / Martin Moreno

Martín Moreno-Durán
Periodista. Escritor. Conductor radiofónico. Autor de los libros: Por la mano del padre. Paulette, lo que no se dijo. Abuso del poder en México. Los demonios del sindicalismo mexicano. El Derrumbe Retrato de un México fallido. El Caso Wallace. 1/Julio/2018: Cambio Radical o Dictadura Perfecta, y de la novela Días de ira.

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