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Óscar de la Borbolla

25/03/2024 - 12:03 am

El Tiempo Robado para uno mismo

“Cada quien es distinto, me refiero a lo diverso que es para cada uno de nosotros ese tiempo propio que necesitamos robar para dedicárnoslo exclusivamente a nosotros”.

“Así es como uso el tiempo robado, así es como he logrado hacerme a mí mismo, no hacerme una vida, no hacerme de un nombre, no hacerme de un patrimonio, sino hacer ese que soy”. Foto: Especial

¿Qué hacer con la vida? Con la vida más allá de lo que podría denominarse el tiempo obligatorio: las horas invertidas en el trabajo (lo mismo el agradable que aquel frente al que no nos queda otro remedio); más las horas perdidas en los trámites y en esas largas filas en las que tenemos que formarnos antes de que nos toque nuestro turno; además de ese tiempo que se nos va en los lentos trayectos que nos permiten llegar de un lugar a otro y decenas de otros tiempos obligatorios que, sin duda, me falta agregar. ¿Qué hacer con lo que resta de nuestra vida a la que también, por supuesto, hay que descontarle el tiempo que —seguramente gozosos— dedicamos a nuestra familia, amigos y, en general, a nuestros seres queridos? ¿Qué hacer con nuestra vida cuando, la verdad, luego de lo mencionado no nos queda tiempo para nada y, a veces incluso, hasta nos falta?

¿Qué hacer, en suma, con el tiempo de nuestra vida estrictamente para nosotros? Es, por lo visto, un tiempo que no existe. Y si esta es la situación, hay que inventárnoslo, robarlo de aquí y de allá. Qué extraña paradoja que el tiempo de nuestra vida para nosotros tenga que ser robado, recuperado. Esta ha sido, al menos, mi experiencia: el tiempo para mí ha sido un hurto permanente: se lo he quitado hasta a mis seres queridos y no se diga a mis más irrecusables obligaciones laborales, en las que, lo confieso, he dejado mucho que desear. No me arrepiento y lo digo abiertamente: de lo contrario jamás habría leído ni escrito ni pensado: soy exactamente el resultado del hurto de un tiempo para mí. Muy oportunamente leí Sobre la brevedad de la vida, ese ensayo maravilloso de Séneca, y se me volvió un mandato lo que ahí se aconseja.

Cada quien es distinto, me refiero a lo diverso que es para cada uno de nosotros ese tiempo propio que necesitamos robar para dedicárnoslo exclusivamente a nosotros. A mí, como lo he dicho, ese tiempo lo empleo en leer lo que no necesito, lo que no me hace falta para actualizarme profesionalmente, lo que ni siquiera me da un mejor tema de conversación… sino leer sencillamente lo que mi curiosidad hace que brille para mí. Y también lo empleo en escribir no mis informes académicos, ni siquiera esta columna que tanto me deleita y agobia por su regularidad semanal, sino en escribir eso que nadie espera, eso que podría no escribir pues a nadie más que a mí le hace falta. Y, además, me gusta pensar, pero no en problemas prácticos, y tampoco en lo que podrían llamarse: “mis problemas” (esos asuntos me enferman, me obsesionan), sino pensar a secas o, si se prefiere, en la cuadratura del círculo o en la inmortalidad del cangrejo: el placer que me produce ir desenredando o enredando el hilo de una idea me divierte en verdad, y da lo mismo si me aclaro o me pierdo, si me confundo o confundido creo haber llegado a algo… Así es como uso el tiempo robado, así es como he logrado hacerme a mí mismo, no hacerme una vida, no hacerme de un nombre, no hacerme de un patrimonio, sino hacer ese que soy, ese yo tan indispensable para mí y a la vez tan prescindible para el resto del mundo.

Solo me resta invitar —a quien se sienta identificado conmigo en aquello de robarse tiempo para escribir lo que solo por su propio influjo ha de llegar al mundo— a mi Taller de narrativa por Zoom. Comenzaré el próximo lunes por la noche y las bases para participar están en mis redes sociales.

 

Twitter
@oscardelaborbol

Óscar de la Borbolla
Escritor y filósofo, es originario de la Ciudad de México, aunque, como dijo el poeta Fargue: ha soñado tanto, ha soñado tanto que ya no es de aquí. Entre sus libros destacan: Las vocales malditas, Filosofía para inconformes, La libertad de ser distinto, El futuro no será de nadie, La rebeldía de pensar, Instrucciones para destruir la realidad, La vida de un muerto, Asalto al infierno, Nada es para tanto y Todo está permitido. Ha sido profesor de Ontología en la FES Acatlán por décadas y, eventualmente, se le puede ver en programas culturales de televisión en los que arma divertidas polémicas. Su frase emblemática es: "Los locos no somos lo morboso, solo somos lo no ortodoxo... Los locos somos otro cosmos."

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