Con el libro El salvaje, el escritor, director y guionista, ha dado un paso adelante en su literatura, aunque la vida suya ha sido siempre la creación. Fruto de un matrimonio de intelectuales, cree que la cultura es el entendimiento del mundo y descree de la corrección política.
Ciudad de México, 29 de julio (SinEmbargo).- Guillermo Arriaga es un hombre sumamente conocido en México. Su trabajo en el cine lo ha hecho popular y muy interesado en los temas mexicanos, un país al que ha sabido llevar a la pantalla en los últimos años.
Sin embargo, su origen es literario y como tal entiende el mundo. No quiere hacer ninguna de las dos cosas. Es cineasta y escritor, pero ha hecho El salvaje, escribiendo como monje muchas horas al día, para honrar al lector y para hacer el mejor libro posible.
La autobiografía en vivencias acontecidas en la Unidad Modelo han hecho de esta novela un gran libro, que ha ganado el Premio Libro del Año en Mazatlán y que ha hecho decir al crítico del Exprés que Guillermo Arriaga “es uno de los autores contemporáneos más potentes, intensos y originales de la literatura en lengua española”.
–El salvaje es tu cuarta novela…
–Sí, estuve como monje escribiendo muchas horas al día. Tengo mi trabajo paralelo, que son mis seminarios y ahorros que tuve del cine.
–¿Escribir como monje implica una responsabilidad hacia la novela?
–Sí, yo creo que sí. Hay que dedicar el mayor rigor posible a un trabajo literario. Es lo que nos va a sobrevivir. Más vale que nos quede bien
–¿Hablar de la posteridad implica hablar de la importancia a lo que te dedicas?
–Bueno, no hablo de la posteridad, sino de hacer un libro lo mejor posible. No sé ni siquiera si mi libro me vaya a sobrevivir, pero si me sobrevive, que por lo menos esté bien hecho. Y por otro lado quiero ser respetuoso con el lector. No quiero ser complaciente con el lector, pero sí respetuoso. Creo que alguien que invierte dinero y tiempo en tu obra, tienes que al menos asegurar que si bien no sabes si le va a gustar, lo hice con toda la sobriedad y el rigor posibles. Lo que estaba en mis manos, que es el rigor y la seriedad, ya está hecho. Ya si gusta o no gusta está fuera de mis manos.
–La autobiografía tiene un gran sentido en esta novela
–Más que la autobiografía creo que son las vivencias. Por ejemplo, el personaje se queda huérfano en las primeras páginas y tú me acabas de oír hablar con mis papás. Lo que sí puedo decirte es que hay muchas vivencias. Crecí en un barrio que para mí fue una experiencia privilegiada, la Unidad Modelo y en ese barrio tuve todas estas historias, que me permitieron no sólo escribir El salvaje sino también mi libro de cuentos, Retorno 201 o mi película Amores perros.
–Una colonia con vivencias muy contradictorias
–Es un barrio fundamentalmente de clase media, con gente de trabajo. Es la cultura del esfuerzo, que se diseñó para el sindicato de maestros, diseñada por Mario Pani. Sí es un arquitecto importante. Tenía toda la influencia de Le Corbusier, la Unidad Modelo era una colonia donde había iglesia, supermercado, tintorería, había todos los servicios, escuela primaria, escuela secundaria…
–Hay que sobrevivir a la tragedia. La novela empieza con pura tragedia
–Es una historia de cómo el espíritu humano es capaz de levantarse. Hemos cursificado a dos palabras que son el amor y la amistad, pero realmente el optimismo y la esperanza se sustenta en el amor y la amistad.
–Estuve leyendo una crítica a El salvaje en la que decía que usted había puesto los buenos por un lado y los malos por otro…¿qué idea de moral tenía usted al escribir la novela?
–No hay ninguna idea de moral en la novela. Casi siempre son personas que tienen una educación muy moralista y siempre hay que leer de dónde vienen los críticos. Creo que si tiene una educación católica, donde hay buenos y malos, mi educación no es católica, entonces ven ese prisma y así leen la novela.
–¿Hay una idea de venganza que puede exhortar a vivir?
–Creo que la venganza es uno de los grandes temas de la literatura, desde Shakespeare a los griegos, siempre ha sido recurrente el tema de la venganza. En “Diles que no me mates”, de Juan Rulfo, el personaje termina asesinando a quien mató a su padre, ha estado siempre guiado por la venganza. Pero creo que la venganza no termina de aliviar, al contrario, termina creando espirales de venganza. De más violencia. Yo no siento que la venganza sea el camino.
–Entonces desde la venganza y el amor, siempre conviene el amor
–Por supuesto. Hay siempre muchas rutas, la ruta más clara es vengarte, la otra es seguir adelante, porque si vives obsesionado con el rival, con el adversario, desgastas tu vida en ello. Cuando hay muchas otras posibilidades. La disyuntiva real sería ¿venganza o justicia? En países como los nuestros, la justicia es prácticamente nula.
–Estaba leyendo el otro día alguien que decía “si alguien te hizo mal, véngate siendo feliz”. Es una frase de autoayuda, pero me resultó muy interesante
–Pues mira, lo que pasa es que la venganza sí consume demasiado esfuerzo y consume una visión totalizadora, por así decirlo. Se convierte en el dueño de tu destino. Yo he visto a gente obsesionada por la venganza y es tal la herida que no piensan en otra cosa. Y cuando se vengan, ni siquiera se curan, sienten un profundo vacío
–En este asunto que hay con los hermanos, ¿qué posibilidades hay de disfrutar la vida?
–Los seres humanos nacemos en circunstancias perfectamente azarosas, fue de nuestra voluntad. Es curioso que la familia en la que nazcas, la posición, entre los hermanos en los que creces no es lo mismo ser el primero que el quinto. El medio ambiente, la relación los hermanos, sí crea una visión del mundo. Adler, el psicólogo, decía que variaba la posición de cada quien dependiendo el número en el que nacías. Hacía unas diferencias muy grandes entre las perspectivas que tenía el hijo más grande contra la soledad del cuarto, a ser el menor…si cambia la visión del mundo.
–Pensaba en esta relación tan patriarcal que existe en la sociedad mexicana. Crecer sin la familia, anhelando la familia
–Es un país donde el ámbito familiar determina, los lazos son más perdurables. Aquí sigue habiendo una relación profunda y tiene un elemento positivo importante.
–Es un país donde el ámbito familiar determina, los lazos son más perdurables. Aquí sigue habiendo una relación profunda y tiene un elemento positivo importante. No es un tema sobre el que he reflexionado mucho, pero te hablaré de mi propia familia. Crecí en el seno de una familia, con papás sumamente cultos, no importaba donde creciéramos, las discusiones en la familia eran y siguen siendo impresionantes. Mis hijos que ahora van a ver a papás, hablan de Arthur Schopenhauer, de Murakami, del último disco de Kate Perry. Mis padres están en todo. Es inevitable que los hijos que nacimos en esa familia estemos impregnados de una curiosidad intelectual, de una curiosidad por la lectura.
–¿Qué es la cultura para ti?
–El entendimiento del mundo. Es distinta la erudición, que es tener una serie de datos y no la cultura para leer y reflexionar sobre lo leído. No es simplemente para tener cultura. Es explicarte el mundo a través de las obras de los demás. De un cuadro, de una novela, de una película. Siempre la reflexión personal a partir del espejo que te tira la obra.
–La cultura elimina también las razas sociales
–Es que mira, alguna vez una amiga de mi hermana le hizo hincapié que habíamos crecido en una colonia como la Modelo y no en Las Lomas. Mi hermana entonces le contestó, en tu casa se hablaba del Hola!, y en mi casa se hablaba de Kant. ¿Cuál era mejor nivel de vida? ¿Cuál era más interesante? La cultura se convierte en un elemento para mí fundamental.
–¿Lobo, Colmillo, es un homenaje a Jack London?
–Sí, no es un directamente un homenaje a él, no soy un autor que esté muy determinado por la lectura de Jack London. Sí existió un perro lobo frente a mi casa, sí era real. Y le puse Colmillo por esta referencia.
–Cazar sí es una influencia
–Cazar sí es una influencia muy poderosa. En este mundo políticamente correcto, de gente que no conoce la naturaleza, de gente que absorbe la naturaleza a través de videos, obviamente explicar la cacería a gente que no ha estado ahí resulta muy complicado. Para mí la cacería me ha permitido entender la naturaleza humana cada vez más, más y más. Yo cazo con arco y flecha, lo cual representa un reto muy complejo. Como el animal que vas a cazar, no es cualquier animal, sino uno de determinadas características, que sea venado macho, que sea de tal edad, etc. etc., observas a todos los demás animales: las hembras, las crías y eso te permite entender, desde la seducción a la jerarquía, hasta lo que ahora llaman el bullying, a la muerte. La muerte es constante en la naturaleza. Hay un juego que se llama Angry Birds, que está basado en los cardenales. Si observas a los cardenales, verás que se la pasan peleando todo el día. Cazar no tiene que ver con ir a matar a un animal, sino que tienes que ver con la naturaleza, que formas parte de ella.
–¿El salvaje está hecha sobre un espíritu nostalgioso o sobre una vida que vamos a vivir?
–Creo que la respuesta es ambas. No hay una nostalgia, pero sí la recuperación de mi pasado que me resultó interesante. He dicho que está basada en hechos reales que nunca sucedieron. Sí está alimentada por el pasado, pero también creo que puede ser una reflexión absolutamente contemporánea. Tengo lectores que son muchachos de 15 años que no les importa que no haya celular o computadoras en la novela, la sienten suya, contemporánea. Eso me provoca una enorme alegría.
–¿Qué piensas de la corrección política?
–Vivimos en sociedades cada vez más alineadas, cada vez más urbanas, muchachos que viven en departamentos, cuya relación con la naturaleza es nula. Todas las referencias que tienen son sus mascotas o lo que ven en videos. En Animal Planet. Nunca han tenido una relación directa con la muerte. La muerte sí es obscena, tan obscena es que ya no se puede envejecer a gusto. Los calvos como yo se tienen que poner mapaches para andar por ahí, quitarse la barriga, todo es negar el paso del tiempo. Estos jóvenes tienen que entender que hay algo más allá de lo urbano y de lo que están viendo en las pantallas. El no tener un sentido de muerte te arrebata un sentido de vida. Te conviertes en un ser gelatinoso.
–Qué raro que digas que no hay un sentido de muerte en un país donde la muerte está tan presente…
–Yo siento que hay una dicotomía cada vez más brutal entre las clases medias y altas y las clases bajas. Mientras la mitad del país está masacrando, la otra mitad se está matando de hambre y por eso la insistencia de migrar hacia los Estados Unidos. Lo digo de primera mano, muchos campesinos amigos míos se tuvieron que ir porque no tuvieron de otra. La filiación al narco es una salida económica a la pobreza. Están masacrando a la gente y hay otra gente que piensa en la bicicleta en La Condesa, mi perrita, la mascota, soy vegano…¡Es esquizofrénico! La otra vez me decía un muchacho que él vería la posibilidad de ser sicario. Si me tiro a alguno de los fresas de La Condesa, ¿qué me va a importar? Nada, no me importa. Hay un desastre social y la gente habla de tonterías con una indiferencia pasmosa.
–La política mexicana también es muy superficial
–La política en general es superficial. Creo que sí, que hay un desastre, una dolorosa negación de las más profundas contradicciones de la sociedad mexicana. Creo que el abrazar todas estas medidas económicas impulsadas desde los años 80 por Reagan y Thatcher, sin ningún cuestionamiento, pauperizó a la población. Todo el mundonos decía que si seguíamos los lineamientos del FMI México iba a progresar…pues vean cómo progresamos. Toda esta banalidad con la que asume la clase media y alta, sin asumir responsabilidades, comportándose sin ninguna culpa… Creo que México todavía no alcanza a resolver su historia. La historia tiene un peso más grande, en Brasil no hay ese peso, si vas a caminar por esta capital ves los vestigios, la catedral, el zócalo, hay que ver la cantidad de rostros que hay ahí para darse cuenta de las contradicciones. Una de ellas es la distancia y la cercanía con los Estados Unidos, queremos ser distantes de ellos pero sin embargo aceptamos sus planes económicos, queremos independencia pero cada vez somos más dependientes, somos un país muy veladamente racista, nuestros héroes con Cuauhtémoc y Cuitláhuac, pero un insulto es ¡indio!, o “te bajaron de la sierra”, “pinche negra”, estas cosas ridículas que todavía existen en el imaginario mexicano.
–¿Qué tan mexicano eres?
–Creo que soy lo más prototípicamente mexicano que existe (risas). Me da mucha tristeza porque todavía me hablan de inglés en el aeropuerto, pero mi trabajo es muy mexicano. Conozco muy bien a este país, la cacería me ha ayudado a conocer el México profundo, cantidad de lugares que la gente no conoce. Una de las cosas fuera del protocolo de Cannes, que cuando me entregaron el premio por Los tres entierros de Melquiades Estrada, saqué una bandera de mi país. No fue muy bien visto, no quería yo hacer una manifestación nacionalista, sino dedicar el premio a los mexicanos de uno y otro lado de la frontera.
–¿Qué viene ahora?
–No puedo hablar mucho de lo que viene, pero vuelvo a la literatura y comienzo un nuevo proyecto de cine.