Profe… ¿me enseñas a no ser violento?

Eduardo Suárez Díaz Barriga

13/07/2014 - 12:00 am

Aída, llamémosla así, es una profesora joven y comprometida de matemáticas, de tercero de secundaria. Sabe que sus estudiantes necesitan preparase muy bien para la actividad económica pero tiene muy presentes los graves problemas de violencia e inseguridad.  También para eso se deben formar, asegura. Sin una paz positiva y feliz, de poco sirve el dinero.

En la universidad donde se tituló en pedagogía, su plan de estudios incluyó la educación para la paz como eje trasversal. Además, recibe cursos de actualización todos los semestres, que incluyen aspectos relacionados con estos conocimientos, habilidades y valores en su área. Por ejemplo, utiliza problemas numéricos relacionados con los presupuestos dedicados al combate de la violencia.

Ha estudiado los temas adecuados para ayudar a sus estudiantes a ser ciudadanas y ciudadanos responsables, tolerantes y respetuosos: tipos de violencia, justicia y equidad, legalidad y legitimidad, derechos humanos y de los niños, respeto por el medio ambiente, manejo y transformación del conflicto… Siempre ve la manera de dar ejemplos de álgebra que tengan alguna relación con ellos.

Reflexiona también sobre los procesos educativos que son compatibles con estos temas. En primer lugar, sabe que ella no está sola: tiene una red de compañeros y compañeras docentes con quienes dialoga y discute profesionalmente sus intenciones y dificultades. Sabe que la mejor manera de aprender a vivir en paz es el aprendizaje colaborativo y no el competitivo. Siempre practica una comunicación con su estudiantado basada en el respeto, la tolerancia y la empatía. La noviolencia es para ella mucho más que un contenido curricular: es una práctica cotidiana en su aula y una guía para todas sus acciones.

Aída es una líder efectiva. Las y los jóvenes ven en ella a un modelo que deja claro que lo que enseña y practica es posible y deseable. Piensa que ése es su principal objetivo: ofrecer una alternativa real a la normalización, y hasta glorificación, de una visión discriminatoria, abusiva, bélica y violenta. Está convencida que la paz es un estado de acción, invención y creatividad.

Finalmente, entre su escuela y el sistema educativo existen alineación y coherencia: las políticas educativas, los enunciados estratégicos, como la misión y la visión, y los planes de estudio le brindan apoyo institucional, social y hasta gubernamental. Se siente confiada y comprometida.

Quien nos pide que imaginemos a Aída es Candice Carter, especialista en formación docente en educación para la paz. Sin imaginar estos mundos alternativos, dice la investigadora, es muy difícil tener el empuje necesario para enfrentar las condiciones caracterizadas por graves conflictos sociales, de crimen organizado o armados… Porque la realidad es muy diferente a lo que representa nuestra profesora imaginada.

Hagamos aparecer ahora a Paco, también docente de una secundaria, de primer año. Su disciplina es la lectura y redacción. Su plantel ha sido señalado recientemente como una institución violenta. En el periódico y otros medios electrónicos se ha dado a conocer la historia de un muchacho que acosaba a otros estudiantes con insultos, golpes y complejas torturas sicológicas, como encerrarlos en un tapanco oscuro y lleno de cucarachas. Hubo ya denuncias. Una de las víctimas no quiere regresar a la escuela, a pesar de la insistencia de su padre y su madre. El agresor denunciado está sumamente deprimido y muestra un trastorno grave. Tampoco quiere asistir. Su madre ha dicho a un reportero que quiere morirse. Muchas personas que leen en el periódico lo anterior no pueden creerlo y se burlan de él, al mismo tiempo que piden que se le castigue de forma ejemplar.

En su licenciatura en educación Paco solo cursó una asignatura optativa relacionada con el problema del bullying, pero que no aterrizaba ninguna propuesta concreta para su área. Casi no recuerda esa experiencia. Tampoco recibe apoyo para su formación continua como docente en este tipo de intervenciones. Ignora la diferencia entre paz positiva y negativa, entre equidad y justicia, no sabe cómo manejar los conflictos ni cómo cultivar la paz personal, desconoce sus derechos como humano y también los de los niños…

Paco no sabe qué hacer. Siente miedo y angustia. La profesora del agresor ha sido suspendida por negligencia. Ella atiende a más de cuarenta estudiantes en su aula, el doble del promedio encontrado por la OCDE, además de que por los recortes no hay personal para vigilar en los recreos. Y al igual que Paco, no ha sido preparada para afrontar una situación como ésta. Él piensa que en cualquier momento le puede pasar a él algo similar. Lo único que se le ocurre es endurecer la disciplina y hacer ver a sus directores que así lo ha hecho.

Paco, aunque ficticio, da clases en muchas escuelas. Y necesita ayuda, urgentemente. Hacer realidad a Aída, aunque difícil, es la única posibilidad de que disponemos. No es el futuro quien lo exige. Es el presente.

Eduardo Suárez Díaz Barriga

Eduardo Suárez Díaz Barriga es biólogo y profesor universitario. Tiene maestrías en administración de instituciones educativas y en tecnología educativa. Además de la docencia y la investigación, se ha desempeñado en puestos administrativos en instituciones educativas públicas. Le gusta la comida, el mezcal, la música y el cine. Se la pasa muy bien con su familia.

Lo dice el reportero