
En la historia de todo país hay momentos nodales que tienen un gran significado. Son ocasiones que invitan a los gobernantes a comportarse como estadistas. Son coyunturas en que hay un antes y un después. Es Churchill en mayo de 1940. Es posible que ahora estemos viviendo uno de estos momentos impuestos debido a decisiones tomadas por el Presidente de Estados Unidos.
Efectivamente, por una serie de razones, Donald Trump ha comenzado su Administración desafiando a varios aliados históricos de Estados Unidos en todo el mundo: Corea del Sur, la Unión Europea, América Latina, Canadá, Japón y los que se sumen a la lista.
Por nuestra dependencia económica y cercanía geográfica, México - junto con Canadá - es quizás el más vulnerable a las decisiones tomadas por la Casa Blanca.
Las acusaciones contra nuestro país (no sólo contra el Gobierno) son tres: primero, que México no ha hecho nada - o casi nada - para evitar el traspaso de droga (sobre todo fentanilo) hacia Estados Unidos. Segundo, que existe una comunidad de mexicanos sin documentos migratorios en los Estados Unidos, que pertenecen ilegalmente, y de alguna manera eso es responsabilidad de México. Tercero, que nuestra Nación se ha aprovechado del acuerdo de libre comercio para tener un superávit comercial con el vecino del norte.
Trump esgrimió que la mejor manera de enfrentar esas circunstancias es imponiendo aranceles del 25 por ciento a las exportaciones mexicanas. Esto, desde luego, es una violación al T-MEC, una descortesía a la práctica del buen vecino y una regresión a la concepción de una comunidad de América del Norte.
Ahora bien, el Gobierno de México acaba de negociar un acuerdo temporal con la Administración Trump. Aunque todavía no conocemos todos los detalles, es claro que se ha dado un paso en la ruta de lo que podría ser la normalización de la relación.
Lo primero que hay que decir es que el diálogo entre los Jefes de Estado ha evitado lo que parecía ineludible y, que al menos en los próximos días, las exportaciones mexicanas no serán gravadas con un arancel de 25 por ciento, con todas las consecuencias económicas, sociales y políticas del caso. El Gobierno mexicano ha ganado el pasado lunes, algo de tiempo para negociar.
En segundo lugar, se aceptó por México enviar 10 mil elementos de la Guardia Nacional a nuestra frontera norte. Según la Presidenta Sheinbaum estas tropas se usarán para evitar el tránsito de drogas - en particular de fentanilo - de México hacia territorio estadounidense. Esto es una aceptación de que, efectivamente, México es al menos parte de una cadena de tráfico internacional de fentanilo. En este punto hay que decir que, en la visión del Presidente Trump, estas tropas mexicanas también se encargarán de impedir el paso de migrantes hacia nuestro vecino del norte. Es un punto muy delicado, pues podría poner en peligro el cumplimiento de varias convenciones internacionales de las que México es parte y detonaría el riesgo de una violación sistemática de los derechos humanos.
En tercer lugar, ha sido publicado por el diario Washington Post que el Gobierno mexicano podría haber aceptado restaurar el programa "Wait in Mexico" según el cual quienes buscan asilo en Estados Unidos, tendrán que esperar una resolución en territorio mexicano. Este programa había sido suspendido por la Administración Biden. Hay que esperar a que esto se clarifique. Pero vaya que es un tema delicado.
Ahora bien, ¿qué sigue ahora? Sin duda, la continuación de arduas negociaciones. La mejor manera de hacerlo deberá ser a través de una respuesta con tres elementos: moderación, estrategia y unidad.
Moderación, porque la respuesta de México no debería de ser desproporcionada respecto al riesgo que corremos. No sabemos si el anuncio de la imposición de aranceles es al final una estratagema de Trump para negociar mejor con nuestro país, o si realmente piensa mantener los aranceles por largo tiempo a pesar de los grandes costos para los dos países. Las experiencias pasadas sugieren que es lo primero. Pero tampoco debemos descartar con simplicidad lo segundo. Hay demasiado en juego.
Estratégica, porque hay que considerar si responder con la imposición de aranceles de nuestra parte a los productos de Estados Unidos sería racional en términos económicos. Hay que tomar en cuenta que nuestro país (mucho más que el de Canadá) es altamente vulnerable a represalias económicas del Gobierno de Estados Unidos.
Unidad, porque el Gobierno no podrá ser exitoso si su estrategia internacional no va acompañada del apoyo de amplios sectores de la sociedad mexicana, comenzando con los sectores no alineados al oficialismo. Hemos visto cómo voces del Gobierno mexicano han llamado a la unidad para enfrentar la amenaza de trumpista. El llamado es pertinente. En efecto, se requiere del concurso de muchos para lidiar con este gran desafío. En este sentido, quizás ha llegado el momento de revisar juntos algunas decisiones del oficialismo que han detonado el ambiente de división y polarización interna. Sería oportuno dar marcha atrás, o al menos posponer para una nueva reflexión colectiva y oportunidad de consensos, por ejemplo, el viciado proceso de elección de jueces, magistrados y ministros del Poder Judicial. Sin duda sería benéfico en pos de la unidad, reconsiderar el desmantelamiento de órganos autónomos y reguladores del Estado Mexicano. Estos son sólo algunos ejemplos, pero hay otros.
No hay duda de que ha llegado la hora de iniciar el camino hacia un gran acuerdo nacional para la reconciliación y en unidad enfrentar con fuerza un momento tan determinante para el futuro de México.





