Pedro Mellado Rodríguez

Periodismo al servicio de la infamia

"En amplios espacios de la vida pública donde se presume que se ejerce el periodismo, algo huele a podrido, pues las fibras más delicadas de la conciencia han sido erosionadas por el ácido de la mentira, la insidia, la infamia y el odio desmesurado en contra de quienes sueñan, y se esmeran por construir una sociedad diferente."

Pedro Mellado Rodríguez

22/08/2025 - 12:04 am

Volvamos a lo básico: las palabras viven en los sentimientos, forman parte del alma y duermen en la memoria. A veces despiertan y se muestran entonces con más vigor, porque surgen con la fuerza de los recuerdos descansados. Las palabras son los embriones de las ideas, el germen del pensamiento, la estructura de las razones, advierte el escritor Alex Grijelmo en su libro La Seducción de las Palabras (Editorial Taurus, 2002). Las palabras se arraigan en la inteligencia y crecen con ella, traen la semilla de una herencia cultural que trasciende al individuo. Por eso tenemos que ser muy respetuosos de ellas, sobre todo en estos tiempos de canallas y de hipócritas, cuando los infames pretenden convertirlas en herramienta vulgar de la la calumnia y la mentira.

La mayoría de los medios de comunicación, en su muy diversa naturaleza, han renunciado a las palabras que se arraigan en la inteligencia y crecen con ella, como herramientas de la verdad, de la generosidad y la justicia, en la construcción de un mundo que nos aleje día con día de la bestia y de la infamia, en la preservación de los valores superiores del periodismo, que están determinados por imperativos vocacionales y éticos que le comprometen con la verdad y con la gente.

La mayoría de los medios de comunicación han renunciado a las palabras grandes, profundas y sensibles. Han renunciado a la obligada exaltación de la generosidad, la bondad, la fraternidad, la honradez, el amor genuino por la Patria y por la gente, y han claudicado, además, en la lucha por la  preservación de valores superiores vinculados íntimamente a la naturaleza y a la esperanza del ser humano, como la libertad, la igualdad, el respeto, la justicia y la verdadera democracia en la que manda el pueblo y se atiende al pueblo.

Los canallas

Es en estos tiempos de canallas cuando más se necesita del trabajo inteligente, sereno, riguroso y profesional del periodismo comprometido con la gente, para ofrecer a los lectores y las audiencias los mejores frutos de una profesión que debe rendir tributo a la verdad, de la mejor manera como pueda ser documentada y explicada, porque todo mundo tiene derecho a saber, y abrevar en los mejores y más honrados frutos de un trabajo orientado por el corazón y por la conciencia.

Todas las personas tienen derecho a profesar la orientación religiosa o la ideología que más le convenza o mejor le acomode, pues la libertad de conciencia es irreductible, pero también queda un amplio espacio para no creer, aunque eso no signifique renunciar a los más altos valores de la justicia, la honradez, la honestidad y el respeto por lo demás.

Pero en amplios espacios de la vida pública donde se presume que se ejerce el periodismo, algo huele a podrido, pues las fibras más delicadas de la conciencia han sido erosionadas por el ácido de la mentira, la insidia, la infamia y el odio desmesurado en contra de quienes sueñan, y se esmeran por construir una sociedad diferente, más generosa, en la que prevalezcan la compasión, y el amor verdadero por todas las personas y todos los seres que transitan sobre la faz de la tierra.

Es muy legítimo que las personas, los periodistas y los medios de comunicación, como instituciones y como empresas, asuman una posición ideológica o religiosa; todas las argumentaciones son válidas cuando están sustentadas sólidamente en evidencias que pueden ser corroboradas directamente en sus fuentes originarias por los lectores y las audiencias. Sobre un mismo asunto podrían argumentarse una gran diversidad de puntos de vista, para que finalmente sea la gente, la que ejerciendo su libre albedrío, decida con cuál razonamiento coincide más. Lo que no es legítimo, ni honrado, ni profesional, es mentir, distorsionar la información, torcer los argumentos de forma tramposa y mal intencionada.

Lo vemos todos los días, en los medios de los grandes grupos editoriales, en las más importante cadenas televisivas, en las plataformas digitales en donde los gritos, y el ruido pretende acallar y someter a los razonamientos de las palabras reposadas e inteligentes. Ahí donde terminan las razones empiezan los insultos, recurso muy socorrido por los canallas y los perversos que lideran las piaras de quienes son partícipes de las guerras con inmundicias. 

La vocación

¿Cuál es la utilidad y el valor social del periodismo? El periodismo que no está comprometido con la verdad y con el servicio a la gente no tiene razones morales, vocacionales o éticas que lo justifiquen, porque no es útil a sus comunidades.

En ese espacio en el que el periodismo se compromete con la gente, la libertad de expresión y el derecho a la información que son valores fundamentales que no se negocian: se exigen, se conquistan, se ejercen y se defienden, hasta con la vida misma si es necesario.

Esos valores sociales están estrechamente relacionados, pues gravitan en el compartido espacio donde se vinculan la obligación, la responsabilidad y el compromiso ético y vocacional de los periodistas, obligados a transmitir lo que su inteligencia y sus sentidos han percibido, y documentado, para atender la necesidad de miles, de millones de personas que quieren saber qué es lo que sucede en su entorno y reclaman su derecho a estar bien informadas.

Siempre ha habido poderes formales y fácticos que pretenden conculcar esos derechos, porque tienen claro que la fragilidad de un sistema de medios de comunicación sometido por las urgencias económicas, los amagos, las amenazas, las demandas o las agresiones físicas y hasta de muerte, preserva una sociedad de privilegios en la que no hay lugar para los pobres, los desvalidos y los marginados. En las sombras y en la ignorancia se incuban los más deleznables abusos y las más agraviantes impunidades.

En el cumplimiento estricto y profesional de sus deberes, los periodistas son un peligro para poderes arbitrarios y abusivos, porque generan bienes intangibles, que nutren y fortalecen a la sociedad. El periodista investiga, sustenta, argumenta, observa con profunda curiosidad los asuntos públicos, descorriendo el velo en los espacios opacos o sombríos y llevando luz a los rincones más oscuros, donde se refugian las alimañas que envenenan la vida pública y la pudren.

En estos tiempos oscuros, complicados y peligrosos, en los que con enorme facilidad se puede volver viral una mentira o una calumnia, es vital el trabajo de los comunicadores profesionales, comprometidos y valientes, para mantener viva la llama de la esperanza.

Las definiciones

Los intereses de los poderes formales o fácticos, políticos o económicos, entreverados con las ideologías totalitarias y religiosas que pretenden imponer supremacías de conciencia a la sociedad, someten a un permanente riesgo la libertad de expresión y el derecho a la información. Amenazan, constantemente, a los periodistas y pretenden inhibir su labor.

Sigue siendo poderoso el eco del discurso que el escritor Albert Camus pronunció en Estocolmo, Suecia, el 10 de diciembre de 1957, al recibir el Premio Nóbel de literatura.

“Heredera de una historia corrupta, donde se mezclan revoluciones fallidas, tecnología enloquecida, dioses muertos e ideologías desgastadas, donde poderes mediocres pueden destruirlo todo pero ya no saben convencer, donde la inteligencia se ha degradado hasta convertirse en sirvienta del odio y la opresión, esta generación, a partir de sus propias negaciones, ha tenido que restablecer, tanto dentro como fuera, algo de lo que constituye la dignidad de la vida y la muerte”.

Amenazan nuestro mundo grandes inquisidores que pretenden instaurar el reino de la opresión y el sometimiento de las conciencias, por lo que tendríamos que comprometernos en restaurar entre las personas y entre las naciones, una paz que no sea producto de la servidumbre. 

El periodismo es, por su propia naturaleza, eminentemente crítico, así como riguroso y tenaz en la búsqueda de la verdad, porque la gente tiene derecho a conocer las circunstancias que afectan su vida cotidiana. Lejos de las mentiras, las simulaciones, las infamias y la hipocresía de los falsos samaritanos, que desde muchos medios de comunicación, de la más amplia naturaleza, pretenden engañar a la gente para preservar un mundo de privilegios, del que está excluida la mayoría de los marginados, los tristes, los oprimidos, los desencantados, que buscan afanosamente atrapar una esquiva visión del paraíso.

Pedro Mellado Rodríguez

Pedro Mellado Rodríguez

Periodista que durante cinco décadas ha sido un acucioso y crítico observador de la vida pública en el país. Ha cubierto todas las fuentes informativas y ha desempeñado todas las responsabilidades posibles en medios de comunicación. Ha trabajado en prensa, radio, televisión y medios digitales. Su columna Puntos y Contrapuntos se ha publicado desde hace cuatro décadas, en periódicos como El Occidental, Siglo 21 y Mural, en Guadalajara, Jalisco. Tiene estudios de derecho por la Universidad de Guadalajara y durante una década fue profesor de periodismo en el ITESO, la Universidad Jesuita de Guadalajara. Es autor del libro Las Naves Nodrizas de la Comunicación y el Periodismo (Taller Editorial La Casa del Mago, Guadalajara, 2022).

Lo dice el reportero