
Es evidente, querido lector, que la marcha del sábado pasado buscaba no instalar una agenda, ni llevar a la plaza pública demandas precisas, ni visibilizar a un colectivo, sino instalar una narrativa, tanto dentro del país como hacia el exterior. Para ello, se contó con la participación de medios de comunicación como las televisoras, especialmente la de Salinas Pliego, además de comentócratas, políticos de oposición y opositores, y miles de cuentas en redes.
El grupo convocante, llamado “Generación Z” anónimo y oscuro, ni siquiera se distinguió entre los manifestantes que eran mayoritariamente adultos y viejos, por lo que se pudo ver. En realidad, la tal “Generación Z” brilló por su ausencia; era la misma llamada “marea rosa”, de composición variopinta como sabemos, con un nuevo ingrediente: un grupo violento y delincuencial que, aunque lo han llamado “bloque negro”, no parece ser el mismo que ya se ha aparecido en otras manifestaciones que se centra en desahogar su rabia, y sí, destruir, pero no a tal escala ni con el mismo propósito.
No, este grupo parecía salido de otro lugar, y haber reclutado (quienes están detrás de todo este operativo opositor) a personas ligadas con la delincuencia organizada, como señalaron reportes periodísticos.
Y es que ya le decía la semana pasada que había algo nuevo y ominoso en el grupo convocante, algo distinto que, evidentemente, está relacionado con el grupo violento que urdió la batalla campal en el Zócalo tras derribar las vallas que resguardaban los edificios y agredir a la policía. Pero no solamente, también robó comercios como lo hicieron en la marcha del 2 de octubre, cuando hicieron su debut.
Nada lector, lo previsible, lo anunciado, lo que podía leerse en el subtexto de sus comunicados: habría violencia. Y lograron lo que buscaban: fotos de zafarranchos, comercios saqueados, policías excediéndose en la fuerza, heridos y detenidos.
Paralelamente, estaba la prensa con agenda, la cobertura preparada, al menos de parte de Azteca, que utilizó la marcha (y los hechos sucedidos en ella) para hacer propaganda contra el Gobierno de la Presidenta Sheinbaum de una manera grotesca. Esto me recordó, querido lector, a las coberturas que solía hacer Televisa hace años, auténticos operativos mediáticos dedicados a crear una narrativa falsa para atacar a quienes sus intereses convenían, otrora los movimientos sociales. Cómo han cambiado los tiempos, querido lector, o cómo cambiaron los ocupantes del poder.
Y es que, tras estos hechos, emergió en todo su esplendor el intento descarado de imponer una narrativa tergiversadora para mostrar la “gran inconformidad” del “pueblo” con el gobierno de la Presidenta Sheinbaum y, también, su “naturaleza represora”. Aunque, en realidad, los policías hayan reaccionado a la desembozada violencia del grupo y aunque la marcha fuera raquítica, distara de tener alguna relevancia numérica.
Algo diferente sucedió el sábado, querido lector. Y no es la emergencia de una oposición compuesta por jóvenes inconformes como se corroboró, ni tampoco la indignación social ante el asesinato del Alcalde Manzo en Uruapan, sino el paso que opositores embozados tras el grupo convocante, han dado para generar la impresión de inestabilidad social y política en México. Impresión que le sirve tanto al gobierno de Estados Unidos, como a una oposición partidista que está completamente deslegitimada, marcas que ya no venden a nadie más que a su propia exigua grey. Ante este escenario, alguien ha decidido irse por la libre y ceder ante apetitos desleales al sistema democrático. La retórica amenazante de los convocantes y grupos (o cuentas de redes) anexas, y el zafarrancho violento del sábado, no dejan lugar a dudas de que estamos frente a un fenómeno distinto y deliberadamente provocado.
La narrativa de la “revuelta popular” encabezada por jóvenes, ridícula por falsa, no ha podido ser impuesta, ni tampoco la del gobierno represor, pero no cejarán en su intento de imponerla. La repetirán en programas de opinión, en columnas, en artículos y continuarán intentando socavar legitimidad del gobierno, democráticamente electo.
Por lo pronto, han ganado ya la atención de la conversación pública y, sobre todo, de la Presidenta Sheinbaum que, por momentos, no parece darse cuenta de que no necesita afirmar que es fuerte, porque realmente lo es. No sólo por su investidura, o por su grupo político que gobierna ya en todos los espacios institucionales, sino por el respaldo popular que tiene. Y, en este caso, de mucha gente que como yo, no siendo su partidaria, pone a México y a la democracia por encima de intereses aviesos. No lo dude, Presidenta Sheinbaum.





