Es tan extraña la sensación de estar viendo exactamente el mismo horizonte que vieron y pintaron Klee y Matisse. Estar en el ambiente que conmocionó a Gide y a muchos más. En cada paso se escuchan otras suelas y en mi aliento cortado el entusiasmo de tantos. Cae la tarde en Túnez y mil fantasmas me acompañan.
Por Alberto Ruy-Sánchez







