Susan Crowley

Adiós Enrique

"Quizá no era el dotado director de orquesta de México, pero su desempeño durante cuatro décadas frente a una orquesta de calidad incuestionable como la del Estado de México, constituye un hito".

Susan Crowley

05/04/2025 - 12:03 am

Esta semana murió el director de orquesta Enrique Bátiz. Controvertido por su carácter explosivo, acusado de sobajar y algunas veces insultar a los miembros de la Orquesta del Estado de México que fundó y comandó durante años. Terminó sus días en medio de acusaciones de acoso, maltratos y vejaciones y, finalmente, en el olvido. Como en todo, siempre hay dos lados de la historia y a mí me toca contar la que viví cerca del director, sin que lo hubiera imaginado.

Cuando yo tenía once años, mi papá fue contratado como fotógrafo por el Gobierno del estado, lo que significó trasladarnos a Toluca. En la capital del país vivíamos en un ambiente de clase media, más bien apretado, así que toparnos con la sociedad toluqueña fue un cambio radical en nuestras vidas. A pesar de lo cercana, esta ciudad se caracterizaba por tener una comunidad cerrada en la que los contrastes económicos eran notorios.

La clase alta era desmesurada en su capacidad para derrochar el dinero. Viajes, autos de lujo, inusuales en aquella época, costosas marcas de ropa, mansiones con salones de ostentosos y grotescos trofeos de cacería, un club social para jugar tenis al que iba tout Toluca, un campo de golf en medio de exquisitas residencias, además de las “obligadas” casas de fin de semana en Valle de Bravo. Los domingos las mujeres asistían a la iglesia y los hombres a la Bombonera, el estadio de futbol; luego, todos a dar la vuelta a la heladería de moda ubicada en la Alameda, de ridículo nombre “Adiós tú, mi presumida”.

Debido al poco interés de la gente no había museos, librerías, galerías, una sala de conciertos digna, ni mucho menos un centro cultural. Sin embargo, el enorme presupuesto del Gobierno permitía la existencia de una orquesta clásica con músicos de alto nivel. Su director era Enrique Bátiz. Para mi madre lo más importante en su vida fue la música. Cuando vivíamos en México, no podía faltar el abono para las temporadas de las orquestas de Bellas Artes y la OFUNAM. No importaba que eso significara deberle al carnicero. A nuestra llegada a Toluca, lo primero que hizo fue indagar sobre la orquesta. Los viernes por la noche asistíamos al inhóspito Teatro Morelos, donde se llevaban a cabo los informes y eventos masivos del Gobierno. La acústica era malísima y la audiencia paupérrima. Pero, con una selección de programas de primera, la orquesta y su director entregaban el alma a unos cuantos asistentes.

Para mi mamá fue una salvación que en un ambiente cultural tan precario hubiera un espacio en el que la música clásica fuese tan bien interpretada. Para involucrar a sus hijos el truco era la promesa de invitarnos a cenar unas deliciosas crepas al pequeño restaurante francés frente al teatro, después del concierto. Se llamaba Campanitas. Curiosamente, era el sitio en el que Bátiz acostumbraba a cenar y echarse varias copas de vino. Debo decir que el director estaba en su mejor momento; era atractivo, de una personalidad arrolladora y muy coqueto. Se le sabía también que era caprichoso y tiránico con sus atrilistas.

Una de mis aficiones fue reunir los programas de cada noche escritos por el valioso musicólogo Juan Arturo Brennan. Verdaderas piezas de información y sensibilidad que rendían cátedra sobre lo que se escucharía. Aprendí en cada uno de sus textos. La mejor parte de la noche era cuando me acercaba a la mesa del director de orquesta, que para mí era un rockstar, a pedirle que firmara mi programa de mano. Logré un altero. Debo confesar que mientras firmaba, él no dejaba de ver a mi mamá, espectacular en esos años. Poco a poco se hicieron buenos amigos y los viernes en la noche se convirtieron en nuestro evento favorito. Recuerdo que en una ocasión la orquesta interpretó a Bruckner, la Séptima, de una manera colosal. Sin embargo, debido a su longitud y densidad, el poco público se esfumó desde el primer movimiento. Al final, Bátiz recibió conmovido el aplauso de mi madre y el mío, lo cual despertó a algún despistado que se había quedado dormido. Muy entusiasta, desde el podio, nos dijo: Susanas, mamá e hija, las invito a cenar a Campanitas.

Mi mamá fue conociendo a las mujeres de la sociedad toluqueña y se dio cuenta de lo adineradas, pero también poco sensibles y cultas que parecían ser. Con mucha paciencia las convenció de que, en lugar de hacer reuniones sociales en las que sólo se hablaba de asuntos domésticos y banalidades, se interesaran por la literatura y la música. Al poco tiempo formó un círculo del libro y empezó a impartir clases de apreciación musical. Su iniciativa se notó en aquellos viernes de conciertos. La audiencia conformada por alumnas llenó la primera sección del teatro, que era mucho decir.

Y la cosa no paró en eso. Su capacidad de contagiar el amor por la música y la cercana amistad con Bátiz, la llevó a formar la Asociación de Amigos de la Orquesta. Entre la alta sociedad toluqueña se puso de moda comprar el abono de la temporada. El asunto trascendió lo local y mi mamá y Bátiz fueron invitados por Jacobo Zabludovsky para promover los eventos de la asociación que incluían una gira con músicos por cada municipio del estado. Para asombro de mi mamá, todo México estaba pendiente del noticiero y la vio salir en él porque, justo esa noche, se anunciaba el aumento del precio del huevo.

Los invitados de Bátiz eran artistas de primera. El violinista Hermilo Novelo con su Stradivarius interpretó a Vivaldi y Paganini en recónditos poblados. Una de esas noches llegaron a uno sin luz. Parecía que el recital se cancelaba. Pero mi mamá evocó las épocas en que no había electricidad y todos estuvieron de acuerdo en emular las veladas a la manera de los clásicos. En vez del auditorio se movieron a la iglesia central. Mi mamá iluminó todo el espacio con velas prestadas por el pueblo. Fue una de esas noches inolvidables.

Otra de las grandes invitadas de la orquesta fue la pianista Eva María Suck, que además era esposa de Bátiz. Sus conciertos y pleitos fueron legendarios al ritmo de Rachmaninoff, Chopin, Liszt y Grieg. En otra ocasión los utileros olvidaron poner el freno al piano y al tocar las primeras notas de Grieg, el pesado instrumento empezó a alejarse de ella preocupantemente.

Mis primeras salidas con pretendientes y novios se dieron con la condición de que me acompañaran al concierto. Debo decir que más de uno decidió probar con las fans de Juan Gabriel y Camilo Sesto, y se olvidaron de mí. Los años de música en Toluca fueron fundantes en mí aprendizaje y pasión. Los guardo con un enorme cariño; me hacen revivir el gozo de mi madre, rodeada de sus hijos y de sus alumnas, mientras Bátiz dirigía a sus amados compositores. Jamás hubiéramos podido tener tantos y tan variados programas clásicos a precio accesible en un lugar como Toluca escuchando a Beethoven, Schubert, Bruckner, Schuman, Brahms, Wagner y Strauss. Eso sí, ningún compositor contemporáneo porque esos no eran los favoritos de Bátiz.

Mucho se ha discutido su calidad como director musical, empañada por las acusaciones de las que fue objeto. Más de un expediente en su contra abierto por mujeres ofendidas, que luego se retractaron; y aunque más tarde hayan sido desestimadas causaron un irreparable daño a su imagen y moral. Pero su obstinación para mantenerse en el podio, su obsesión por la calidad de músicos e interpretaciones y su capacidad como gestor de recursos en un ambiente oficial poco propicio, es admirable. Quizá no era el dotado director de orquesta de México, pero su desempeño durante cuatro décadas frente a una orquesta de calidad incuestionable como la del Estado de México, constituye un hito.

Mi amor por la música es un regalo de mi madre, pero Enrique Bátiz fue un cómplice involuntario de una niña de once años, que hoy soy yo. Por eso hoy lo despido con agradecimiento.

Susan Crowley

Susan Crowley

Nació en México el 5 de marzo de 1965 y estudió Historia del Arte con especialidad en Arte Ruso, Medieval y Contemporáneo. Ha coordinado y curado exposiciones de arte y es investigadora independiente. Ha asesorado y catalogado colecciones privadas de arte contemporáneo y emergente y es conferencista y profesora de grupos privados y universitarios. Ha publicado diversos ensayos y de crítica en diversas publicaciones especializadas. Conductora del programa Gabinete en TV UNAM de 2014 a 2016.

Lo dice el reportero