Más allá de ser una expresión con todas las virtudes que se le han atribuido, ¿el arte puede contrarrestar los males de la humanidad?, ¿es tan convincente y poderoso como para generar propuestas delante de la crisis del planeta? Lejos de aislar al artista, los grandes problemas del mundo como el calentamiento global, la radicalidad de la derecha, la polarización, la infodemia, los genocidios, la injusticia social o el crimen, por mencionar algunos, se han convertido en preocupaciones para el entorno artístico.
Si como se dice, una imagen vale más que mil palabras, el artista se coloca como un sujeto capaz de inferir y generar alternativas. Ya no sólo se trata de la belleza, de la profundidad de una idea o de los méritos de un estilo, hoy el artista tiene un compromiso con el mundo. “Reparar”, como lo proclama el artista Kader Attia, significa que los acontecimientos dolorosos deben atenderse y buscar su posible “curación”.
Las bienales surgieron como un proyecto de conciliación de ideas. El curador funciona como un director de orquesta y cada artista aporta un elemento que completa el discurso de intención. Así es como en este mes inició la 36 edición de la Bienal de Arte de São Paulo. Ante las críticas recibidas sobre la poca participación de artistas locales y latinos, Bonaventure Soh Bejeng Ndikung, curador principal, responde contundente. Están los que hablan de “humanidad” y agrega enfático que esta palabra “no es un sustantivo abstracto, sino un verbo y una práctica en encuentros, en palabras, en viajes. Una de las muchas maneras de conjugar la humanidad, es crear encuentros”.
Nacida en 1951 por el esfuerzo de Ciccillo Matarazo, quien dejó su nombre en la sede, esta bienal recibe artistas, críticos, curadores y visitantes de todos los continentes, convirtiéndola en un centro fundamental para la reflexión, discusión y un parámetro para las lecturas contemporáneas del arte cada dos años. Lo importante de esta, en particular, es que se trata de un circuito alejado de las bienales europeas y marca su propio destino con lecturas artísticas que favorecen a las periferias mundiales.
Después de Venecia, es la más importante del mundo. Este año establece una línea continua con la polémica y censurada Documenta 15 de 2022 del colectivo Rwangrupa; y con las 59° y 60 ° bienales de Venecia de Cecilia Alemani y Adriano Pedroza respectivamente. De espíritu incluyente y combativo, las tres exposiciones han intentado dejar atrás a la tradición occidental para tomar en cuenta a quienes no han sido atendidos; especialmente el arte femenino, el queer y el arte del sur global. Sao Pãulo, una ciudad única, convulsa, llena de contrastes, se viste de colores, texturas, imágenes, sensaciones que quieren permear el entorno humano para devolverle la confianza perdida ante los errores políticos, la ambición material y la vorágine de los mercados del arte. A contrapelo de las decisiones impuestas por una élite de merchantes y de las políticas de cancelación que abundan dentro del sistema. La pregunta es si al final de esta edición se habrá logrado este propósito o quedará en una mera intención que se estrella contra los intereses creados.
Como lo explica la página de la bienal: la escucha activa, el encuentro, la negociación y el respeto como fundamentos de la humanidad serán la práctica durante cuatro meses. La metáfora del estuario como “un lugar de encuentro de diferentes corrientes, espacio de manifestación y coexistencia de seres diversos, territorio de exuberancia”, impregna una exposición que como un libro abierto se divide en capítulos (considerados fractales) conectados por flujos y diálogos constantes. Puntos de partida que no suelen ser considerados por las mentes occidentales, salvo de manera culposa y cuotas a pagar por lo políticamente correcto.
Bonaventure Soh Bejeng Ndikung, también director de HKW (Casa de la cultura del mundo) en Berlín, parte del pensamiento de Édouard Glissant y el “derecho a la opacidad” tomado de su libro Poética de la relación, un reclamo necesario ante “el daño causado por los imperios”, que ha afectado a muchas naciones, “con un entorno incierto, amenazado, acosado en su existencia por los que se oponen a él, lo dominan o lo derrotan”.
Con un ritmo que conjuga las posibles diásporas africanas y la pidginización, el proceso mediante el cual se crea un idioma simplificado, híbrido y de comunicación básica, su emblema es No todos los viajeros recorren caminos. El emblemático edificio de Oscar Niemeyer, construido exprofeso para la bienal, es concebido como un hábitat para todas las inclusiones. 120 artistas exhiben sus obras intentando una ruta de experimentación y afecto oponiéndose a la enajenación e incertidumbre de nuestros tiempos. La idea es que este proyecto no quede sólo en la exposición, sino como punto de partida que abra el diálogo hacia distintas direcciones. Invocaciones inició desde 2024 en Marrakech, Guadalupe, Zanzíbar y Tokio. Es una extensa reunión social en la que las diferentes formas de pensar son escuchadas. Reuniones de artistas, poetas, músicos y activistas; performances, debates, rituales a través de temas como la pertenencia, la memoria, la colectividad, la emancipación, la interdependencia, el cuidado, la tecnología. Todo este caudal de “humanidad” puesto en marcha a partir de un ritual iniciático preoccidental, por así decirlo.
La bienal pretende tender puentes con programas públicos. Otro de los ejes, Afluentes, es la suma de encuentros organizados por distintas instituciones con una buena oferta de música, arte, literatura, cine y poesía. Una forma de entender el tiempo para el arte y la poesía.
No todos los viajeros recorren camino- La humanidad como práctica, es para Ndikung un “proceso metodológico que nos ayudó a evitar clasificaciones basadas en estados nacionales y fronteras. Al estudiar las habilidades de navegación de las aves, su impulso para migrar a través de la tierra y el agua, sus instintos de supervivencia, su sentido ampliado del espacio y el tiempo, y su urgencia y agencia, pudimos participar con prácticas artísticas en diferentes regiones geográficas mientras reflexionamos sobre el significado de reunir a la humanidad”. Si para aves y las migraciones naturales no existen fronteras, ¿por qué tendría que haberlas para el arte?
Lejos de ofrecerse como un espacio de contemplación, belleza o regodeo en la cultura del consumo tan desgastado en el mundo del arte, la bienal busca ser un centro de poder en el que se expongan las ideas políticas, sociales y desde luego estéticas. Todas ellas como posibles agentes de cambio ante la realidad que hoy vivimos.
La Bienal de São Paulo se ha caracterizado por ser un epicentro de creación fundamental para el impulso de artistas locales e internacionales, para promover un coleccionismo serio dentro del país y más allá. Gracias a ello, São Paulo también se ha posicionado como una referencia obligada dentro de las nuevas tendencias del arte. En 2025, su apuesta será afirmarse como un espacio de confianza y mostrar que las bienales, más que una moda, pueden ser el sitio de encuentro en el que las ideas, los procesos, las certezas y también la incertidumbre se ponen en la mesa. Promover nuevas lecturas para el mundo, más allá de un cuadro o una escultura y tratar de sobreponerse a los voraces mercaderes del arte que convierten lo que encuentran a su paso en productos para el consumista de lujo.
Esperemos que estas expectativas se cumplan, es bueno para el arte y es bueno para humanidad.
@Suscrowley





