ENTREVISTA | “El cerebro humano es más fascinante que la vida en el espacio”, dice el Doctor Q

02/04/2014 - 12:00 am
La historia de un jornalero y "mojado" que se convirtió en uno de los neurocirujanos más importantes del mundo. Foto: Especial
La historia de un jornalero y “mojado” que se convirtió en uno de los neurocirujanos más importantes del mundo. Foto: Especial

Ciudad de México, 2 de abril (SinEmbargo).– La vida puede ser muy compleja, muy simple o a veces expresarse como en los cuentos de hadas. Algo así, maravilloso, es la historia del médico neurocirujano Alfredo Quiñones Hinojosa (Mexicali, 1968), hoy toda una institución en la materia y antes un “mojado” que fue a probar suerte de forma ilegal a los Estados Unidos.

Trabajó en los campos de California quitando maleza y un accidente en una empresa petrolera que lo puso al borde de la muerte y del que se salvó de milagro, despertó su interés en el cerebro humano.

Estaba reparando una válvula en un tanque que había transportado petróleo licuado y, sin tomar en cuenta las advertencias, ingresó al contenedor para recoger una tuerca que se le había caído. Cuando despertó en el hospital, un médico le dijo que si hubiera permanecido dos minutos más en el tanque habría muerto.

Se recibió con mucho esfuerzo de psiquiatra en la Universidad de Berkley, California, y más tarde se inscribió en la Escuela de Medicina de Harvard.

Una casualidad permitió que un famoso neurocirujano se lo topara un viernes por la noche en el hospital donde hacía prácticas y lo invitara a ver una cirugía.

“Me dio la ropa quirúrgica y caminé hacia al quirófano para ver a este maravilloso paciente que estaba despierto y al cual le hacían un mapeo para una cirugía del cerebro”, contó Alfredo Quiñones, llamado cariñosamente el Doctor Q por sus pacientes, a la CNN.

Sus manos mostraron el don que lo ha hecho famoso en complicadas intervenciones quirúrgicas en graves casos de tumores cerebrales. Hoy dirige el Departamento de Neurocirugía en Johns Hopinks y de su carácter y personalidad lo que primero destacan sus pacientes y compañeros es la sencillez y la simpatía.

Egresado de Harvard, con honores. Foto: efe
Egresado de Harvard, con honores. Foto: efe

Son armas que esgrime de forma generosa, tal como pudimos constatar en una entrevista exclusiva de SinEmbargo, llevada a cabo en Mérida, Yucatán, a cuya feria del libro asistió para presentar su biografía, que contó estimulado por su gente, sin mucha expectativa.

“Siempre me he considerado un tipo normal y más bien había escrito libros científicos, no pensé nunca que la historia de mi vida fuera tan interesante”, admite el autor de Doctor Q: la historia de cómo un jornalero migrante se convirtió en neurocirujano.

El libro ya había sido presentado en la pasada edición de la Feria Internacional del Libro en Guadalajara por el actor mexicano Demián Bichir, quien se ha declarado un ferviente admirador de Quiñones.

Los títulos oficiales de Quiñones incluyen el de Profesor Asociado de Cirugía Neurológica, Profesor Asociado de Oncología, Director del Programa de Cirugía de Tumores Cerebrales en Johns Hopkins Bayview Medical Center y Director del Programa de Cirugía Pituitaria en el Hospital Johns Hopkins.

Cuando no esta enseñando o en el quirófano, el Dr. Quiñones esta en su laboratorio trabajando en su investigación para intentar curar el cáncer.

El profesional cree que existen unas células madre naturales en el cerebro que, si se ponen en el lugar correcto, pueden detener la migración de células cancerosas, trabajando mas efectiva y naturalmente que cualquier cirugía o tratamiento de radiación actualmente empleado.

Del cerebro no dice más que maravillas. Para el Doctor Q no hay órgano más hermoso ni universo más fascinante. “No sé por qué el ser humano se empeña en viajar al espacio, si no hay planeta más misterioso que el cerebro humano”, asegura.

– Es bueno que llegado el momento a un mexicano no le tiemble el pulso, ¿verdad?

– (risas) Sí, totalmente cierto. Exacto. De vez en cuando, mi abuelito, que era una persona muy sabia me decía, “Mira, mijo, en la vida eres temblorino o tienes buen pulso, una de dos”. Entonces no sabía el significado que tenía eso, pero ahora me doy cuenta de lo que quería decirme. Especialmente en mi profesión tienes que tener un pulso increíble para quitar esos tumores tan peligrosos. Con el transcurrir de la vida, la presión sigue adelante, porque te das cuenta de que cuando más avanzas, más confianza te tiene la gente y los casos se tornan cada vez más complejos. Me está pasando que he tenido que operar a los parientes de mis propios colegas, los neurocirujanos amigos que me mandan a sus familiares y frente a eso uno tiene más que tratar de mantener el pulso estable.

– ¿Es verdad eso de que los neurocirujanos cuidan en extremo sus manos, duermen con guantes y esas cosas?

– ¡No! (risas) el otro día mi hijo y yo nos reíamos porque fuimos a una tienda y el chico que nos atendió tenía un guante blanco en la mano izquierda…no, mis manos son sencillas, antes eran más toscas y duras porque trabajaba en el campo, ahora son más suaves por las operaciones…

– Su caso es un poco parecido al de César Millán, ¿se siente hermanado con él?

– Fíjate que no he tenido el gusto, pero a menudo encuentro coincidencias con él. Incluso él emigró a los Estados Unidos un año antes que yo. El éxito de él y el mío son iguales en el sentido de que expresan una enorme pasión por lo que hacemos. Estamos en campos diferentes, eso sí. El mío es muy privado, trato a pacientes con graves enfermedades, los atiendo en el momento más frágil de su vida, cuando obviamente ningún medio de comunicación se va a acercar a entrevistarlos. Esas experiencias me permitieron escribir un primer libro contando sus casos y ahora preparo el segundo. Los héroes de esta historia son los enfermos. Yo soy sólo un vehículo para tocar su cerebro, el regalo que ellos me hacen, precisamente, es permitirme entrar en su cerebro.

– César Millán es de Culiacán, usted es de Mexicali…¿será que los mexicanos del norte son más luchadores?

– (risas) No sé, tal vez porque vivimos más cerca de la frontera con los Estados Unidos, nos damos cuenta muy temprano de la inutilidad de los cercos, de las barreras, creces con el deseo de saltar la valla. De niño no entendía y ahora que soy grande tampoco. Soy una persona muy sencilla y estoy convencido de que México no puede salir adelante sin los Estados Unidos y Estados Unidos no puede salir adelante sin México. No sé por qué a lo largo de la historia, ambos países se han negado a aceptar esa relación simbiótica y codependiente.

– Qué lindo es Mexicali, una tierra de buena carne y buenos vinos…

–  Sí, ¿pero qué me dices del calor? Desde 1993 que no visito Mexicali y tengo planes de regresar pronto. No es que no haya querido visitar mi tierra, pero para llegar adonde he llegado, a Harvard, convertirme en profesor de neurociencia, una rama muy difícil, en menos de seis años,  representó un sacrificio enorme, trabajar prácticamente las 24 horas del día.

La historia de su vida en un libro. Foto: Especial
La historia de su vida en un libro. Foto: Especial

– Ahora va a regresar a su tierra como un héroe…

–La verdad es que me están organizando un homenaje entre Tijuana y Mexicali, vamos a ver…

– Su esposa tuvo mucho que ver en su éxito, ¿verdad?

– Sí, claro, también en los tres niños que han salido guapos como ella. Anna Peterson, mi mujer, me conoció como jornalero. Porque ahora me ves con estas corbatas elegantes, pero tendrías que verme entonces… Hasta camisas rosadas uso ahora (risas). Dicen que detrás de cada buen hombre hay una mujer increíble y en mi caso no ha sido la excepción.

– Ha estado pasando mucho en México los casos de pacientes que mueren en las puertas de los hospitales o de embarazadas que paren afuera de las clínicas…¿Cómo es en Estados Unidos?

– En Estados Unidos no estamos ajenos a esos casos. La verdad es que la medicina ha avanzado mucho, pero ese avance la ha convertido en algo muy costoso. La tecnología médica es carísima y no precisamente por los sueldos de los médicos, que siempre son bajos, sino por los instrumentales y los fármacos. Los hospitales, frente a esta situación, viven un momento crítico. El tema es tan complejo que al presidente Barack Obama le pararon el congreso por lo de Medicare. El mensaje es claro y pone sobre las cuerdas un sistema médico que es carísimo incluso para los países ricos como Estados Unidos. Allí hay 40 millones de personas que no tienen seguro médico, lo que no implica que no ocasionen gastos a la salud pública, porque a algún sitio tienen que ir cuando están enfermos y es así como abarrotan las salas de emergencia. Tenemos que cambiar el sistema de salud en el mundo y México puede aprender de los errores que hemos cometido en los Estados Unidos y viceversa. La razón por la que me gusta venir a México con mis colegas a hacer cirugías, es porque aprendemos de una forma impresionante. Los neurocirujanos mexicanos hacen tanto con tan poco y en Estados Unidos hacemos tan poco con tanto. Yo abogo además por la medicina preventiva, que es la que nos va a ayudar a abaratar los costos hospitalarios. Prevenir los problemas derivados del sobrepeso, del tabaquismo, de los malos hábitos, del sedentarismo, etc.

– ¿Es el cerebro humano todavía el gran misterio para la ciencia?

– Lo estudio a diario en mi laboratorio, donde tengo 20 científicos a mi cargo y puedo decir que el cerebro humano es el órgano más enigmático del universo. Estamos tratando de viajar al espacio para explorar el universo, sin darnos cuenta de que el universo más misterioso lo tenemos en nuestras manos y es el cerebro, que, según estimamos, tiene 100 billones por 100 billones de conexiones, imagínate. Estamos en etapas muy fetales, muy jóvenes, del entendimiento del cerebro humano. Nos falta muchísimo por descubrir.

¿Cuándo se dio cuenta de que su vida era interesante como para contarla en un libro?

– Me da mucho gusto que me hagas esa pregunta, porque no lo conté mucho, pero en realidad me di cuenta en 1999, cuando mis compañeros de Harvard me eligieron para dar el discurso de graduación. Como bien sabes, eso en Estados Unidos constituye un honor increíble. Iba viajando con mi esposa en el auto, ella llevaba a nuestra hija, de seis meses y yo estaba nervioso porque no tenía idea de lo que iba a decir en el discurso. Entonces Anna me hizo ver que yo había sido elegido en parte por mi vida, por quién era yo y cómo había llegado a recibirme de neurocirujano. Ahí me di cuenta de que la historia del jornalero convertido en neurocirujano de Harvard es la historia del ser humano en general, tener un sueño y salir adelante con esfuerzo para cumplirlo.

Mónica Maristain
Es editora, periodista y escritora. Nació en Argentina y desde el 2000 reside en México. Ha escrito para distintos medios nacionales e internacionales, entre ellos la revista Playboy, de la que fue editora en jefe para Latinoamérica. Actualmente es editora de Cultura y Espectáculos en SinEmbargo.mx. Tiene 12 libros publicados.
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