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Alejandro De la Garza

03/06/2023 - 12:03 am

El extractivismo urbano-inmobiliario también existe

“En la Ciudad de México tenemos ejemplos contundentes de cómo en esa especulación inmobiliaria y en la forzada reorganización territorial de la ciudad que impulsa, intervienen los intereses financieros, políticos y empresariales, además de una vasta red de corrupción”.

“En cuanto a la devastación del territorio urbano por el irracional extractivismo inmobiliario, destacará siempre el proyecto constructivo de Mitikah”. Foto: Cuartoscuro.

El sino del escorpión ha atestiguado al menos desde los años noventa, la cruenta guerra territorial del capitalismo salvaje liderada por las empresas extractivistas que contaminan, arrasan, expolian tierras y recursos, e incluso usan la violencia contra los defensores de esta riqueza. La megaminería, la sustracción del agua, los agronegocios y la explotación forestal, entre otras calamidades, se han apoderado de territorios indígenas, comunales y ejidales, haciendo un infierno del espacio rural en muchas zonas del país. Pero aún más: esta guerra territorial, esta lucha por el espacio y los recursos se expresa también en las ciudades, y tanto desde el activismo como desde la academia, se indaga ya en el denominado extractivismo urbano-inmobiliario, concepto que amplía la categoría misma de extractivismo.

La noción de “extractivismo” ha sido empleada tradicionalmente y desde hace años en referencia a los estudios geológicos; después cobró validez como un término económico, pero su utilización es cada vez más común en las ciencias sociales y en el debate político local y regional en razón de los numerosos conflictos y disputas por los territorios generados por los negocios de extracción de bienes primarios a manos de los corporativos multinacionales: mega minería, cerveceras, explotación privada de maderas, recursos acuíferos, agrícolas, pesqueros y otros. La cartografía de conflictos socioambientales emergida junto a la intensificación de las actividades extractivas desde la década de los noventa está documentada ampliamente, pero al análisis se había centrado en los territorios rurales, dejando de lado las prácticas extractivistas urbanas e inmobiliarias que ahora se avizoran con mayor claridad.

Para documentar esta ampliación a lo citadino, urbano e inmobiliario de la lucha territorial extractivista rural, el alacrán acude a una de las investigaciones más puntuales y recientes, realizada por el doctor e investigador argentino Emilio Heredia Chaz: “Extractivismo y territorio en las ciudades latinoamericanas: la persistente colonialidad de la urbanización capitalista” (Revista INVI. Universidad Nacional del Sur, Argentina, 2023). Si ya se ha estudiado y documentado con pertinencia el concepto de extractivismo de materias primas en los territorios rurales: tierras indígenas, ejidales, comunales y de pequeños propietarios, ¿de qué modo intervienen el extractivismo en la producción y transformación de los territorios urbanos?

El concepto extractivismo urbano se debe al abogado ambientalista Enrique Viale: “El extractivismo ha llegado a las grandes ciudades, pero no son los (agronegocios) ni las mega mineras, sino la especulación inmobiliaria la que aquí expulsa y provoca desplazamientos de población, aglutina riqueza y territorio, se apropia de lo público, provoca daños ambientales generalizados y desafía a la naturaleza en el marco de una marcada degradación institucional y social”. A partir de este concepto base, el estudio del doctor Emilio Heredia detecta tres formas urbanas del extractivismo: 1) la especulación inmobiliaria que mercantiliza las condiciones de acceso a la vivienda y a los espacios públicos configurando una ciudad excluyente; 2) la expansión de mega emprendimientos residenciales (y comerciales, tipo gigantescas tiendas departamentales o franquicias de “conveniencia” que se esparcen por todo territorio urbano) en manos de grandes empresas y desarrolladores inmobiliarios, que además vulnera ecosistemas estratégicos y acentúa las desigualdades urbanas; y 3) la apropiación de las costas de lagos y ríos, que privatiza el acceso a estos bienes públicos”.

Todo este proceso, observa el venenoso, se inserta en la más amplia urbanización capitalista “y su articulación con las lógicas del mercado inmobiliario, como privatización de espacios públicos, segregación social, gentrificación, mercantilización de la vivienda, déficit habitacional, crecimiento de ciudades dormitorio y de asentamientos periféricos, expansión de urbanizaciones cerradas, degradación ambiental”, destaca la investigación. En el corazón de la problemática está entonces el “mercado del suelo”, lo cual lo convierte en extractivismo inmobiliario, incluso vinculado con los mecanismos de financiamiento de la vivienda (los bancos) y de la producción inmobiliaria del espacio urbano (las constructoras). Continúa Heredia Chaz: “los procesos de desposesión en las ciudades se desencadenan con el suelo como elemento fundamental en disputa, teniendo el sector inmobiliario una importancia central en la producción capitalista del espacio urbano”.

Aunque el estudio general busca ampliar el concepto de extractivismo de lo rural a los urbano, también traza la comprensión del fenómeno no limitado geográficamente por lo rural o lo citadino, sino dentro del más amplio panorama delo constante reordenamiento territorial hegemónico demandado por el capital, una reorganización del territorio donde el binomio campo-ciudad se diluye en favor de una red prioritariamente integrada a las cadenas productivas de escala mundial”.

En la Ciudad de México tenemos ejemplos contundentes de cómo en esa especulación inmobiliaria y en la forzada reorganización territorial de la ciudad que impulsa, intervienen los intereses financieros, políticos y empresariales, además de una vasta red de corrupción. En cuanto a la devastación del territorio urbano por el irracional extractivismo inmobiliario, destacará siempre el proyecto constructivo de Mitikah, ese gigantesco rascacielos comercial que, con la anuencia, impotencia o complicidad de las autoridades, devastó el pueblo de Xoco, trastornó el entorno, extrajo y privatizó el agua y, dicho sin metáfora, tapó hasta el Sol que caía todos los días sobre esa comunidad urbana. El escorpión da fe de ello.

@Aladelagarza

Alejandro De la Garza
Alejandro de la Garza. Periodista cultural, crítico literario y escritor. Autor del libro Espejo de agua. Ensayos de literatura mexicana (Cal y Arena, 2011). Desde los años ochenta ha escrito ensayos de crítica literaria y cultural en revistas (La Cultura en México, Nexos, Replicante) y en los suplementos culturales de los principales diarios (La Jornada, El Nacional, El Universal, Milenio, La Razón). En el suplemento El Cultural de La Razón publicó durante seis años la columna semanal de crítica cultural “El sino del escorpión”. A partir de mayo de 2021 esta columna es publicada por Sinembargo.mx

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