“Me atraen mucho los personajes que tienen cierta anomalía, incluso algún defecto físico”.

05/01/2019 - 12:04 am

El escritor, más conocido como poeta y cuentista, acaba de sacar su segunda novela: El lector a domicilio (Sexto Piso). La historia fascinante de un hombre ensimismado pero que produce revoluciones con los personajes que se relaciona. Una gran novela.

Ciudad de México, 5 de enero (SinEmbargo).- “Su escritura deja constancia de aquello que en la vida se pierde, se anula o se despide a través de un estilo clásico y vira hacia la expresión de lo esencial, transparente y sensible a las premisas de la velocidad y la contundencia”, ha dicho el crítico Geney Beltrán.

Lo cierto es que la última novela de Fabio Morábito (1955), escrita como segunda novela y sin muchas pretensiones –que es como siempre trata a su literatura, aunque no es rasgo de no darle importancia sino la esencia de estar haciendo lo debido-, El lector a domicilio (Sexto Piso) deja un sabor amargo y cierta cosa de leer una historia pasada.

Como una anécdota que te contaran tus padres o tu abuela, hablando de un tiempo otro, donde los individuos pretendían hacer cosas pero no podían, porque además “esos son los personajes que me interesan”, dice Morábito.

Eduardo, el protagonista de esta novela, ha cometido un delito menor por el cual ha sido condenado a un año de trabajo comunitario, que consiste en leer novelas a domicilio a personas enfermas o jubiladas. A pesar de su seductora voz varonil es incapaz de involucrarse en los libros que lee y apenas capta el sentido de las palabras que desfilan antes sus ojos. Sus oyentes se lo reprochan y las amables visitas domiciliarias se convierten en unas situaciones conflictivas que obligarán a Eduardo a cuestionarse como individuo. Atrapado entre el tedio provinciano de una ciudad eternamente primaveral y el peligro de la criminalidad imperante, se dejará arrastrar a una serie de acontecimientos siniestros que de manera totalmente imprevista lo situarán en el meollo de esa población de ancianos a los que de repente se ha visto forzado a dedicar gran parte de su vida. Esa es la sinopsis, con una cantante que no canta y sordos que no se dejan oír, en la vida confundida de Eduardo, uno de esos protagonistas que también podríamos ser nosotros.

Una novela que apareció a finales de año. Foto: Especial

–Tarde o temprano el escritor le hace un libro a los lectores, como tu novela.

–Bueno, empezó como un cuento y luego me di cuenta de que podía crecer. Porque justamente hacer un personaje que visita a varios domicilios, extiende la historia. Así empezó. Con la idea de que alguien que cometió un delito menor y que por lo tanto tiene que leer. El clic del personaje es que tiene una muy bella voz y le dieron ese castigo, de leer a gente enferma. El hecho de no engancharse con la lectura, que es lo que nos pasa muchas veces a nosotros, me dio la esencia de la escritura. Los otros descubren eso y se lo reclama.

–Curioso eso de leer pero no absorber.

–Sí, claro, muchas veces leemos sin engancharnos con la lectura. No nos damos cuenta de que estamos distraídos. Él nunca está donde está. Está perdido un poco.

–Me hizo acordar a Hitchcock, La ventana indiscreta.

–No lo sé, porque Eduardo es una persona metida para adentro, ha perdido a todos sus amigos, no sabemos muy bien por qué, con su padre enfermo, su única relación emotiva es con las meseras del Sanborn’s local, está en una especie de compás de espera en una ciudad que no le gusta. Ese ofuscamiento le da un grado de receptividad muy fuerte ante los demás. Aunque no se involucre con la lectura, termina teniendo una relación muy fuerte con los personajes, que son todas personas anómalas, que tienen cierto conflicto. Se enamora por ejemplo de la mujer que está en silla de ruedas, que nunca ha cantado, tiene un conflicto muy fuerte con el coronel, en la familia de sordos provoca un verdadero sismo. Es decir termina por ser un personaje intenso, a pesar de que tiene una imagen de sí mismo muy ensimismada.

Hay una familia de sordos, donde todos son sordos, menos los hijos, a quienes se les prohíbe no ser sordos, dice Morábito. Foto: FIL en Guadalajara

–No puedes abandonar tu carácter de poeta construyendo personajes muy surrealistas.

–Sí, es cierto. Me atraen mucho los personajes que tienen cierta anomalía, incluso alguna anomalía física. Hay una familia de sordos, donde todos son sordos, menos los hijos, a quienes se les prohíbe no ser sordos.

–Todos personajes que podrían haber sido otra cosa, ¿verdad?

–Eso está bien sí. Me atraen los personajes que no llegan al tope, que desperdician ciertos dones que tiene. El hecho de no ejercer el don o ejercerlo con cierto desdén, me resultan más atractivos.

–¿No se parece un poco a todos?

­–Creo que eso nos permite vivir, finalmente. Si estuviéramos al ciento por ciento de nuestras potencialidades, seríamos como robots.

–¿Has escrito muchas cosas últimamente?

–En Sexto Piso he publicado un libro de cuentos y un libro de ensayos. A lo mejor habrá que escribir menos…ahora estoy escribiendo un libro de poesías.

No es tanto el estilo, sino la trama, que siempre me trae problemas. Foto: FIL en Guadalajara

–¿Te sientes novelista?

–Mmm, la verdad es que no me siento novelista. La otra novela que escribí empezó un poco casualmente, de un cuento. Esas dos novelas surgieron al azar, se fueron extendiendo y no es que me lo haya propuesto. Han sido dos cosas muy distintas, la primera que se publicó en Anagrama me costó mucho trabajo. Esta, en cambio, fueron nueve meses de escritura compulsivas, iba resolviendo cada día los problemas que me planteaba la trama y siento que se escribió sola. Fue muy rápida y sentí que alguien me estaba dictando la historia. No es tanto el estilo, sino la trama, que siempre me trae problemas. Si tienes estilo se va haciendo, pero los problemas que te plantea una historia, no puede reaccionar así un personaje, son graves y por eso ciertas novelas son fallidas.

–Bueno, tú al menos lo resolviste.

–Sí, yo creo que los resolví. Por ahí viene un lector y dice que metí la pata. No sé si es mi gran novela, el hecho de que se escribió sola la convierte en sospechosa. (risas)

–¿Cómo ves la poesía mexicana?

–Hay muchísimo, se publica mucho, sobre todo en editoriales pequeñas. Me interesa estar un poco al tanto de la poesía, últimamente he sido jurado, pero el promedio era nefasto. Aunque descubrí a uno o dos valiosos. Lo que siento es que hay un tipo de poesía que ha perdido el sentimiento de la jugada. Hay poemas que pueden salir, pero no salen. Hay una especie de escritura que se ha vuelto inmune a eso, se larga con un lenguaje intimista, con imágenes preciosas, que son las de la poesía, pero tú como lector no sientes ese giro, el gran objetivo de la poesía. Puedes leer los avatares de un alma, pero que en ningún momento parece plantearse este reto con el mundo exterior. Se ha perdido el sentimiento de la faena.

–¿Quiénes son tus favoritos?

–Mi amigo, Antonio del Toro, es uno de mis favoritos. Tiene una poesía concreta que asoma al exterior y establece un diálogo entre el exterior y la persona del poeta, una especie de antropología poética. Ese es el tipo de poesía que me interesa.

Mónica Maristain
Es editora, periodista y escritora. Nació en Argentina y desde el 2000 reside en México. Ha escrito para distintos medios nacionales e internacionales, entre ellos la revista Playboy, de la que fue editora en jefe para Latinoamérica. Actualmente es editora de Cultura y Espectáculos en SinEmbargo.mx. Tiene 12 libros publicados.
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