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Tomás Calvillo Unna

05/11/2014 - 12:04 am

¿Quiénes eran los mexicanos?

¿Cuándo se usó por primera vez ese gentilicio para identificar a los pobladores que estaban compartiendo una experiencia común en un territorio que aún no delimitaba con certeza sus fronteras? Gentilicio que heredamos y nos nombra a millones aún en medio de la tormenta que alcanza a recordar las raíces de nuestra memoria colectiva. México […]

¿Cuándo se usó por primera vez ese gentilicio para identificar a los pobladores que estaban compartiendo una experiencia común en un territorio que aún no delimitaba con certeza sus fronteras?

Gentilicio que heredamos y nos nombra a millones aún en medio de la tormenta que alcanza a recordar las raíces de nuestra memoria colectiva.

México es un territorio histórico, es decir durante siglos, por no decir milenios, en su actual demarcación territorial se sucedieron importantes expresiones civilizatorias. La conquista española marcó otra etapa definitoria en los procesos de larga duración donde occidente se diversificó transformándose en su propia expansión.

México, en ese entonces Nueva España, jugó un papel decisivo en esa dinámica que comenzó a cortar las distancias geográficas, particularmente con el continente asiático a partir de 1564, cuando Miguel López de Legazpi, junto con el agustino Andrés de Urdaneta, partieron de las costas del pacifico, para unir por más de dos siglos y medio a los puertos de Acapulco y Manila, y a través de ellos realizar una de las hazañas más extraordinarias del comercio mundial y del intercambio civilizatorio.

Si el proceso de identidad nacional es una construcción histórica donde el estado juega un papel estratégico para hacerla posible, en el caso de nuestro país resalta su matriz cultural que desde los primeros años de la conquista comenzó a identificar un proceso propio distinto al europeo.

En esa construcción de la identidad jugó un papel relevante el llamado Galeón de Acapulco, o Galeón de Manila, o Nao de China, ya que la expansión hacia Asia se desarrolló bajo la influencia decisiva de los habitantes de Nueva España, quienes tempranamente mostraron sus dotes y habilidades pata hacerse cargo de una empresa compleja que permitió elaborar conceptualmente al propio Océano Pacífico. Porque fueron esos marineros, nativos, mestizos, criollos y españoles arraigados ya en México quienes diseñaron las rutas marinas, demarcando los mapas al identificar islas y definir los parámetros del gran océano, como lo nombraría el novelista Rafael Bernal. Legazpi y Urdaneta, de origen vasco ambos, vivieron más años de sus vidas en México que en su tierra natal, y Juan Salcedo considerado uno de los conquistadores de las Filipinas, nació en México. Por lo mismo no es de extrañar que un documento proveniente de esa expedición iniciada en 1564 y que terminó conociéndose como el tornaviaje, porque descubrió la ruta de retorno de Manila a Acapulco, escrito por uno de sus tripulantes , diga “Carta que narra el venturoso descubrimiento que los mexicanos han hecho navegando con la Armada que se mandó hacer en México… ello es cosa grande y de mucha importancia y los de México están muy ufanos con su descubrimiento que tienen entendido que serán ellos el corazón del mundo.”

En su libro editado en 1942 Monje y marino. La vida y los tiempos de fray Andrés de Urdaneta, el sacerdote jesuita e historiador Mariano Cuevas señala que “después de haber revisado tantos millares de documentos del siglo XVI podemos asegurar que este es el primero donde vemos la palabra mexicano usada para designar a ese conjunto de tripulantes que fueron en esa navegación, mestizos, criollos y españoles de arraigo, unidos bajo este solo nombre: mexicanos.”

Esos galeones flotando en la inmensidad del Pacífico, enfrentando tormentas, naufragios, epidemias, amotinamientos, agresiones de piratas, lograron crear una ruta que también unió pueblos diversos. Y esos tripulantes en esa aventura muchas veces maravillosa y también trágica, fueron los primeros que alguien proveniente del continente europeo identificó como los mexicanos.

Le debo a Elsa Cross, poetiza de la interioridad y su consciencia, el no olvidar el texto La Grandeza Mexicana, de Bernardo de Balbuena, donde a fines de ese siglo XVI, escribe unos versos dedicados a esa epopeya de los que solo transcribo cuatro líneas:

De Goa marfil, de Sian évano pardo:

De España lo mejor, de Filipinas

la nata, de Macón lo más precioso,

de ambas Javas riquezas peregrinas,

En 1992, Fernando Benítez, escribió un texto cuyas imágenes permiten que abordemos esa historia olvidada del Galeón de Acapulco Manila donde aquellos mexicanos supieron de horizontes y tesoros de vida.

¿Que era la Nao de China? Algo que se escapa a la historia, una nave de Turner esfumada en el resplandor del crepúsculo, un tesoro de Aladino que cabalgaba sobre la espalda del océano, un purgatorio marinero, un barco fantasma, la nave de locos, la ambición de los reyes, el botín de los piratas, la falda de las mujeres, los manteles de Damasco, el pañuelo de los adioses, el sufrimiento humano, la lotería de los pobres, la riqueza de las naciones, el ave del paraíso, esa magia que duro 250 años y que solo se extinguió cuando el viento de la Independencia la echó a pique y que permanece intacta en el fondo del mar.”

En este 2014 se cumplen 450 años del inicio de ese viaje que bautizó como mexicanos a quienes tuvieron la osadía y el valor de encontrar nuevos horizontes.

Más allá de las tempestades que destruyen y siembran, lograron cruzar el gran océano de la incertidumbre, venciendo las olas del temor.

Cuando se reencuentra la inspiración se suele llegar a buen puerto, aunque la travesía este cargada de signos adversos.

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