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Catalina Ruiz-Navarro

12/05/2015 - 12:01 am

Embarazosas

En 2011 más de 800 mil mujeres embarazadas perdieron su empleo, sufrieron baja de salario o no pudieron renovar su contrato, según datos del Informe Omisión e Indiferencia, sobre derechos reproductivos de GIRE. Según el mismo informe, el 47% de las mujeres trabajadoras en México no tuvieron acceso a  una licencia de maternidad. El 67.1% […]

Foto: YouTube
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En 2011 más de 800 mil mujeres embarazadas perdieron su empleo, sufrieron baja de salario o no pudieron renovar su contrato, según datos del Informe Omisión e Indiferencia, sobre derechos reproductivos de GIRE. Según el mismo informe, el 47% de las mujeres trabajadoras en México no tuvieron acceso a  una licencia de maternidad. El 67.1% no tiene acceso a licencias en caso de complicación con el embarazo. En muchos trabajos no contratan a mujeres que estén pensando en tener una familia porque seguro cuando tengan hijos van a “dejar el puesto tirado” porque tendrán “otras prioridades”. Esta es una pregunta que le hacen sin pena a las mujeres en las entrevistas, de hecho, según la Encuesta Nacional sobre la Dinámica de las Relaciones en los Hogares 2011, durante ese año le pidieron prueba de embarazo en el trabajo a 1,056,351 mexicanas (2011, 90% de los incidentes de violencia laboral).

La decisión de tener hijos también es la mayor causa de deserción de las mujeres en la academia, y otros campos de creación y conocimiento. Las mamás también lo piensan dos veces antes de lanzarse a cargos directivos o públicos, en los que los horarios han sido pensados para hombres que no cuidan a sus hijos (pues para eso tienen un sistema de mujeres encargadas: esposa, madre, abuela, hermana, empleada doméstica). Así, mientras los hombres relegan el cuidado y bienestar de su familia en mujeres para “salir a proveer”, las mujeres empleadas tienen que hacerse un pretzel para llegar a las reuniones del colegio de sus hijos, para llevarlos al médico, y llegar temprano a casa a estar con ellos. Las que no delegan todas estas tareas en otras mujeres contratadas (que con frecuencia descuidan a sus propios hijos para hacer estos trabajos) manteniendo toda la responsabilidad del cuidado de los niños de manera desigual en el mismo género. Por otro lado, sin algún padre tiene a bien tomar una mínima responsabilidad por la crianza de su hijo o hija, algo que debería ser obvio, recibe todos los aplausos, todas las facilidades. Al padre una ovación de pie, a la madre una torcida de ojos.

En todo caso, si las mujeres no son capaces de “balancear su vida familiar con la laboral” (algo que no tienen que hacer los hombres) entonces son malas madres, y la mala crianza de sus hijos resulta ser el precio que pagaron por querer ser “profesionales”. Si no, les queda el estigma de no haber seguido su carrera para “relegarse” a ser “ama de casa” (que muchos confunden con ser mamá, a juzgar por la cantidad de electrodomésticos que les ofrecen a “en su día”). Esto sin contar el comentario casual de la fecha de caducidad de los óvulos que se hace a las treintañeras o las abominables máquinas para extraer leche materna con las que tienen que entablar una cópula hentai montones de madres oficinistas, escondidas en un cuartito para que sus compañeros de trabajo no se provoquen u ofendan con sus tetas.  Ser mamá será “una bendición” pero en lo que se refiere a lo laboral, es más como una maldición o una glorificada pesadilla.

Muchas personas hoy en día creen que la desigualdad laboral entre hombres y mujeres tiene que ver con un “problema físico” ineludible: que solo las mujeres se pueden preñar. Además, la preñez se entiende como un periodo de “incapacidad” cuya la conclusión lógica viene siendo que las mujeres somos “menos útiles” que los hombres. Como si ser capaces de convertir un embrión en feto, y el feto en bebé sin nada más que nuestros cuerpos fuera cualquier cosa. No se trata de que los cuerpos  de las mujeres no sean aptos para la vida laboral, es que la vida laboral no tiene en cuenta los cuerpos de las mujeres. Para la sociedad moderna tratar a todas las personas como si fueran iguales significa en realidad tratarnos a todas y todos como si fuéramos hombres blancos heterosexuales.

Por eso es claro que problema no es la maternidad en sí. Esta desigualdad de condiciones laborales y responsabilidades del cuidado tiene que ver con el género y no con la maternidad: el problema es que quienes se preñan son el género oprimido en una sociedad patriarcal. Quienes trabajamos en derechos sexuales y reproductivos tenemos muy claro que si los hombres pudieran quedar embarazados el aborto sería legal, y tan casual como cualquier operación ambulatoria. En la misma línea de pensamiento, si los hombres se pudieran preñar, un embarazo sería motivo de alabanza “por tener un cuerpo superior por ser capaz de dar vida”. Pero en cambio, las embarazadas son gordas embarazosas.

De hecho, en las palabras para referirse a la preñez en varias lenguas, se pueden rastrear significados asociados con “carga” o incluso “enfermedad”. Para no ir más lejos el verbo embarazar en español también significa impedir o estorbar, y el adjetivo “embarazoso” se refiere a a la incomodidad o la vergüenza. Por eso aunque para muchas mujeres es ofensiva yo prefiero usar el verbo preñar (sí, ese que se usa para los animales), primero porque viene del latín praegnas que significa “lleno” o “a punto de brotar”, y segundo, porque nunca es tan inescapable nuestra condición de mamíferos como durante la preñez.

En nuestra sociedad, se ve a las mujeres embarazadas como contenedores de personas, cuando en realidad, son personas con las que un feto (que no es persona) tiene una relación de simbiosis y dependencia. Como las cargas de la crianza y las responsabilidades del cuidado no están repartidas de manera equitativa entre ambos géneros, como los hijos son en realidad criados por las madres y no en pareja, la maternidad termina siendo una carrera de obstáculos en la vida profesional de muchas mujeres. Luego la sociedad les reclamará no quejarse de las zancadillas porque ¿quién las manda a querer ser madres? Como la preñez se ve como una especie de “discapacidad” las mujeres pierden sus trabajos, los empleadores sienten que con la licencia de maternidad o con los permisos para ir al médico o atender a sus hijos les están haciendo un favor, cuando en realidad, son las mujeres las que le están haciendo un favor a la humanidad decidiendo embarazarse en condiciones adversas, poniendo en riesgo su cuerpo, su trabajo, y en algunos casos hasta su vida.

Las madres necesitan mucho más que nuestro “amor” y nuestro “agradecimiento”. En vez de dedicar el día de las madres a recitar cursilerías pendejas y la fecha tendría que servir para repensar de manera que haya para las madres, y para que el peso de la crianza esté repartido de manera equitativa en toda la sociedad, de manera que esas madres puedan ser también mujeres y profesionales. Pensamos en la preñez en términos de “lo que no nos permite hacer” en vez de pensarla en términos de lo que es: una decisión personal, que al mismo tiempo es el proceso, el estado, más poderoso y definitivo para la existencia, progreso, supervivencia y sostenibilidad de la humanidad.

@Catalinapordios

Catalina Ruiz-Navarro
Feminista caribe-colombiana. Columnista semanal de El Espectador y El Heraldo. Co-conductora de (e)stereotipas (Estereotipas.com). Estudió Artes Visuales y Filosofía y tiene una maestría en Literatura; ejerce estas disciplinas como periodista.

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