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María Rivera

16/03/2022 - 12:03 am

Consentimiento

“(…) es la voz de una mujer la que habla en primera persona, no un hombre, que padeció el abuso, una víctima que evidencia la red de complicidades que se requieren para que un hombre poderoso pueda abusar de niñas, así como la romantización de la pedofilia que aún hoy en día inunda la cultura contemporánea (…)”.

“Springora exhibe la descomposición moral del medio literario francés cuando el escritor podía exhibir su pedofilia en la televisión francesa de manera impune (…)”. Foto: Faceboook @Editorial Lumen

Hace un año y medio, ya bien entrada la pandemia, leí el libro de la editora y escritora francesa Vanessa Springora, El consentimiento (Lumen, 2020). El libro, de carácter autobiográfico, narra la terrible historia que la autora francesa sufrió como víctima del escritor pedófilo Gabriel Matzneff, cuando ella tenía catorce años y él cincuenta y era una gloria literaria francesa.

Pensé, por esos días, que escribiría algo al respecto, pero en medio de la emergencia sanitaria, lo pospuse. Hoy, vale pena regresar al libro de Springora, porque es un testimonio de primera mano, valiente y lúcido, de las complejas y devastadoras consecuencias que el delito de pedofilia produce en mujeres adolescentes que son abusadas por pedófilos que les doblan, o hasta les triplican la edad, y que, a través de una meticulosa y premeditada maipulación, les hacen creer que han otorgado su consentimiento cuando, en realidad, es imposible que lo otorguen debido a su edad.

Springora cuenta, episodio por episodio, cómo fue que G. (el nombre que utiliza para designar a Matzneff) se inmiscuyó en su vida a espaldas de su madre, la vulnerabilidad que padecía debido al abandono paterno, y el acoso premeditado que el escritor le impuso escribiéndole decenas de cartas y apareciéndosele camino a su escuela, halagándola hasta convertirla “en diosa”, (a ella, una adolescente insegura de su apariencia, de su cuerpo, como casi todas las adolescentes) hasta lograr que terminara en las manos de su victimario, con la tolerancia de aquellos que pudieron haber detenido el abuso de manera temprana presentando una denuncia ante las autoridades, pero que no lo hicieron debido a la fama  del depredador y a un ambiente social tolerante con estos abusos como lo era el status quo intelectual francés.

La historia de la francesa es brutal, porque está contada con total libertad y franqueza, no le ahorra al lector las consecuencias fatales del abuso, que la llevan a tener comportamientos autodestructivos y una total inadecuación en su vida adolescente que desembocará en una crisis siquiátrica pocos meses después de terminada la relación, cuando descubre, de manera desgarradora, la verdadera naturaleza del daño que le han infringido, junto a otras adolescentes, y del cual le tomará décadas recuperarse. Convertida en personaje, publicadas sus cartas, utilizada su imagen por el mismo Mtzneff durante muchos años, de manera impune, tras la publicación del libro, Springora logró que el medio literario francés le retirara todo el apoyo al escritor y que incluso fuera llamado por la justicia francesa.

Es natural que El consentimiento se haya convertido en todo un suceso editorial y cultural en Francia, porque es la voz de una mujer la que habla en primera persona, no un hombre, que padeció el abuso, una víctima que evidencia la red de complicidades que se requieren para que un hombre poderoso pueda abusar de niñas, así como la romantización de la pedofilia que aún hoy en día inunda la cultura contemporánea, a través de una lectura incorrecta de la novela de Nabokov y que ha producido la sexualización de adolescentes, y fortalecido la cultura de la violación. Springora exhibe la descomposición moral del medio literario francés cuando el escritor podía exhibir su pedofilia en la televisión francesa de manera impune, y también la aceptación tácita de los amigos del escritor que estaban al tanto de la relación y el abuso.

El machismo y la misoginia detrás de su historia quizá queda inmejorablemente exhibida por las palabras que el escritor Emil Cioran, amigo de Matzneff, le dice a una atribulada niña de quince años que llega intempestivamente a su departamento para pedirle ayuda cuando descubre que el pedófilo ha encontrado a otra víctima, mientras se deshace en un mar de llanto: “…Usted lo ama y debe aceptar su personalidad. G. Nunca cambiará. Es un inmenso honor que la haya elegido. Su papel es acompañarlo en el camino de la creación, y también doblegarse a sus caprichos. Sé que la adora. Pero a menudo las mujeres no entienden lo que necesita un artista. ¿Sabe que la esposa de Tólsltoi se pasaba el día mecanografiando lo que su marido escribía a mano y corrigiendo incansablemente el más mínimo error con absoluta abnegación? El amor que la mujer de un artista debe dar a su amado tiene que ser sacrificado y oblativo.”

Así de repugnante, querido lector.

María Rivera
María Rivera es poeta, ensayista, cocinera, polemista. Nació en la ciudad de México, en los años setenta, todavía bajo la dictadura perfecta. Defiende la causa feminista, la pacificación, y la libertad. También es promotora y maestra de poesía. Es autora de los libros de poesía Traslación de dominio (FETA 2000) Hay batallas (Joaquín Mortiz, 2005), Los muertos (Calygramma, 2011) Casa de los Heridos (Parentalia, 2017). Obtuvo en 2005 el Premio Nacional de Poesía Aguascalientes.

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