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David Ordaz Bulos

16/08/2020 - 12:02 am

Líbano: el cóctel de la implosión

Era martes a mediodía cuando nos enteramos del estallido en Beirut, de inmediato fui a Twitter para entender qué ocurría. Las primeras versiones que corrían eran las de un posible ataque terrorista desde el norte de Líbano por parte de Israel, o bien, la explosión de fuegos pirotécnicos almacenados en una bodega del puerto. Naturalmente […]

Era martes a mediodía cuando nos enteramos del estallido en Beirut, de inmediato fui a Twitter para entender qué ocurría. Las primeras versiones que corrían eran las de un posible ataque terrorista desde el norte de Líbano por parte de Israel, o bien, la explosión de fuegos pirotécnicos almacenados en una bodega del puerto. Naturalmente pensé en el Mercado de San Pablito en Tultepec en el Estado de México, famoso por sus fatales accidentes con pirotécnica. Quise twittear algo al respecto pero, como siempre, las mentes más ágiles ganaron el timeline: Tultepec ya era trending topic y aparecía un video de la explosión, con el título “Beirut haciendo un Tultepec”. Y es que si lo analizamos, la explosión en Beirut y las del Estado de México comparten una cosa en común: la captura del Estado por parte redes de clientelismo y corrupción que han capturado el poder desde hace décadas; hablamos de explosiones que ocurren en contextos de implosión social.

Ilustración: Amy Chiniara vía Instagram

Una hora después pasé por la tienda de mi abuelo, “Productos Libaneses”, que desde 1997 vende materia prima para que “los paisanos” preparen comida árabe, en Pachuca, en Hidalgo, otro lugar caracterizado por redes de cacicazgos y cínica corrupción. Noté a Alfredo cabizbajo a sus casi cumplidos noventa años, a pesar de que le emocionaba la idea de haber vuelto a la tienda luego de cuatro meses de confinamiento solitario porque la familia había decidido que era la mejor opción para su salud. Mientras le mostraba los videos sobre la explosión desde el celular, Alfredo soltó un:

––Jijos de su madre.

En ese momento entró la llamada de Bassam, un amigo originario del sur de Líbano que vive en la Ciudad de México desde hace unos cuarenta años.

––Te tengo una exclusiva ––dijo Bassam, refiriéndose a la explosión, dado que uno de sus hermanos trabaja en el periódico libanés Almayadeen––.

––Para que no andes creyendo en pinches chismes, lo que pasó fue que un barco que se había quedado endeudado desde hace varios años en el puerto, que venía de África, cargado de nitrato que se usa para los fertilizantes, explotó, no fue terrorismo ni la chingada, fue la negligencia ––afirmó.

Al otro día de la explosión, la gente en Beirut colocó en calles y balcones cuerdas colgantes en forma de horcas para señalar a los culpables de la catástrofe, y se organizaron para limpiar los escombros bajo la consigna de “no tenemos Estado”. Poco a poco las noticias develaron la superficie de los hechos: 2750 toneladas de nitrato de amonio que estaban en un barco varado en el puerto desde el 2014 estallaron, arrasando con el perímetro más cercano, provocando una vibración que se sintió hasta la ciudad de Trípoli que está a 70 km de distancia. Además, la explosión voló un silo de granos que abastece a gran parte del país y ha dejado hasta la fecha, miles de heridos y más de 200 personas muertas, entre ellas la niña Alexandra Najjar, que se ha convertido en un símbolo de la lucha que luego de la pandemia ha vuelto a las calles, continuando La Revolución del Whatsapp de octubre del 2019, con protestas intergeneracionales e intersectarias en contra del sistema sectario de cacizagos, clientelismo y corrupción política que han provocado el colapso sistémico del país que se ve reflejada en la falta de todo tipo de servicios.

Dicen que hacía tiempo que explosiones así no se sentían en Beirut. Quizás las últimas fueron en 1983 durante la Guerra Civil, cuando hubo un ataque suicida en que murieron 241 marines estadounidenses, 58 paracaidistas franceses y 6 civiles libaneses; o en el 2005, cuando ocurrió el atentado que mató al Primer Ministro Rafik Hariri.

Las imágenes de las calles de Beirut me sacudieron. Recordé la caminata que hice aproximadamente hace un año en el puerto, en la parte entre Zatuna Bay y Mar Mikhael, atravesando clubes de yates y tiendas de lujo con escaleras eléctricas al aire libre levantadas junto a las ruinas de un edificio aún con huellas de la Guerra Civil, con agujeros de las balas disparadas de alguna metralleta Kalashnikov. Ahora todo eso se veía devastado, como la Plaza de los Mártires y el barrio de Gemmayze, con sus cines y cafés de otra época o el Museo Sursock, una casona blanca con estilo otomano de principios del siglo XX, con vitrales de colores que desaparecieron tras la explosión.

Beirut es una ciudad palimpsesto construida sobre capas de distintas épocas. Sin embargo, tras la guerra, su última capa ha sido cimentada desde la lógica del desarrollo depredador desde la lógica de la hiperseguridad y la especulación, lo cual ha hecho que familias y negocios que daban vida al centro, sean expulsadas de esa zona, y se hayan demolido cuadras enteras de edificios históricos tras la guerra.

Ilustración: Soukayna Hawila vía Instagram

“Se sabe que entre 1986 y 1989, 140 barcos que seguían la ruta hacia el océano índico desaparecieron en la costa libanesa”, explica Fawwaz Traboulsi, en su libro A History of Modern Lebanon. Y es que para entender lo que pasó en el puerto de Beirut el 4 de agosto, es necesario entender el orden político que se configuró en la guerra civil. Hasta 1990, las mafias armadas competían y colaboraban para explotar los recursos naturales del país. En ese momento aparecieron muchos puertos ilegales para el tráfico de armas, drogas y todo tipo de mercancías piratas que eran administradas por las milicias que llegaron a ser más poderosas que el Estado. Hacían limpiezas étnicas para mantener uniformes sus feudos, cobraban impuestos de tráfico y protección en el negocio de la guerra que dejó vivas las redes de clientelismos y cacicazgos que se mantienen a la fecha en el poder y han provocado un coctél para la implosión social de una economía en caída libre y un colapso anunciado desde antes de que sucediera la explosión en el puerto.

Por otra parte, la afirmación sobre la existencia de “una red de capital marítimo y artimañas legales que comenzó con despachos norteamericanos y está diseñada para proteger a las empresas a cualquier costo” hecha por Laleh Khalili, en su texto en The GuardianDetrás de la explosión de Beirut se encuentra el mundo sin ley del transporte marítimo internacional, nos explica como el barco de carga MV Rhosus, propiedad de un ruso, y con un registro dudoso entre Bulgaria y Moldavia, sarpó de Mozambique con el nitrato de amonio abordo. Hizo una escala en Beirut, donde los oficiales del puerto incautaron el barco por no pagar cargos y violar los estándares de la Organización Marítima Internacional. Al saber sobre los costos de la incautación, su dueño decidió abandonarlo ahí. Y las autoridades portuarias no hicieron nada al respecto.

Tras la renuncia del ex-primer ministro Hassan Diab junto con todo su gabinete, se busca la construcción de un Gobierno de Unidad que lleve al país hacia un resurgimiento, mientras una página ha reunido 44 mil firmas pidiendo que Líbano vuelva al mandato francés. Y mientras Emmanuel Macron se regocijaba y declaraba estar a favor del pacto gobierno de unidad, declaraciones como las del arquitecto, Karl Sharro, le estallaron en la frente: “Aún estamos recuperandonos del pacto que nos impusieron hace un siglo”, que sentó las bases de corte colonialista, de las cuotas sectarias de representación política. Y ahora, bajo las máscaras de la hipocresía humanitaria, tanto Francia como Estado Unidos, buscan mover las fichas geopolíticas en la región a su favor. La crisis actual en Líbano es una oportunidad de transformación política que debe surgir desde el interior del país, en un paisaje de incertidumbre extrema, en medio de pugnas entre grupos sectarios y laicos, la explosión del 4 de agosto en el puerto de Beirut, ha sido tan solo un efecto de la implosión social y política que lleva décadas.

 

 

David Ordaz Bulos

@David_Orb

 

Posdata

Es posible ayudar al pueblo de Líbano a través de las organizaciones que aparecen en el portal Help Lebanon: https://helplebanon.carrd.co/

 

 

David Ordaz Bulos
Psicólogo social. Maestro en Sociología Política por el Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora. Estudiante del doctorado en Creación y Teorías de la Cultura de la Universidad de las Américas Puebla.

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