De manera curiosa, la piedra angular en la que reposó el ascenso al poder del presidente se le ha virado. Los miles de millones de pesos gastados en su imagen han demostrado que no sirven para un carajo.
No solo existe un hartazgo ciudadano por la opacidad y corrupción con la que se manejan los políticos. Existe lo que ya podríamos denominar como cansancio o sobre exposición mediática. Lejanos están los días del Enrique bombón (más bien bembón) te quiero en mi colchón.
La telenovela construida ex profeso para posicionarlo ahora le cobra un precio bastante caro. Porque habría de entender el presidente que él es básicamente una estrella televisiva, y bajo esa óptica le juzga la gente. Como una estrella de televisión.
Tome usted a cualquier protagonista de una telenovela y compárelo con el presidente. Si se da cuenta, no encontrará gran diferencia. A un galán de telenovela no se le pide que sea culto. Se le pide que sea galán.
Pero ser galán no basta para dirigir un país. El asunto es que cuando se ha vendido a la gente un galán de telenovela como presidente, se le ha sobre explotado la imagen, su mismo público, al que se le ha creado la necesidad de saber acerca del matrimonio de telenovela, pues quiere saber más. ¿O no la misma familia presidencial ha salido en las principales portadas de las revistas del corazón?
El error monumental viene de exhibir sin descaro un estilo de vida opulento, poco acorde con la realidad del país. No han entendido que han llegado a un escenario diferente.
Un exitoso actor, o actriz de televisión puede ganar el dinero que le venga en gana. Eso se circunscribe a un contexto en el que se gana mucho dinero (suponiendo sin conceder).
A un matrimonio de telenovela se le mirará como eso, como un matrimonio de telenovela. Su público quiere drama también. No solo la historia rosa.
No pueden salir ahora a hacerse los indignados. Ellos alimentaron con miles de millones de pesos salidos de nuestros impuestos esa imagen. Fue el juego que ellos crearon.
En lo que nunca estaré de acuerdo es en el acoso a los hijos de la pareja presidencial. Qué manera tan baja de tratar de sacar una nota escandalosa. La bronca es con el presidente y en menor medida con su esposa, arrastrada a esta espiral de encubrimientos donde abren un hoyo para tapar otro. Es cierto también, que la vida de privilegios a los que están acostumbrados estos jovencitos, solo abonan a la perpetuación de la banalidad como estilo de vida.
Si queremos empezar a restaurar las heridas profundas de este país debemos empezar por respetarnos. Debemos dejar de lado la descalificación barata.
El presidente ha caído en un bache tremendo, fruto de una combinación de circunstancias desafortunadas, tales como la ceguera, la terquedad, la simple y llana falta de capacidad de él y su equipo para enfrentar circunstancias difíciles.
La era que sin querer Peña Nieto y su equipo han inaugurado, es la era de la marcación personal de los políticos a todos los niveles. Los ciudadanos empezaremos a organizarnos para vigilarlos de cerquita.
Ahora sí que el karma es el karma. En este caso el karma mediático.






