En la frontera de Ciudad Juárez con El Paso ha nacido una nueva tradición: el abrazo en la línea fronteriza, “abrazos, no muros”.
Esta región del norte de México y suroeste de los Estados Unidos tiene características muy específicas, y una de ellas es la estrecha relación familiar entre los que viven en El Paso, Texas, y los que vivimos en Ciudad Juárez, que conquista el corazón de los más curtidos (que por acá son los agentes de migración norteamericanos).
Una motivación en común movía a las familias juarenses que llegaron aquí antes de 1985: pasar la frontera para vivir el sueño americano. Posteriormente llegó una segunda ola de migrantes originarios de los estados del centro y sur del país, aunque en esta ocasión los impulsaba el deseo de operar en la industria maquiladora. Mi tribu llegó en 1957; éramos 11 hermanos y poco a poco cada uno de los mayores fueron “arreglando papeles” mientras trabajaban en El Paso y vivían en Juárez, una rutina de vida muy común que permitió conservar la unidad familiar con mejores ingresos.
Pero hoy las cosas se han complicado debido a la política migratoria endurecida de la administración federal norteamericana y muchos núcleos parentales se han roto: los que viven allá, si vienen no pueden regresar, y los que viven acá, que no pueden cruzar; algunos hermanos tienen una década sin poder abrazarse, otros sienten que han perdido todo lazo familiar y la sensación de soledad los abruma en una tierra extraña.
La Red Fronteriza por los Derechos Humanos y las organizaciones que trabajan a su lado han logrado, con profundo amor por la humanidad, negociar que una vez al año se abra la puerta del muro que divide a las dos ciudades durante dos minutos; en ese instante un familiar puede cruzar a México y regresar sin verse obligado a demostrar su legal residencia en Estados Unidos. Esos dos minutos son aprovechados por los familiares para disfrutar del contacto físico y cariño de sus hijos ausentes.
Son dos minutos de esperanza para los hermanos y padres que están legalmente imposibilitados para disfrutar la cercanía familiar. Sin embargo, pienso que el video que acompaña esta nota puede transmitir los sentimientos del encuentro mejor que las palabras.








