
I
Lo invisible nos habita
ahí está el desafío existencial;
cuando el conocimiento lo olvida,
el extravío se ahonda
y es permanente.
Creemos entender, no obstante
una y otra vez la incertidumbre retorna.
Un toma y daca de saber y desconocer;
las tensas cuerdas que nos vinculan
y distancian.
La mente y el cuerpo están separados.
así crecimos, en la imprecisa dicotomía,
a veces extrema y dolorosa.
Los recuerdos, en ocasiones,
son cenizas ardientes
que impiden caminar;
no obstante
ante el milagro de sentir,
la cascada aparece.
II
La rama del árbol,
sus hojas
aparentan asomarse a la habitación,
como si escucharan atentas
nuestras conversaciones,
como si adivinaran
los mismos deseos
que van y vienen.
Con la mirada las tocamos
verdes amarillas
manchadas de cobre,
aplaudiendo al aire.
III
Cómo podemos reunir estos fragmentos
que llevamos en nuestros bolsillos
de humores e ideas.
Cómo lograr una palabra perfecta:
semilla de luz y conversación
y conversión.
La ventana abierta permite escuchar
en su inmovilidad aparente,
esas montañas inmersas en sus siglos,
conservan la pétrea sabiduría
de un antiguo mar
que quiso ser tierra, y lo logró.
IV
Los pensamientos asisten sin invitación
y suelen tomar la palabra,
y hasta violentar
los escasos momentos que tenemos para compartir.
Las horas descubren esas trampas
que nos impiden entender, incluso, la amistad misma.
Cuántas rupturas e insultos privados y públicos,
que son en realidad espinas encajadas
en el cuerpo del prójimo.
El uso del tiempo
como una quimera inmisericorde
que pretende el dominio y la verdad
en juicios de todo o nada
(el engaño de la política en lo íntimo).
V
El salvaje dolor enterrado de la humanidad,
a campo traviesa en estos días
de lo privado a lo público;
una distinción que se desdibuja.
El empoderamiento de la ilusión más cruel,
el yo convertido en rey de cada rincón
del día y la noche,
y así, el nosotros
que deja de conjugarse,
va camino al exilio.
VI
Acaso somos el dedo índice del más allá
al tratar de encontrar nuestro lugar;
estamos en el primer escalón
donde se asienta la humanidad.
VII
El presagio de lo desconocido;
el naufragio de las hojas
y las horas;
la escritura del viento y la lluvia
al descifrar el alfabeto.
La humedad diseña
los ángulos de la pronunciación.
VIII
La resurrección de la cruz
es el árbol de la vida.
Una imagen cristiana
hoy inentendible,
a no ser que se voltee de cabeza.
IX
La palabra
es el altar de la conciencia,
cuando se extravía
la locura impregna la visión.
Rendija
La izquierda pareciera quedarse rezagada, ideológicamente enterrada (incluyéndonos por generación) los medios de producción desbordaron la propia sociología: la revolución de las clases sociales se aniquiló así misma, en su hipnosis histórica alienó sus potenciales entendimientos. La ciencia del número desplazó la narración posible y se empoderó en una tecnología sin límites que eclipsó cualquier utopía o proyecto revolucionario, cuya misma expresión tatuó su anquilosamiento. La apropiación del territorio de la mente emergió en su contundencia, desplazando los discursos y retórica política. El desamparo conceptual se pretende ocultar con consignas interminables que sólo ahondan la separación, la confusión y el dolor. La autocrítica es el oxígeno vital para poder caminar.
Nadie gana, todos perdemos; la transición estancada. El lenguaje político está extraviado desde hace ya un buen rato. Incluir algunas palabras: compasión, acompañamiento, complejidad, entendimiento, pluralidad, diversidad, diferencia para el enriquecimiento mutuo, sumar no restar, los adversarios pueden enriquecer las alternativas, contener las dinámicas excesivas de poseer el control. En fin, retornar a la amistad básica del ser humano en su necesidad de sobrevivir con dignidad personal y colectiva; y tratar de entender de qué se trata este misterio compartido de unas cuantas horas, mientras el árbol nos cubra con su sombra celeste. Nadie es dueño del pozo de la verdad.





