Susan Crowley

Wolfgang Tillmans, el cronista de una generación

"A pesar de la persistente lluvia, que con el clima caliente del verano produce una sensación de bochorno exasperante, dentro de la biblioteca cientos de personas, la mayoría jóvenes, que se identifican con el artista y su obra recorren la exposición que les habla de tú y los invita a penetrar en cada una de sus escenas con el deseo voyerista de encontrarse en alguna de ellas. Wolfgang Tillmans, cronista de un tiempo que, como el medio siglo del Pompidou, conviene recordar porque ya no estará más entre nosotros."

Susan Crowley

09/08/2025 - 12:03 am

Ante la proliferación de centros comerciales que cada vez abundan más, la apertura de un nuevo museo suele causar una enorme expectativa. Es una buena razón para visitar una ciudad. Anclas que generan turismo y un consumo cultural digno, exigen cada vez más la participación de un arquitecto de renombre que firme su estructura. Con una arquitectura innovadora, es posible convertir el contenedor en centro de la riqueza cultural nacional. Lo contrario, la noticia de que un museo cierre, aunque sea por un tiempo, deja en suspenso a los amantes del arte.

Esto ocurre en el Pompidou de París al anunciarse el cierre por obras de renovación hasta el 2030. Su establecimiento hace 48 años en el Marais- Beaubourg, uno de los barrios más deprimidos, convirtió a la zona en el sitio neurálgico de la ciudad. Sexy y atrevido el edificio marcó el cambio. Emblema de la creciente tendencia a la izquierda francesa de los años setenta, con el Situacionismo y la toma universitaria de las escuelas de arte por los jóvenes, su arquitectura desnuda en la que se apreciaban las tripas funcionales, fue el grito en contra de las rancias políticas de De Gaulle, “fuera los viejos, que venga lo nuevo”. Pero al cumplir casi medio siglo es necesario tomar en serio la cantidad de parches que se le fueron agregando y regresar a la estructura original concebida por Renzo Piano y Richard Rogers.

La buena noticia es que, entre los arquitectos elegidos, el reconocido despacho Moreau y Kasaki, también se encuentra la mexicana Frida Escobedo. Posee un currículo alucinante para sus apenas 46 años: la remodelación de la Tallera en Cuernavaca, el diseño del pabellón de verano de Serpentine en Londres y la remodelación del ala de arte moderno y contemporáneo del Museo Metropolitano de Nueva York, entre otras muchas obras y premios. Para el Pompidou, Escobedo ha optado por una concepción orgánica y funcional que le restituye al edificio la elegancia y sencillez con la que fue concebido.

El Pompidou entra a su receso con una última exposición de despedida, albergada en la biblioteca del museo, una de las más visitadas del mundo. Un homenaje a la importancia que esta sala ha tenido para la comunidad. Por años quienes no contábamos con internet y teníamos que pasar algún tiempo en la ciudad, lo usábamos como antena, como si actuáramos una escena de la película Parásitos. Las filas de la entrada a la biblioteca siempre fueron mucho mayores que las de museo, lo que no era poca cosa. La necesidad de la gente de interconectarse se ligaba directamente al centro de información y estudio que logró ser esta impresionante sede. Hoy es insuficiente y ha tenido que empezar la mudanza hacia nuevos espacios durante los cinco años de remodelación.

En una tarde lluviosa, entrar al Pompidou y verlo completamente cerrado, sin su atractiva librería, sin el cafecito y sin una sola sala abierta, genera una sensación un poco distópica. ¿Qué sería de París sin uno de sus corazones?

Para esta despedida, el museo ha invitado a otro joven cuya trayectoria es deslumbrante, Wolfgang Tillmans. No es mera coincidencia la exhibición titulada “Nada podría habernos preparado, Todo podría habernos preparado”. La capacidad del artista alemán para crear archivos de imágenes es asombrosa. Su vida deambula en bodegas en las que atesora las cientos de miles de fotografías que ha tomado, desde la más pequeña, del tamaño de una polaroid, hasta formatos increíbles en los que juega con los procesos químicos y la impresión de luz.

Los seis mil metros que comprendía la biblioteca han sido cedidos al artista para que haga lo que desee y el resultado es una de las exposiciones más fascinantes del año. El cuerpo de obra de Tillmans es difícil de clasificar; si bien abreva de la fotografía como género, su capacidad de exploración, experimentación y su fascinación por la tecnología, le permiten un amplio espectro de posibilidades. Casi desmantelada, la biblioteca se ha vuelto el continente de las huellas que Tillmans va dejando. Un relato sin principio ni fin en el que nos encontramos su interés, sensibilidad, pasión; un recuento de escenas que ya hemos visto, que incluyen videos en los que él aparece, los slogans con los que se ha vuelto un activista en contra del Brexit, o de la Presidencia de Trump y hasta un intento de la película que desea filmar.

Sobre pisos dañados por la ausencia de mobiliario y que le sirven al artista para exponer el paso el tiempo, con sombras y manchas involuntarias; en mesas convertidas en receptáculos para las revistas en las que participó y las que creó; recortes de periódicos que ha clasificado a lo largo de cuarenta años de trabajo; fotografías, fotocopias, dibujos, objetos, la memoria del espectador entra en un juego de relaciones, lo que fue en la era análoga y que  ya no lo es en el universo de la información. Una de las aportaciones más reconocidas a su trabajo es la forma de exponer las imágenes, a veces fijadas con alfileres, con cinta adhesiva o sin marco, en un caos aparente que desconcierta pero que hace al espectador entrar en el universo Tillmans.

"Confío en mis ojos, quiero confiar en la observación, en el estudio, pero para eso es muy importante que agudice mi mirada sobre cómo veo, cómo registro, qué capturo", dice Tillmans. Admirador de la generación anterior, los famosos fotógrafos de la Escuela de Düsseldorf, de Gerhard Richter y Sigmar Polke; nacido en 1968, partió de la fotografía de revistas de estilo acid house, como iD, Sepex, Interview, SZ Magazin y Butt, una época en la que sus congéneres y el propio Tillmans podían circular dentro de una atmósfera de autenticidad y ser ellos mismos. Esas vidas anónimas tocadas por la carencia, los sueños, el amor no correspondido, la depresión, la soledad, aunque también las risas y el gozo de un encuentro cotidiano; de un despertar frente a la ventana en la que el sol baña los cuerpos desnudos. O, en el caso de la vida personal de Tillmans, el SIDA adquirido por quien fuera su pareja. Todo ello a través de su cámara nos habla de una forma de ver y ser vistos.

Jugando con ella, el primer ganador no inglés del afamado premio Turner, no muestra una sola intención o idea preconcebida, es así como se convirtió en el cronista involuntario de su generación. Imágenes desnudas, que invadían la intimidad de una forma cool permitiendo introducir al espectador en la vida de sus amigos. Lejos de pretensiones, sin considerar una uniformidad en los formatos, ajeno al cliché del refinado blanco y negro o tal vez el abuso en el photoshop, sin asustarse por lo digital, pero sabiendo que es él quien domina el aparato y no al contrario, ha buscado que su fotografía retrate el día a día de una sociedad en constante cambio.

La indefinición en su estilo se ha convertido en su verdadero estilo. Humor, aceptación del otro, participación en la vida colectiva de los jóvenes. A veces en un loft berlinés, luego en los suburbios de Shoreditch en Londres. Abundancia de personajes que deambulan en las noches del antro berlinés Berghain, amigos recostados tomando el sol en los parques y uno que otro suspendido en un árbol como es el caso de Lutz y Alex o los clubs gays de acceso reservado.

Si queremos adentrarnos a la existencia de los años ochenta, noventa o principios del 2000, Tillmans ofrece archivos gigantes con fotografías que construyen relatos como si de un rompecabezas se tratara. Por eso en esta exhibición no existe un orden cronológico; la absoluta libertad y el desenfado es su forma de exponer. Con un respeto absoluto a las personas que ama y que dócilmente se ofrecen a su cámara, Tillmans es un cronista de los años que se nos fueron de las manos. Es la bisagra entre Helmut Newton y su exacerbada sofisticación y las nuevas generaciones de artistas que, casi todos, han abrevado de él. El fotógrafo alemán es el maestro de la innovadora forma de entender el medio.

A pesar de la persistente lluvia, que con el clima caliente del verano produce una sensación de bochorno exasperante, dentro de la biblioteca cientos de personas, la mayoría jóvenes, que se identifican con el artista y su obra recorren la exposición que les habla de tú y los invita a penetrar en cada una de sus escenas con el deseo voyerista de encontrarse en alguna de ellas. Wolfgang Tillmans, cronista de un tiempo que, como el medio siglo del Pompidou, conviene recordar porque ya no estará más entre nosotros. @Suscrowley

Susan Crowley

Susan Crowley

Nació en México el 5 de marzo de 1965 y estudió Historia del Arte con especialidad en Arte Ruso, Medieval y Contemporáneo. Ha coordinado y curado exposiciones de arte y es investigadora independiente. Ha asesorado y catalogado colecciones privadas de arte contemporáneo y emergente y es conferencista y profesora de grupos privados y universitarios. Ha publicado diversos ensayos y de crítica en diversas publicaciones especializadas. Conductora del programa Gabinete en TV UNAM de 2014 a 2016.

Lo dice el reportero