Óscar de la Borbolla

Elogio del aburrimiento

"La pregunta obvia es ¿por qué estamos huecos?, ¿qué nos ha vaciado tanto que no es que estemos aburridos, sino que nosotros mismos somos el aburrimiento encarnado?".

Óscar de la Borbolla

10/09/2025 - 12:04 am

Hay un estado de ánimo del que todos queremos huir como si fuera el demonio: el aburrimiento. Es tan desagradable que somos capaces de casi cualquier cosa para ahuyentarlo, y cuando digo cualquier cosa, no exagero: conozco experimentos en que se aísla a las personas en una habitación vacía donde no hay ni ventanas, solo hay un botón que permite darse un toque eléctrico, y muchos, al cabo de un rato, pese a que se les advierte que es doloroso, terminan propinándose una descarga. Así de odioso es el aburrimiento.

Esa repelencia es la causa de que la industria del entretenimiento sea una de las actividades económicas más rentables, pues hoy, como nunca antes en la historia, nadie soporta ni un segundo el aburrimiento; y prácticamente todos, cuando no tienen qué hacer o incluso pese a que tengan qué hacer, están frente a una pantalla sobreestimulándose el cerebro.

Ante esta exagerada fobia al aburrimiento, conviene hacerse un par de preguntas en apariencia tontas: ¿por qué buscamos escapar de él? y ¿qué perdemos por no permitirnos ni un instante estar aburridos? Insisto en que son tontas solo en apariencia, pues, aunque es obvio que huimos del aburrimiento porque es desagradable; lo que no es obvio es de lo que realmente huimos y, tampoco de qué nos perdemos exactamente cuando nos escapamos de él.

Veamos el problema de cerca haciendo otra pregunta: ¿qué nos pasa cuando NO estamos aburridos?; cuando estamos entretenidos haciendo algo que nos interesa o nos entusiasma. Estamos relacionados con algo más que nosotros. La clave de esta respuesta es ese "algo más", lo otro. Lo otro que impide el aburrimiento puede ser un tema, una persona, una actividad… cualquier cosa con tal de que sea algo más que solo nosotros mismos. Al parecer, lo que nos aburre es estar solos, o sea, estar cada quien únicamente consigo mismo. La verdad entonces es que no huimos del aburrimiento; de lo que huimos es de nosotros.

Otra pregunta para acercarnos más al problema: ¿ese nosotros mismos del que huimos posee alguna gracia o no tiene nada? No todas las personas se la pasan mal consigo mismas, solo las que se aburren. ¿Será porque están vacías y no tienen nada que decirse, nada que proponerse? Se me ocurre que nuestro tiempo —caracterizado por la urgencia de huir del aburrimiento— nos ha dejado completamente huecos. La pregunta obvia es ¿por qué estamos huecos?, ¿qué nos ha vaciado tanto que no es que estemos aburridos, sino que nosotros mismos somos el aburrimiento encarnado?

Otra de las características de esta época es el uso abusivo de pantallas, nunca antes se había dado este fenómeno que podríamos llamar: enamoramiento de la pantalla. Y precisamente quienes huyen con desesperación del aburrimiento, los que no pueden quedarse a solas consigo mismos ni un momento son aquellos que lo primero que ven al despertar es una pantalla y lo último que ven antes de dormir es una pantalla. Hoy no se puede estar sin ver la pantalla del celular e incluso se ha puesto de moda hibernar los fines de semana consumiendo series en una pantalla. ¿Será esta la causa del vacío que hoy experimentan las personas aburridas? Sí: lo que en apariencia parece ofrecernos una escapatoria: la interminable diversidad que ofrecen las pantallas es lo que termina dejándonos vacíos. El cerebro se satura con estímulos, se pierde la capacidad de concentración, se reducen los periodos de atención, se vive con estrés: está uno ante tantos asuntos que ninguno se vuelve significativo: el mundo se torna anodino, literalmente, asignificativo.

Por lo visto, también hemos respondido a la segunda pregunta formulada: ¿qué perdemos por no permitirnos ni un instante estar aburridos? La respuesta es ya clara: nos perdemos a nosotros mismos. Revisémoslo nuevamente de cerca: ¿qué nos sucede cuando nos permitimos aburrirnos, cuando aceptamos estar a solas con nosotros mismos? Generalmente esos momentos son empleados en replantearse la vida. Uno se detiene y se pregunta: ¿a dónde va?, ¿tiene caso ir a donde uno se dirige?, ¿uno quiere quedarse donde está o sería mejor cambiar de vida? Uno evalúa su vida cuando tiene el valor de quedarse a solas consigo mismo. Uno toma las grandes decisiones cuando es capaz de ser un habitante del aburrimiento.

También el aburrimiento es un estado ideal para la creación, para la invención. Mis mejores creaciones se me han presentado por forzarme a ver la pared, lo digo literalmente: todo lo que he escrito, novelas, cuentos, ensayos no han sido producto de las musas o de la inspiración, sino de someterme al esfuerzo diario de mirar la pared. Nada es más aburrido que mirar la pared y simultáneamente nada es más fecundo. No conozco a nadie que haya hecho nada mientras, incansable, está distrayéndose, escroleando imágenes en Tik Tok o Instagram, embotándose el cerebro con estímulos.

La verdadera puerta que nos saca del aburrimiento está señalada desde hace milenios por la sentencia del templo de Delfos: "Conócete a ti mismo"; pero, para ello, es forzoso no huir de nosotros mismos, sino prestarnos atención, concentrarnos hasta descubrir en el aburrimiento algo que nos resulte significativo. Lo encontrado en nosotros primero será interesante para nosotros y luego, tal vez, interesante para el mundo. Los dos más potentes inventos humanos, la ciencia y el arte, son el resultado de personas que descubrieron algo interesante y se dedicaron concentradamente a ello, y quienes aportaron a la historia fueron los que no solo se interesaron, sino incluso lograron apasionarse .

Hoy, sin embargo, todo nos invita a la evasión, nos hace odiar el aburrimiento. Yo propongo que cada quien consiga su pared y la mire y la mire hasta desfondarla, porque detrás de ella está el sentido de la vida y la gran clave para que la vida tenga sentido. Solo porque nos permitimos aburrirnos es por lo que podemos encontrar lo significativo.

X @oscardelaborbol

Óscar de la Borbolla

Óscar de la Borbolla

Escritor y filósofo, es originario de la Ciudad de México, aunque, como dijo el poeta Fargue: ha soñado tanto, ha soñado tanto que ya no es de aquí. Entre sus libros destacan: Las vocales malditas, Filosofía para inconformes, La libertad de ser distinto, El futuro no será de nadie, La rebeldía de pensar, Instrucciones para destruir la realidad, La vida de un muerto, Asalto al infierno, Nada es para tanto y Todo está permitido. Ha sido profesor de Ontología en la FES Acatlán por décadas y, eventualmente, se le puede ver en programas culturales de televisión en los que arma divertidas polémicas. Su frase emblemática es: "Los locos no somos lo morboso, solo somos lo no ortodoxo... Los locos somos otro cosmos."

Lo dice el reportero