Desde hace años la labor de ciertos artistas dejó de ser la de genios encerrados en sus estudios o vendedores de obras para millonarios y se convirtió en un acto de consciencia ante la realidad del mundo. El antropoceno es la era geológica en la que los humanos dominamos el planeta causando estragos como cambio climático, contaminación, deforestación y alteraciones de los ciclos naturales. El artista consciente es un investigador que sustenta con datos la crisis que atravesamos. Distinto a un periodista o a un político, sin una agenda de intereses, trata de ejemplificar en su trabajo las posibles salidas para revertir el daño. Ejemplo de ello es Paulo Tavares (Campinas, Brasil 1980), un artista que se ha sumergido en el Amazonas no sólo para explorarlo sino para entender su riqueza y la urgente necesidad de salvarlo.
La Amazonia es la cuenca hidrográfica más grande del planeta, abarca Brasil, Perú, Colombia, Venezuela, Ecuador, Bolivia, Guyana, Surinam y la Guyana Francesa; es en conjunto la selva tropical más extensa del mundo. Una de las fuentes más importantes de recursos naturales que quedan en el planeta por su biodiversidad, regulación climática (captura carbono y libera oxígeno, es la mayor reserva de agua dulce); sus servicios ecosistémicos son vitales para millones de habitantes de la zona y desde luego para la estabilidad del planeta. La cantidad de especies de plantas, animales y peces incluyendo muchos en peligro de extinción son un pulmón de vida.
Desde hace miles de años el Amazonas ha sido el hábitat de diversos grupos indígenas como los Yanomami, Ticuna, Bora, Yagua y Kukama, entre otros, que aún conservan prácticas ancestrales. A pesar de su conexión profunda con la naturaleza y sus ricas tradiciones culturales, enfrentan amenazas significativas debido a la invasión de sus territorios y los impactos de la extracción de recursos minerales como el oro y el petróleo; la industria agropecuaria y forestal de ricas maderas, aceite de palma, café, cacao; especialmente de caucho que durante más treinta años se convirtió en uno de los más crueles sistemas de esclavitud de la historia.
Para Tavares el Amazonas es un templo que guarda en sus entrañas lo mejor de los seres humanos. Desde hace años se ha dado a la tarea de acompañar a los habitantes que aún quedan. Conocer su cultura, entender su cosmovisión, lo ha llevado a crear un proyecto artístico sin precedente, Arquitectura de reparación.
Arquitecto, profesor e investigador, ganador del León de Oro en la Bienal de Arquitectura de Venecia 2023, Tavares trabajó con la agencia Forensic Architecture que utiliza métodos de investigación para documentar violaciones de derechos humanos y del medio ambiente, creando evidencia para casos judiciales, de activismo y desde luego piezas con un valor artístico incuestionable. El trabajo de Tavares consiste en la intersección entre arquitectura, ecología, y derechos humanos y no humanos en la Amazonia. A través de testimonios, archivos fotográficos, teledetección, rastreo por mapas y las herramientas de la arqueología, documenta cómo los sistemas de edificación occidental han dañado al Amazonas.
Para Occidente la selva ha constituido, erróneamente, un espacio virgen, vacío. El último entorno prístino aislado donde la sociedad vivía en una especie de infancia o desarrollo primitivo, casi animal, inhóspito. La arquitectura europea se encargó de “disciplinar el entorno” y el nuevo mundo se pensó como un sistema explotable, “todo lo que no es humano es propiedad u objeto de apropiación”. Entendiéndose que, para ellos, “humano” solo remitía a los europeos. Geometrías perfectas de planos hipodámicos que imponían un criterio de gran civilización en las naciones colonizadas, alejando a sus comunidades de sus raíces, de sus lógicas alimentarias, de la higiene y la religión propias tan sofisticadas como sus contrapartes modernas, pero no tomadas en cuenta.
A través de la documentación de diversas fuentes reunidas por Tavares se ha demostrado que, bajo las edificaciones occidentales, existieron ciudades con sistemas fluidos, sin divisiones entre la naturaleza y la cultura, lo rural y lo salvaje. “La ciudad occidental en gran medida se oponía a la naturaleza, era una forma de domesticarla, de controlarla”. Es necesario alinearse con las comunidades, dice Tavares, defenderlas en sus derechos territoriales, “este bosque no es un objeto, sino algo vivo, que tiene agencia”. Si aprendemos, si somos capaces de escuchar con otro tipo de pensamiento, aún podemos reparar los daños. ¿Qué pasa si diseñamos las ciudades desde la perspectiva de que son un derecho? El esfuerzo de Tavares es una tarea diaria, tratar de convencer a los gobiernos y a los organismos internacionales de que cada metro de tierra, cada árbol, es parte de una arquitectura y que, si se consideran sus derechos, se pueden reparar los daños.
En estos días en el diario El País en la sección América Futura, la cual me gustaría saber cuántos lectores llega a alcanzar en una era en la que no pasamos de los titulares y preferimos los bullets suministrados por X o Instagram, aparece un reportaje espléndido, aunque demoledor del periodista Kevin Koening. “Hace dos años Ecuador sorprendió al mundo con un referéndum histórico en el que la población dejaba de extraer casi mil millones de barriles de crudo en el parque nacional de Yasuní. Un triunfo para la democracia y un ejemplo global de cómo proteger la vida por encima de la ambición económica. Sin embargo, no se ha hecho nada al respecto. Y no sólo eso, el Gobierno de Daniel Noboa está impulsando una de las mayores subastas petroleras de las últimas décadas: 2.3 millones de hectáreas explotables que representan 49 nuevos proyectos por 47 mil millones de dólares”. Una contradicción ecológica. La colosal oferta económica para Ecuador, ha impulsado al gobierno de Noboa a tomar medidas regresivas que incluyen cambiar la Constitución para proteger a los inversionistas en contra de los derechos colectivos, sin importar la represión en contra de los grupos ambientalistas. La pregunta que se hace Koening y muchos de nosotros, ¿puede haber una democracia plena en sociedades cuyas economías siguen atadas a la extracción de petróleo en territorios indígenas y de alta diversidad ecológica y cultural? ¿Una vez más triunfarán los intereses? Para Koening la COP30 en Brasil será una prueba decisiva: ¿están los gobiernos comprometidos a declarar a la Amazonia como un territorio libre de extracción, o permitirán que se convierta en una zona de sacrificio? Esperamos que elijan el bienestar intergeneracional e interespecie, por encima de la rentabilidad a corto plazo”.
Por su lado, Tavares insiste: “La cartografía es quizás el ejemplo más clásico de cómo los instrumentos espaciales surgieron al servicio del colonialismo, facilitando la ocupación territorial y la identificación de recursos naturales. Sin embargo, en la actualidad, están emergiendo cartografías activistas que se desarrollan directamente en los territorios, promoviendo formas de vida alternativas y más justas”.
Para el artista hay una salida si logramos restituir el poder de la naturaleza y sus propias leyes y sabiduría. Si entendemos que la arquitectura aún puede convertirse en una vía de reparación del mundo, en lugar de un instrumento de expoliación y ambición. @Suscrowley





