
Hace dos días, querido lector, fue el Día Internacional de la Eliminación de la violencia contra la Mujer #25N que se celebra para visibilizar las múltiples violencias que se cometen contra las mujeres, por ser mujeres. La cultura machista y misógina normalizó durante mucho tiempo el maltrato sistemático contra la mitad de la población. Fue a través del feminismo que poco a poco las sociedades fueron desnaturalizando la violencia que un día pareciera “normal”, desde no tener acceso al voto hasta no tener derecho alguno con respecto al cuerpo y su función reproductiva.
En un siglo, las mujeres hemos conseguido cambiar profundamente las estructuras de poder que nos oprimían y hoy cosas que parecían imposibles hace poco, son una realidad. En menos de un siglo, las mujeres mexicanas pasamos de no tener derecho al voto a gobernar México, bajo el mando de la presidenta Sheinbaum. Pero no solo eso, se crearon instituciones, leyes y hasta gramáticas nuevas para buscar la equidad y eliminar la violencia misógina.
Desde mi punto de vista, se han conquistado grandes retos. Esto no quiere decir que no haya que seguir en la brega, luchando contra una cultura que sigue siendo machista y violenta. Al contrario, justamente se trata de seguir insistiendo en que la violencia cometida contra las mujeres es inadmisible y no debe quedar impune. Y aquí, querido lector, es donde tenemos una tarea inmensa a cuestas, porque el peor tipo de violencia misógina, el feminicidio, campea en México.
Y centro mi preocupación en este tipo de violencia porque es la más atroz y urgente de atender. Le confieso que algunas de las reivindicaciones culturales del feminismo “progre”, por llamarlo de algún modo, no me parecen tan relevantes, como el asesinato y la violencia sexual cometidos contra mujeres. No niego que las violencias menos graves sean importantes, sencillamente me parece que la discusión debería centrarse en nuestro derecho a la seguridad y a la vida, que no se cumple en el país.
Porque mientras sigan asesinando mujeres por ser mujeres, mientras las sigan violando, mientras sigan “desapareciendo” mujeres jóvenes, el país estará reprobado en esa materia, así lo gobierne una mujer y así se ufane de que “llegamos todas”.
Obviamente, querido lector, no llegamos todas. Hay muchas mujeres desaparecidas por el crimen, secuestradas por redes de trata, asesinadas que no llegaron a ningún lado. La presidenta Sheinbaum debería enarbolar la causa de esas mujeres, la causa de la justicia y disponer que esos crímenes se persigan, como dicen, con toda la fuerza del Estado. Pero no lo ha hecho, y quién sabe si lo hará, si su frase no es más que un slogan demagógico que escuchamos con amargura cada vez que una mujer es atacada en México.
Porque yo me pregunto, querido lector, cómo puede ser que una muchachita adolescente, de 16 años, que fue secuestrada en la calle después de sacar unas copias, puede estar desaparecida días, semanas, meses sin que se le encuentre. Tal es el caso de Kimberly Moya, alumna del CCH Naucalpan que fue interceptada por dos hombres que la subieron a un auto y se la llevaron hace semanas.
Posteriormente, detuvieron a los hombres, pero no han logrado encontrar a Kimberly ¿Cómo puede ser?
Se lo pregunto y me lo vuelvo a preguntar, cómo puede ser que el gobierno no pueda encontrarla. Y no solo a ella, a cientos de mujeres desaparecidas a las que no busca, o no busca suficientemente.
Cada vez que eso pasa, cada vez que las autoridades no realizan su trabajo, que no les importa que niñas y mujeres jóvenes estén siendo sustraídas por criminales, el Estado falla, esencialmente. Y si sucede sistemáticamente, que es lo que ocurre en México, el Estado se convierte en un Estado misógino, así se hayan creado leyes y secretarías, y se escriban muchos discursos, y se pongan carteles morados por todas partes, se iluminen edificios.
Si una estudiante de preparatoria no puede ir a sacar unas copias sin correr el riesgo de ser atacada por dos hombres y ser desaparecida, si una mujer no puede caminar por la calle sin el riesgo de ser atacada sexualmente, si el asesinato o la desaparición de una mujer queda impune, ese Estado es un Estado misógino, hay que decirlo, así clarito.
Porque el menosprecio a la vida de las mujeres es lo que subyace cuando no hay justicia de ningún tipo. Es justamente el odio, el desprecio y finalmente la complicidad de autoridades, lo que posibilita que hombres cometan actos de violencia contra niñas y mujeres de manera impune.
Por eso, precisamente, porque el Estado se convierte en misógino cuando no hace su trabajo, y permite las múltiples atrocidades que les pasan a las mujeres en nuestro país, es que tenemos que exigirle a la Presidenta Sheinbaum, que pase del slogan a los actos y empiece a atender los casos de mujeres.
Podría, para empezar, decirnos dónde exactamente está Kimberly, ¿no cree?





