
La generación heredera del mundo en su punto de mayor tensión histórica -ecológica, económica, emocional y política- creció viendo incendios forestales, crisis de ansiedad generalizadas, mercados laborales precarios y gobiernos incapaces de asumir el bienestar como el centro de la vida civilizada.
Por eso no sorprenden sus motivaciones —según el Pew Research Center, Deloitte y la Young Founders School— concentradas en cuatro ejes: compromiso social y ambiental, crecimiento personal y profesional, flexibilidad laboral y salud mental.
Esas aspiraciones legítimas, amplias y maduras contrastan con la narrativa de violencia que un grupo intentó posicionar en la marcha del sábado al Zócalo convocada bajo el nombre de Generación Z.
Autores como Jean Twenge y Kai-Fu Lee —expertos en psicología generacional e inteligencia artificial— la describen como la primera generación plenamente digital y consciente del colapso ambiental como horizonte vital. En encuestas globales más del 70 por ciento considera su principal preocupación el cambio climático y más del 60 por ciento prefiere trabajar en una empresa alineada con causas sociales y no con quien ofrezca un salario ligeramente mejor.
Así se explica por qué ha construido un lenguaje político distinto: menos partidista, más ecosistémico; menos anclado a lealtades, más orientado a causas; menos dispuesto a soportar abusos, más proclive a exigir derechos. También se entiende por qué los episodios violentos en la marcha del sábado no les representan en su mayoría.
El contraste es duro. Quienes defienden causas propias de la posmodernidad frente a quienes aprovecharon la coyuntura para destruir mobiliario urbano, atacar policías y provocar una confrontación alejada de las motivaciones de la Gen Z.
La respuesta institucional en la Ciudad de México se alineó con la tradición democrática de la capital. La Jefa de Gobierno, Clara Brugada, reivindicó el diálogo, llamó al rechazo a la violencia y reiteró las manifestaciones pacíficas como un derecho. Una reafirmación del modelo de convivencia distintivo de la CDMX por décadas. La Presidenta Claudia Sheinbaum reforzó ese mensaje con un rechazo categórico a la violencia.
Resulta significativo que la discusión pública esté centrada en los hechos violentos, cuando las motivaciones profundas de la Generación Z apuntan en la dirección opuesta. Según Deloitte Global Gen Z Survey 2024, tres prioridades ordenan su vida: bienestar emocional, sentido de propósito y libertad para construir modelos de trabajo más flexibles. ¿Qué tiene eso que ver con agredir policías o destruir mobiliario urbano?
Zygmunt Bauman advierte de los “actores líquidos” en la política, dispuestos a deslizarse entre movimientos legítimos para capitalizarlos o desvirtuarlos. Lo ocurrido en la marcha es ejemplo de infiltración líquida.





