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Violencia contra las mujeres en tiempos digitales

“¿Qué pasa cuando la red que te ‘entretiene’ se convierte en tu agresor?”

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24/11/2025 - 12:05 am

Violencia contra las mujeres en tiempos digitales.
“Los algoritmos no son neutrales, son construidos a partir de las prioridades e intereses económicos de las empresas”. Foto: Graciela López, Cuartoscuro

Por Tania Jardón y Mariana Gurrola

¿Qué pasa cuando la red que te “entretiene” se convierte en tu agresor? Plataformas como Facebook, Instagram, TikTok y YouTube se han convertido rápidamente en amplificadores de discursos de odio contra las mujeres.

Un estudio del Centro Antibullying de la Universidad de la Ciudad de Dublín creó en 2024 cuentas experimentales y encontró que el 76 por ciento del contenido recomendado en TikTok y el 78 por ciento en YouTube Shorts era agresivo después de apenas dos o tres horas de uso. Si las cuentas tenían el perfil de un hombre, las plataformas les sugerían en los primeros 23 minutos contenido antifeminista. Por su parte, la Universidad College London también investigó cómo las redes sociales normalizan la misoginia. Identificaron que, tras cinco días, TikTok mostraba cuatro veces más videos violentando o menospreciando a las mujeres en la sección de "Para ti", pasando de 13 por ciento a 56 por ciento.

La manósfera o machosfera, es decir, las comunidades de hombres que promueven abiertamente discursos de odio contra las mujeres han encontrado el ecosistema perfecto para monetizar las inseguridades, porque el contenido controversial, provocador y polarizado genera más interacción, y la interacción es rentable para las plataformas, pues ese es su modelo de negocio.

El problema es que las plataformas digitales se han convertido en un elemento central de nuestras vidas. Su algoritmo decide lo que vemos, ese "lo vi en TikTok", influye en las actitudes, comportamientos e interacciones de las personas. El caso de Lexton Ashton, es ejemplo de ello. Lexton, quien pertenecía a un grupo de incels (célibes involuntarios), asesinó en septiembre de 2025 a Jesús Israel dentro del Colegio de Ciencias y Humanidades (CCH) Sur. El ataque va más allá de un crimen escolar y devela cómo el machismo y la violencia que se articulan en los entornos digitales tiene consecuencias reales en el espacio físico. En el caso de los incels, ellos culpan a las mujeres por su incapacidad para relacionarse con ellas, justificando su violencia: “No soy el típico chico encantador que a todas les gusta. Soy un chico lleno de odio, odio contra todas las mujeres por rechazarme”, escribió el estudiante Elliot Rodger, en su manifiesto antes de matar a seis personas en California, en 2014.

Las plataformas son omisas frente a esta grave problemática. Según datos del Centro para la Lucha contra el Odio Digital, Instagram no actuó contra el 93 por ciento de los comentarios violentos hacia mujeres políticas estadounidenses, aún cuando varios eran amenazas de muerte y violación.

Tampoco tienen medidas para frenar los discursos de odio. Andrew Tate, quien se popularizó por sus consejos para “conquistar mujeres”, ilustra este sistema. Pese a que enfrenta cargos por violación y trata de personas en Reino Unido y fue expulsado de múltiples plataformas por sus opiniones misóginas, su presencia persiste gracias a que sus seguidores replican su contenido. El Centro para la Lucha contra el Odio Digital documentó que más de 100 cuentas en TikTok promovían contenido de Tate, acumulando 250 millones de visualizaciones. Sus videos, que incluyen afirmaciones como que las mujeres deben "asumir responsabilidad" por las agresiones sexuales, circulan libremente y siguen esparciéndose.

Los algoritmos no son neutrales, son construidos a partir de las prioridades e intereses económicos de las empresas; mientras tanto, el 44 por ciento de la población de mujeres y niñas en el mundo se encuentra en total desprotección legal frente a las violencias que se generan en las plataformas. Dejar de alimentar el machismo y la misoginia en las redes requiere medidas integrales, exigir a las plataformas rendición de cuentas y transparencia sobre sus algoritmos y que asuman la responsabilidad de los daños ocasionados, no dejando todo a la moderación (que de por sí es débil), sino enfocándose en fortalecer sus regulaciones desde lo comunitario y no individual.

En la carrera por generar mejores tecnologías y maximizar su uso, los Estados se han olvidado de contrarrestar sus impactos, las leyes y regulaciones han quedado cortas frente a los avances tecnológicos, y el espacio que una vez prometió ser una arena pública global se ha convertido en un espacio de ataques y silenciamiento. Mientras los algoritmos sigan premiando el odio con visibilidad, seguirán siendo cómplices de la violencia contra las mujeres, que se genera, intensifica y perpetúa con ellos.

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Centro de Análisis e Investigación, para la capacitación, difusión y acción en torno a la democracia en México.

Lo dice el reportero