
El discurso del llamado nearshoring, que estuvo muy en boga durante y después de la pandemia, ha dado lugar a otro de prosperidad compartida que pone el acento en la soberanía.
La filosofía económica detrás del Plan México - impulsado por una nueva política arancelaria - es que México no sea solamente una parte de las cadenas productivas globales, sino que desarrolle su propia industria autónoma o semiautónoma. En este sentido, el Gobierno mexicano se está tratando de acoplar al paradigma impulsado por el gobierno de Donald Trump.
Ya veremos si esto se sostiene en el futuro. Por lo pronto, el geopolítico estadounidense, Peter Zeihan, señala que a Estados Unidos le llevaría probablemente más de cuarenta años reemplazar las cadenas globales de producción de computadoras y teléfonos celulares si quiere producir todo internamente.
Una paradoja de la situación actual es que los países que mantienen mejor salvaguardada su soberanía son aquellos que ofrecen buenas condiciones para la inversión, sea pública o privada.
Revisemos el caso de las tierras raras en China y México. Más allá de que Beijing controla más del 70 por ciento de la producción mundial de estos elementos, lo cierto es que los miembros del Politburó chino decidieron desde hace tiempo que utilizar esa riqueza en la mayor extensión posible es un motor privilegiado en el siglo XXI para promover la seguridad nacional y la prosperidad económica.
La comparación con nuestro país no es muy halagadora para nosotros. Aunque, al igual que el actual Gobierno mexicano, el Estado chino es el mayor inversor en la industria de las tierras raras, en México tal inversión pública - ya no se diga la privada - ha brillado por su ausencia.
Aunque hay indicios de que en estados como Oaxaca, Sonora, Chiapas, Hidalgo, Coahuila, Durango, Sinaloa, Guanajuato, Jalisco, Tamaulipas, Chihuahua, Zacatecas y Guerrero existen concentraciones prometedoras de diversas tierras raras, estamos aún muy lejos de producir y refinar estos elementos a una escala comercial.
Y aquí cabe hablar de una distinción fundamental entre el desarrollo chino y el mexicano. Aunque con Deng Xiaoping, China entendió que su futuro estaba en desarrollar la economía privada junto con la pública, la verdad es que México es una nación en la que la iniciativa privada ha tenido históricamente un mayor papel en la economía que el país de Confucio.
Ahora que nos hemos dado cuenta de la importancia estratégica que tendrán las tierras raras en el futuro, ¿no sería inteligente utilizar la gran experiencia que tiene el sector privado mexicano en la inversión productiva para que se le permita participar con todas las facilidades del mundo en el desarrollo de esta industria?
En todo esto no ayuda - como lo comentaron varios analistas - la reforma a la Ley Minera publicada en 2023, que introdujo varios cambios que han aumentado la incertidumbre para la inversión privada en el sector, que incluye las tierras raras. Esperemos que, a pesar de todo, México pueda utilizar sus recursos de la manera más racional y razonable en el futuro.





