Empleo, desempleo y disquempleo

09/05/2015 - 12:00 am

Según cifras del INEGI y de la OCDE, la tasa de desempleo en México (2.5% (¡ya sé!)) es la tercera más baja entre los países afiliados. Es decir que de cada 100 personas en capacidad de trabajar, 97.75 tienen empleo. ¿Cómo fue que logramos este éxito tan grande que no se nota a nivel banqueta? Analicemos:

El salario mínimo quedó consignado en el artículo 123 de la Constitución de 1917, con el fin de evitar que a los trabajadores se les pagara menos de lo indispensable para satisfacer sus necesidades familiares más elementales. A partir del mes pasado, el mínimo por día es de $70.10 pesos o $68.28, según la zona económica en que se pague. Esto suma $350.50 ó $341.40 respectivamente, por semana de 5 días.

Pero además de que es difícil que $1,400 pesos mensuales permitan a una familia tener lo suficiente para cubrir sus necesidades básicas, en la parte más baja de la estadística del empleo esa suma es un sueño inalcanzable. ¿Por qué? Porque en la categoría “empleado” entran desde quienes hayan trabajado una hora en una semana; ni siquiera cada día de la semana, sino en total: que haya tenido trabajo una hora en una semana. ¿Y eso cuánto dinero es?

Tomemos el “máximo salario mínimo” (el de la zona A): 70.10 pesos entre 8 horas, igual a 8 pesos con 76 centavos por una hora… ¡en una semana! Estadísticamente a eso se le considera ya tener un empleo, por eso el índice aumenta: porque la categoría de “empleado” tiene un fondo hondo, como la profunda indignación que generan estas manipulaciones que quieren maquillar el espanto de la realidad.

¿Y qué sucede en los niveles altos, con los profesionistas que trabajan con horario, escritorio y todo? También hay mano negra con el “Outsourcing”, que evade el pago de prestaciones, no genera antigüedad y otorga mano libre para despidos sin indemnizaciones ni más ataduras que -buena suerte- una carta de recomendación. Otra versión: meses y meses sin que le otorguen la plaza a un médico, recibiendo una pequeña porción del sueldo pactado, o la aceptación gustosa a participar en un programa de radio, por ejemplo; sin sueldo, claro, “pero te da presencia”.

La realidad es que el empleo en México es cada vez menos, con menos paga y prestaciones, con menos compromisos por parte de los empleadores, menos y menos hasta llegar a nada. Sin ataduras, sin prestaciones, sin paga. ¿Qué repercusión, amén de la económica, tiene esto en la población? Un estudio reciente se ocupó de encontrar –si acaso la hubiera– una relación entre el desempleo y el suicidio. Fue publicado por investigadores de la Universidad de Zurich (Suiza) en la prestigiada revista médica The Lancet Psychiatry.

Tomaron como base los datos de la Organización Mundial de la Salud sobre las causas de muerte en el mundo, y del fondo Monetario Internacional sobre la tasa de desempleo de 2000 a 2011 (la cual tuvo un incremento marcado en 2008). Se estudiaron 63 países de América, Europa y del resto del mundo, salvo China e India por no contar con bases confiables de datos.

La conclusión fue que, cuando sube la economía, bajan los suicidios; y a la inversa: a menor actividad económica, mayor incidencia de suicidios: el vínculo fue establecido sin duda. Así que no es un asunto meramente propagandístico ni materia que importe sólo a los empleadores. Hay una urgencia inminente de generar empleos reales y de no maquillar las estadísticas, para desterrar por completo y para siempre el desempleo y (dejémonos de bobadas) sobre todo el dizque-empleo.

en Sinembargo al Aire

Opinión

Opinión en video